El club del Parque Independencia intentó defenderse, pero dejó un comunicado que no comunica
La controversia estalló este lunes luego de que se conociera que seis niños de nueve años fueron sancionados por el Club Atlético Newell’s Old Boys tras posar en una fotografía junto a Ignacio Malcorra, jugador de Rosario Central. La imagen —inocente y típica de cualquier chico que admira a un futbolista profesional— fue suficiente para que la dirigencia leprosa decidiera apartarlos de los entrenamientos por 90 días, según confirmaron sus propios familiares.
Frente al repudio generalizado en redes sociales, medios y el entorno futbolero, Newell’s emitió un comunicado oficial en el que intentó bajar el tono de la polémica. Sin embargo, la estrategia comunicacional del club terminó alimentando aún más las críticas. La institución sostiene que “no se realizó ninguna sanción disciplinaria formal” y que lo resuelto fue una “pausa” en los entrenamientos, supuestamente con el único objetivo de preservar la “integridad emocional ante posibles situaciones de hostigamiento”.

No obstante, el comunicado no desmiente los hechos ni brinda explicaciones claras sobre la decisión tomada. De hecho, ni menciona el motivo que desencadenó la sanción: la foto con un jugador del clásico rival.
Una “pausa” que huele a castigo
El texto afirma que los chicos continúan siendo parte del club, pero también confirma que fueron separados temporariamente. Llama la atención que, tras más de 50 días, la dirigencia todavía hable de una “reunión futura” con los padres para “seguir escuchando y actuando según corresponda”. En definitiva, la dirigencia leprosa dejó sin entrenar a niños durante tres meses, por una situación sin ninguna falta deportiva ni de conducta.
Mientras tanto, las familias de los chicos involucrados confirmaron a distintos medios que fueron citados verbalmente por el club tras la difusión de la imagen con Malcorra y que recibieron el aviso de que los menores no entrenarían.
¿Formación o fanatismo?
En uno de sus pasajes, el comunicado subraya que “Newell’s trabaja por un fútbol infantil sano, formativo y respetuoso” y que la institución tiene “un compromiso con la educación desde sus orígenes”. Sin embargo, las acciones concretas contradicen esa declaración de principios: lo que se transmitió a los chicos no fue respeto ni formación, sino un mensaje de intolerancia y rivalidad exacerbada.
Castigar a un niño de 9 años por sacarse una foto con un futbolista —más allá de la camiseta que vista y a pesar que en la foto está vestido de civil— no solo atenta contra el espíritu deportivo, sino que reproduce una cultura del fanatismo desmedido, incompatible con la pedagogía que se espera de cualquier institución formadora.
Un daño difícil de reparar
La dirigencia de Newell’s parece haber subestimado el impacto emocional de este episodio. La sanción, por más que ahora se la quiera presentar como una “pausa”, fue leída por los chicos como un castigo injusto. Y en la formación temprana, esas experiencias no se olvidan fácilmente.
Por ahora, no hay una autocrítica por parte del club, ni un gesto de reparación pública hacia los niños y sus familias. La respuesta del club, lamentablemente, fue más propia de una lógica de hinchada que de una institución dedicada a educar deportistas y personas.
