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Opinión: «Doble fracaso y doble castigo»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Cuando todo hacía indicar que en la Argentina ya no ocurría nada, el viernes de la semana pasada dos noticias sacudieron los titulares de todos los medios nacionales: el fuerte salto inflacionario de marzo y el anuncio oficial de un nuevo acuerdo con el FMI. Durante la tarde se conoció el dato de la inflación del tercer mes del año, un 3,7%. Sin ningún lugar a dudas el número produjo sorpresa en el gran público, poco afecto a seguir la evolución de las variables económicas. Sin embargo, los analistas venían preanunciando que los relevamientos parciales y preliminares venían mostrando una notable aceleración de los precios. A ver, en enero había sido del 2,2%, para subir levemente el febrero al 2,4% (menos de un 10%). Si bien la tendencia era al alza, no generaba preocupación. El salto del 2,4% al 3,7% (un 54%), multiplicó más de cinco veces el salto anterior, por lo que se encendieron todas las luces de alerta. Paralelamente, la mayoría de las consultoras privadas pronostican números por encima del 4% para abril y mayo. Mejor ni acordarse de las promesas que hacía Caputo a mediados del año pasado, cuando aseguraba que para septiembre del 2024 la inflación se iba a ubicar en la zona del 1%. Alguno se acordaba?

No caben dudas de que la aceleración en el ritmo de crecimiento del índice general de precios significó una derrota para el gobierno. Una derrota desde lo fáctico, ya que desde las huestes libertarias se había festejado el fin de la inflación de manera anticipada y arrogante (y algo imprudente, por qué no). Repasemos brevemente los posteos de Manuel Adorni en X de mediados de 2024. El 12 de julio del año pasado tweeteó: “La inflación tiene su certificado de defunción firmado”. Luego el 14 de agosto posteó: “Saluden a la inflación que se va”. Seguramente podemos encontrar muchísimos ejemplos similares, todos en el mismo tono, dando cuenta de que para el oficialismo la victoria parecía asegurada. Todos chocaron contra la realidad. Pero además de una derrota en los hechos, es una derrota filosófico/teórica, por dos razones. En primer lugar, porque quedó evidenciado que la inflación no es, como le gusta decir  al presidente cada vez que le ponen un micrófono enfrente, “siempre y en todo lugar una fenómeno monetario, creado por un exceso de oferta de dinero”. Si eso fuera cierto, no debería haber inflación en la Argentina en un contexto de baja oferta de pesos. El segundo lugar, porque los intentos del elenco gobernante de influir en las decisiones de las empresas para que no aumentes sus listas de precios, marca que en mercados oligopólicos las reglas de la competencia perfecta no existen, por lo que es SIEMPRE necesario la presencia del Estado para regular la actividad económica.

Evidentemente, la realidad no funciona de acuerdo a las previsiones de los libros de texto, y no se puede gobernar evitando sistemáticamente hacerse cargo del ejercicio del Poder. La inflación es un proceso complejo y multicausal que requiere, por lo tanto de un abordaje acorde. Es probable, como sostienen algunos, que el orden de las cuentas públicas y algo de restricción monetaria ayuden con la contención de los precios, pero bajo ningún punto de vista son condiciones suficientes para detener una inflación. En este punto, el gobierno no sólo se enfrenta a un nuevo fracaso, sino que deberá poner las barbas en remojo, porque los sindicatos ya están el pie de guerra. Los salarios reales ya acumulan una pérdida del 4% sólo en el primer trimestre del año, con sectores puntuales que registran caídas de casi el 7%. Ante un panorama que prevé al menos dos meses de una inflación al alza, las centrales de los trabajadores están anticipando que iniciarán los procedimientos formales para la reapertura de las paritarias en las próximas semanas.

Cuando todavía no terminaban de apagarse las reacciones por el dato de la inflación, y sobre la tarde-noche del viernes, el ministro de Economía anunció la firma de un nuevo acuerdo con el FMI. En horas de la noche, y luego de la confirmación oficial por parte del organismo, el presidente se dirigió a los argentinos utilizando la Cadena Nacional a través de un mensaje grabado. Lejos del entusiasmo de otros anuncios, y rodeado del Gabinete en pleno, Javier Milei sostuvo que el nuevo crédito era una gran noticia para la Argentina, ya que significaba el inicio de la Fase 3 del programa económico. Nuestra lectura es otra. La necesidad de acudir nuevamente al Fondo no es más que la confirmación del fracaso de la gestión libertaria. De ahora en adelante el manejo de la economía está en manos de los técnicos del FMI, y lo de Caputo será una beca (mientras dure, claro). Un programa exitoso jamás hubiera necesitado del dinero del FMI. No lo digo yo, lo decía el presidente allá por febrero de 2019 (disculpen el lenguaje, pero es una copia textual de un tweet): “IDIOTA . . . en mi mundo no existe el FMI . . . Y si yo fuera gobierno no hubiera caído en el FMI porque propuse un ajuste consistente y a otra velocidad (leer PEC) . . . Así es que PEDAZO DE PELOTUDO ATÓMICO SUBNORMAL revisá lo que escribo antes de opinar lo que digo . . .”. Entonces, sinceramente, no entiendo. Es como meter un gol en contra y salir a festejarlo con hinchada.

Y claro, en el medio del sándwich estamos todos nosotros, los verdaderos “jamoncitos” (como dijera alguna vez Victoria Villarruel), los que soportamos la presión de arriba y de abajo. Somos, en definitiva los que financiamos las consecuencias de los desaguisados del gobierno. La doble derrota de fin de la semana pasada se suma a la larga lista de fracasos libertarios desde que comenzó el 2025. Y ya que hablamos de dobles, pensemos que la incapacidad de Javier Milei ya nos impuso un doble castigo: el primero es el que venimos aguantando desde hace un año y medio, y es el del ajuste permanente. Como si eso fuera poco, nos suman el castigo de la deuda, que seguramente sufriremos a futuro. Por lo cual, sinceramente, les confieso que hubiera preferido el endeudamiento desde el día cero. Al menos nos hubiéramos ahorrado el sufrimiento del ajuste, y podríamos financiar el castigo en cuotas.