La justicia peruana retomó este jueves una audiencia para decidir si manda a prisión preventiva a la líder opositora Keiko Fujimori, quien paralelamente lanzó una reestructuración en su monolítico partido, ahora sumido en una crisis interna.
La hija mayor del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) comparecía por tercer día ante el juez Richard Concepción Carhuancho por un pedido de la fiscalía de prisión preventiva por 36 meses, después de pasar una semana detenida por la misma causa este mes.
La transmisión por televisión, radios y redes sociales revela un notable interés por este caso en Perú. En cafés y bares, el público se agolpa frente a las pantallas, como para los partidos de Perú en el Mundial de Rusia-2018.
Pero mientras la justicia amenaza la aspiración de Keiko de ser candidata presidencial por tercera vez en 2021, ella enfrenta una sorpresiva crisis dentro de su partido Fuerza Popular (derecha populista), que domina el Congreso y fue el más votado en los comicios generales de 2011 y 2016.
Keiko, de 43 años, suspendió el miércoles los órganos directivos del partido, incluido el Comité Político, y designó en su lugar un «comité de emergencia» para enfrentar la crisis, que detonó en el peor momento para la poderosa líder opositora.
Keiko ha manejado en forma autocrática al partido desde que lo fundó en 2011, sin tolerar ningún tipo de disidencia.
Sin contemplación marginó a su propio hermano menor Kenji e hizo que el Congreso lo despojara de su banca parlamentaria en junio, tras ser denunciado por un legislador leal a ella de intentar comprar su voto. Ambos hermanos libran una guerra por el legado político de su padre.
En medio de esta crisis partidaria, Keiko adoptó un inusual tono conciliador, llamando a la «paz y el reencuentro», tras haberse mantenido beligerante desde la campaña de 2016, que perdió ante Pedro Pablo Kuczynski.
Bajo control fujimorista, el Congreso no dio tregua a Kuczynski hasta forzarlo a renunciar a la presidencia en marzo.
El desgaste causado por sus líos judiciales, sus disputas familiares y ser oposición obstruccionista, ya le pasó factura en las elecciones locales del 7 de octubre, en las que el fujimorismo no ganó ninguna de las 25 gobernaciones ni alcaldías importantes.
El partido cosechó menos del 3% de votos, mientras que en las presidenciales de 2016 Keiko había obtenido 40%.