Los primeros centroamericanos de la llamada Caravana Migrante llegaron a la Ciudad de México, después de tres semanas en la ruta. El resto de los inmigrantes y refugiados de El Salvador, Guatemala y Honduras se fragmentaron este domingo en distintos grupos que toman diferentes caminos y destinos finales.
En paralelo, en la frontera entre Estados Unidos y México, los obispos de El Paso, Texas; Las Cruces, Nuevo México y Ciudad Juarez, en Chihuahua, se juntaron para presidir una misa binacional, en la que recordaron a los migrantes que fallecieron intentando buscar una mejor vida, describieron las dificultades de las que escapan cientos de miles de centroamericanos y mexicanos todos los años y le pidieron al presidente norteamericano, Donald Trump, que «abra su corazón».
«Todo hombre, mujer y niño deben tener la libertad de emigrar para mejorar sus vidas», sentenció el obispo mexicano José Guadalupe Torres, desde el otro lado del muro metálico de cinco metros formado de barras de acero sólido, que divide a los dos países en esa parte de la frontera.
Mientras los tres obispos pedían que el gobierno de Estados Unidos modere su política migratoria y abandone la reciente escalada electoral que incluyó tanto el despliegue de miles de soldados en la frontera como las denuncias de criminales infiltrados entre los inmigrantes, en México, las llamadas caravanas se fragmentaron aún más y eligieron distintas rutas para llegar hasta la frontera norte o, incluso, decidieron quedarse dentro del país latinoamericano.
La primera veintena de centroamericanos de la llamada Caravana Migrante llegó a la Ciudad de México con la intención expresa de seguir camino hasta Estados Unidos, pero la mayoría de los más de 5.300 inmigrantes y refugiados que ingresaron al territorio mexicano en los últimos días se atomizaron y abandonaron la columna principal. De la primera caravana, la mayoría están aún en la ciudad Isla, en el estado de Veracruz.
Llegó el viernes pasado, con la promesa del gobernador del Partido Acción Nacional (PAN), Miguel Ángel Yunes Linares, de que él los ayudaría con transporte gratuito hasta la capital del país, pero eso no sucedió. Por eso, sin plan claro, cada grupo nacional decidió elegir su camino.
La oficina mexicana del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ya expresó su preocupación por la división de la columna de migrantes y advirtió que así es más difícil protegerla porque «gran parte de las personas de la caravana están no localizadas», según un comunicado oficial.
Mientras tanto, otros 2.800 centroamericanos de la caravana original siguen en la ciudad de Tapachula, en el estado de Chiapas, en el sur de México, esperando que sus solicitudes de asilo sean aprobadas por las autoridades nacionales. Según informó la Cancillería mexicana, todos están ubicados en refugios estatales.
Ante la escalada militar y verbal de Trump, cada vez son más los centroamericanos recién llegados que deciden abandonar la idea de entrar a Estados Unidos y optan por quedarse en México.
Varios inmigrantes que avanzan por la ruta del sur del estado de Veracruz le dijeron a la agencia de noticias EFE que decidieron instalarse en México.
«Sé que en México se tiene la oportunidad para salir adelante», sostuvo José Ramírez, un albañil guatemalteco que camina junto a su esposa y con su hijo en brazos, y que aún no decidió en qué ciudad se asentará. Otro joven que es parte de la columna, un hondureño que pide no dar su nombre, también cuenta que cambió su plan original.
«Yo me dirijo a Monterrey, mi meta era llegar a Estados Unidos pero mejor no, hablé con mi mama y le dije que me quedaría mejor en Monterrey para empezar a trabajar y estaré mejor aquí un tiempo en México», concluyó.