El Papa Francisco presidió el pasado domingo la oración del Ángelous en la Plaza de San Pedro ante 20.000 personas y, entre muchas declaraciones, expresó que “el amor a Dios y al prójimo son inseparables”.
“Jesús enseñó de una vez por todas que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables, y más aún, se apoyan mutuamente”, dijo durante su discurso el Sumo Pontífice.
“Incluso si se colocan en secuencia, son las dos caras de una sola moneda: vividas juntas, ¡son la verdadera fuerza del creyente! Amar a Dios es vivir de él y para él, por lo que es y por lo que hace. Y nuestro Dios es donación sin reservas, es perdón sin límites, es una relación que promueve y crece. Amar a Dios significa invertir tus energías todos los días para ser sus colaboradores en servir a nuestro prójimo sin reservas, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de comunión y fraternidad”, continuó.
Francisco continuó: “No se trata de preseleccionar a mi prójimo, esto no es cristiano, sino de tener ojos para verlo y un corazón para querer su bien. Si nos ejercitamos para ver con la mirada de Jesús, siempre escucharemos y estaremos al lado de los necesitados”.
“El Evangelio de hoy nos invita a todos a ser proyectados no solo hacia las urgencias de los hermanos más pobres, sino, sobre todo, a estar atentos a su necesidad de acercamiento fraterno, al sentido de la vida y la ternura”, siguió durante el Ángelous del pasado domingo.
“Dios, que es amor, nos creó por amor y para que podamos amar a los demás al permanecer unidos a Él. Sería una ilusión afirmar que amamos a nuestro prójimo sin amar a Dios; y sería igualmente ilusorio pretender amar a Dios sin amar a nuestro prójimo. Las dos dimensiones del amor, para Dios y para el prójimo, en su unidad caracterizan al discípulo de Cristo”, finalizó.