Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Finalmente, y luego de largas negociones, idas y venidas, el gobierno consiguió uno de sus últimos objetivos para 2024: garantizar que el diputado Martín Menem renueve su cargo como presidente de la Cámara de Diputados. Un puesto de importancia estratégica mayor para el oficialismo al menos por dos razones. En primer lugar porque el manejo de la dinámica parlamentaria no puede quedar en manos de un adversario. Esto, que es una verdad en cualquier circunstancia, adquiere una significación particular en un contexto en el que el oficialismo está en una situación evidente de debilidad en el Congreso. En segundo lugar, porque el presidente de la Cámara de Diputados ocupa el tercer lugar en la línea de sucesión presidencial, luego de la vicepresidenta Victoria Villarruel y el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala. Una vez definida la reelección de Martín Menem, casi como una consecuencia de ello, podríamos decir que el gobierno anunció la convocatoria a sesiones extraordinarias del 6 al 27 de diciembre. El temario, que dejó afuera el tratamiento del Presupuesto y el proyecto de Ficha Limpia, incluye la reforma electoral (eliminación de las PASO), la Ley Antimafia, el Juicio en Ausencia, mientras que a último momento se agregó una reforma del sistema de fueros. Una burda puesta en escena para un Congreso virtualmente cerrado.
Lejos de esa agenda, la economía sigue estancada. Desde casi el inicio mismo de la gestión el gobierno viene tratando de instalar la idea de que, luego de una primera etapa recesiva, fruto de los ajustes indispensables que había que llevar adelante, la economía rápidamente se ubicaría en una senda de recuperación. De hecho, los memoriosos recordarán que ya a comienzos de este año los economistas que simpatizan con el mileísmo, iniciaron una ronda de debates con respecto a la forma que tomaría la reactivación. ¿Sería una V corta? ¿Sería una U? ¿Sería una pipa de Nike? Ninguna de aquellas conjeturas parecía centrarse en las causas de la crisis. Tampoco parecían preocuparse por argumentar cuáles serían los drivers que impulsarían el despegue de la economía. Ante la evidencia de que era un debate estéril, en los últimos tiempos, la estrategia del gobierno cambió. Ahora se sostiene que, en realidad, la crisis tocó fondo allá por abril de este año y que, si bien la recuperación es lenta, ya comienzan a verse los primeros brotes verdes (si hay algo que el macrismo nos legó, son las metáforas).
La realidad muestra algo distinto, y un poco más complejo. Mientras que hay sectores como el agro, que muestran un crecimiento del orden del 40%, o las finanzas, que muestran números positivos, los demás sectores, particularmente la construcción, el comercio y la industria, todavía no registran síntomas de reactivación. De hecho, la industria es uno de los sectores más castigados, y durante la era Milei ya se cerraron alrededor de 1000 empresas, a la vez que se perdieron alrededor de 40.000 puestos de trabajo. Finalmente, los últimos datos procesados por el Indec, muestran que, al menos hasta el mes de septiembre, el consumo no da señales de recuperación. Las ventas en supermercados cayeron un 12,8% interanual, y retrocedieron un 0,4% con respecto a agosto, lo que da como resultado los peores números desde el mes de abril (cuando supuestamente habría comenzado la recuperación). Paralelamente, la industria registró en octubre una caída interanual del 2% y una intermensual del 0,8%, mientras que la construcción mostró un retroceso del 24,5% interanual y una intermensual del 4%. Evidentemente, y como suele suceder, dato mata relato.
Durante la campaña electoral, Javier Milei prometió dos cosas: 1) Iba a llevar adelante un ajuste salvaje. 2) Que ese ajuste no iba a recaer sobre la población, sino que lo iba a pagar la casta. Hoy la evidencia muestra que, al menos para el presidente, la casta eran fundamentalmente los trabajadores del sector público y los jubilados. Sí, esos mismos jubilados que, no sólo están soportando una de las licuaciones más violentas de la historia económica nacional, sino que ahora, además, tienen restringido el acceso a los medicamentos gratuitos. Pero desde hace unos días, la casta sumó dos nuevos representantes: los estudiantes extranjeros y los extranjeros que se atienden en el sistema público de salud. No voy a dedicar demasiado tiempo a las inconsistencias en los anuncios, porque la intención del gobierno es clara. Encender una gigantesca fogata y que nos tape el humo. Alimentar la sed de venganza absurda de un sector muy importante de la población para aplacar los ánimos, porque las cosas no están saliendo como se preveían.
Para cerrar. El día miércoles por la madrugada, el senador Eduardo Kueider fue detenido durante un procedimiento de rutina a poco de cruzar la frontera con Paraguay desde Brasil. Llevaba en su poder, sin declarar y en efectivo, una suma superior a los U$S200.000. Inmediatamente quedó detenido y a disposición de la justicia paraguaya. En sus primeras declaraciones públicas, el legislador aseguró que el dinero no era suyo, y que pronto las cosas se iban a aclarar. No quedan dudas de que el entrerriano se va a tener que esmerar con su explicación ante la fiscalía, porque ya todo parece muy claro. Tiene pelo, mueve la cola y ladra, es un perro. El otrora senador peronista, y hoy ferviente mileísta, tiene toda la carga de la prueba sobre sus hombros (como nota al pie, digamos que ya tenía causas abiertas por enriquecimiento ilícito y sospechas de sobornos. Como nota de color podemos agregar que es el sexto viaje del año siguiendo exactamente la misma ruta). Va a ser muy complicado desmentir lo que parece evidente: que Kueider estaba fugando el dinero que recibió, por ejemplo, para garantizar los votos oficialistas en el Senado desde, al menos, la Ley Bases. Si, la coima que seguramente se pagó con la tuya, con la mía (como le gusta decir a los libertarios), y con la de los remedios de los jubilados. Parece que mientras que se ajusta el cinturón en algunos sectores, para algunas cosas sí hay plata en la Argentina de Javier Milei.