Análisis
Opinión

Opinión: «Un Gobierno que pierde pie, un mundo que da la espalda»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Creo que alguna vez ya contamos esta anécdota, pero como dice Mirtha: “El público se renueva”, así que vamos otra vez. La historia transcurre en algún momento a fines de los 90 o a comienzos de los 2000. El actor Charlie Sheen y el guitarrista de Guns and Roses, Slash, están sentados en el living de una casa frente al mar, probablemente en Malibú. Hace un par de días que no durmen, y Sheen sigue consumiendo cocaína y tomando alcohol. En un momento el músico lo mira y le dice: “Charlie, tenés que parar un poco”. El actor cuenta que se sintió muy impresionado por el consejo y pensó: “Cuando Slash te dice que tenés que parar, es porque estás muy complicado”. Hoy el gobierno está recibiendo señales, no ya del arco opositor, sino de los mismos que lo acompañan desde los medios masivos y las redes sociales. Hasta Alejandro Fantino, que hoy jugaría de Slash esta historia, lanzó una alerta. Desde comienzos de año no ha tenido un momento de respiro, y no para de pegarse tiros en los pies. Como suele ocurrir en estas circunstancias, y como cantaba el Pato Carret (si me perdonan el anacronisto), está todo inevitablemente mezclado (y amplificado, claro). La interrupción de la entrevista de Milei con Joni Viale, el escándalo crypto, el papelón con Zelensky, los nombramientos de Lijo y García Mansilla por decreto, la valijera VIP, la catástrofe en Bahía Blanca, el DNU para apurar el acuerdo con el FMI, las peleas entre diputados libertarios y feroz la represión en la marcha de los jubilados. El gobierno no consigue meter un gol, luego de un 2024 que parecía dejarle el campo fértil para ganar las elecciones de medio término de oreja parada, caminando. Todas las luces amarillas están encendidas, pero el oficialismo sigue apretando el acelerador del auto que lo conduce en línea de colisión directa con el muro.

Sin embargo, un análisis más profundo, no puede focalizarse solamente en aquello que ocurre en el plano interno. Habitualmente desde estas columnas ponemos el foco en un hábito característico de la mayoría de los analistas locales y es el marcado parroquialismo de su enfoque. Es decir, la costumbre de ignorar virtualmente los factores externos cuando se construyen los escenarios de trabajo. Normalmente se tiende a pensar que Milei nos puede salvar si es un genio, o nos puede hundir si es un inútil. Milei o cualquiera, no importan los nombres. Es un grave error. Es verdad que no todo es lo mismo, y que la orientación de las políticas públicas internas establece diferencias significativas. Sin embargo, lo relevante es que se tiende a sobrevalorar las capacidades de los agentes locales de influir sobre la realidad, sin notar la importancia de incorporar a la mirada el ecosistema del tablero global. Estoy convencido de que, aunque siempre vale la afirmación, en este momento particular de la historia es urgente situar la mirada en escenario internacional para pensar las verdaderas condiciones de posibilidad de gestionar la realidad local.

Esta semana tuvimos exámenes finales de la materia Política Económica de la carrera de Relaciones Internacionales de nuestra universidad. Me gusta pensara que, si el alumno nos da lugar, un final no es necesariamente una situación perversa de evaluación a cara de perro. Es un buen momento para reflexionar y poner a jugar los conocimientos que fuimos construyendo durante la cursada. Entonces les pregunté: “Qué efectos puede tener sobre el mundo una guerra comercial como la que plantea Donald Trump?”. Inmediatamente me respondieron: “Es muy probable que el comercio internacional se restrinja”. Por lo que la siguiente pregunta fue: “Y qué efectos puede tener un freno del comercio internacional en al nivel de actividad económica global?”. Sin dudar contestaron: “Seguramente el PBI mundial crezca más lento, o no crezca”. Ambas excelentes respuestas. Luego pregunté: “Y la suba de los aranceles de los productos importados en todo el mundo, qué efecto interno podría tener en la mayoría de los países?”. Contestaron que produciría un aumento de precios, y probablemente aumentara las tensiones inflacionarias. “Bien, impecable. Y cuál suponen ustedes que será la respuesta de los bancos centrales (recuerden que la Reserva Federal es el Banco Central de los EEUU)”. Lo pensaron y respondieron: “Muy probablemente suban las tasas de interés”. Muy buena respuesta. Necesariamente la pregunta siguiente fue: “Y qué pasa cuando suben las tasas de interés en el mundo desarrollado”. Sin dudas contestaron: “En el plano económico las tendencias a la recesión fruto del freno del comercio internacional se refuerzan, y desde el punto de vista financiero, seguramente tendremos un reflujo de capitales de los países emergentes a los países centrales”. Y, claro, la pregunta final era inevitable: “Dado que el gobierno está en proceso de cerrar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario internacional, creen que es un buen momento para endeudarse”. Inmediatamente respondieron: “No!!!”. Claro, todos se daban cuenta de lo evidente: un mundo convulsionado por una guerra de aranceles, con proyecciones de estancamiento con rebrotes inflacionarios y suba de tasas de interés, no parece ser el entorno apropiado para aumentar la exposición financiera, y menos para cambiar un acreedor intraestado por un acreedor externo, que además va a imponer sus propias condiciones. Les confieso que me quedé pensando, si chicos de 19/20 años con un semestre de Teoría Económica y un semestre de Política Económica se pueden dar cuenta, nadie más en este país lo nota?