El presidente estadounidense Donald Trump se mostraba confiado antes de las elecciones de medio mandato del martes que definirán las mayorías parlamentarias dos años después del inicio de su mandato, mientras los demócratas esperan poder tomarse su revancha política.
«Vayan a votar», clamó el domingo el mandatario en su cuarto mitin de campaña de este fin de semana, en Chattanooga, Tennessee.
El lunes intervendrá en otros tres actos. en estados del Medio Oeste.
Multiplicando los desplazamientos, como sucedió en el último tramo de su victoriosa campaña de noviembre de 2016, Trump repitió varias veces que sentía una «electricidad en el ambiente como nunca» desde aquel año.
En cada etapa, dio la impresión de realmente saborear el contacto con quienes lo llevaron al poder, que volvieron a respaldarlo durante actos que duraron por lo menos hora y media, con el avión presidencial como telón de fondo en mítines que tuvieron lugar en aeropuertos.
«Ya no se escucha hablar de la ola azul», dijo en la noche del domingo aludiendo a la arrolladora ofensiva demócrata que algunos sondeos predecían meses atrás.
Su vicepresidente, Mike Pence, se divirtió imaginando cómo «la ola azul se estrella contra un muro rojo», el color de los republicanos.
Tras numerosas consultas parciales y locales desarrolladas luego de la elección de 2016, este martes llegará el primer veredicto de alcance nacional de los estadounidenses sobre la presidencia de Trump.
El mandatario asumió la conducción de la campaña republicana, colocándose como garante de la buena salud económica del país y como escudo ante la inmigración clandestina y las «caravanas» de migrantes centroamericanos que están atravesando actualmente México hacia Estados Unidos.
«Los demócratas quieren invitar a los clandestinos a inundar el país, caravana tras caravana», dijo. «Es una invasión. No me interesan lo que digan los falsos medios de comunicación, es una invasión de nuestro país».
Obama movilizado
Los demócratas han centrado su campaña en la defensa de la reforma del sistema de salud realizada por Barack Obama, pero también apuntando al rechazo que concita en franjas del electorado la figura de Trump, a quien califican abiertamente de mentiroso y de catalizar la violencia racista y antisemita.
Cuentan con movilizar a los electores de las periferias urbanas y a republicanos moderados que se arrepienten de su opción de 2016.
Su líder natural es el propio Obama, que ha sido la figura más buscada por los candidatos demócratas para acudir en su apoyo.
«Estos republicanos mienten de manera flagrante, repetida, audaz, vergonzosa. Inventa cualquier cosa», dijo Obama el domingo durante un acto en apoyo al candidato demócrata al Senado por el estado de Indiana.
«Tiene que haber consecuencias para la gente que no dice la verdad», agregó.
¿Un Congreso dividido?
Históricamente, en pocas ocasiones el partido en el poder ha salido vencedor de las elecciones de mitad de mandato, con la reciente excepción de George W.Bush en 2002, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Obama y Bill Clinton, ambos demócratas, vieron cómo sus adversarios políticos conquistaban el Congreso tras dos años de mandato.
Pero la pelea es muy diferente entre las dos cámaras del Congreso. En la Cámara de Representantes, donde los demócratas deben arrancarle 23 escaños a los republicanos para lograr la mayoría, los sondeos les favorecen a nivel nacional.
Una encuesta publicada el domingo por el Washington Post y similar a otras le da 50% de intenciones de voto a los demócratas contra 43% para los republicanos. El último sondeo CBS prevé como el escenario más probable una estrecha mayoría demócrata. Pero predecir el resultado en los más de sesenta distritos realmente en juego es tarea imposible.
En el Senado, donde solo 35 bancas de 100 están en disputa para mandatos de seis años, los republicanos marchan con ventaja, porque las elecciones -azar del calendario- tienen lugar sobre todo en estados conservadores.
Los senadores salientes en peor situación son los demócratas electos hace seis años en Dakota del Norte o Indiana, tras la reelección de Barack Obama.
Estados Unidos podría entonces amanecer el 3 de enero de 2019 con un Congreso dividido entre los dos partidos. Ese escenario es suficiente para meter trabas al jefe del Ejecutivo, que verá su agenda legislativa completamente bloqueada durante los 22 meses previos a la próxima elección presidencial, en noviembre de 2020.