Análisis
Opinión

Opinión: «El combo Motosierra y Licuadora parece encontrar sus límites»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Hay dos grandes tentaciones que acechan a los analistas, tanto de los fenómenos políticos, como de los fenómenos económicos y sociales. La primera es agrandarse con algún acierto, y pensar que es infalible. Es muy difícil escapar a la tentación de sentirse el nuevo Nostradamus o la reencarnación de Parravicini. A todos nos puede pasar alguna vez. Sin embargo la realidad es inasible, viscosa, y no siempre se deja atrapar. De hecho la construcción de posibles escenarios, siempre debe contemplar la posibilidad del error. La segunda tentación es la natural tendencia a imaginar que uno ha descubierto la lógica inmanente de los fenómenos, por lo cual un hecho comprobado, se convierte rápidamente en una ley natural, del mismo tenor que las leyes de la física o de la química. Lamentablemente, no siempre acertamos, ni estamos en condiciones de revelar la trama interna de la realidad, sus códigos ocultos. Desde hace algunos meses, venimos insistiendo en estas columnas con dos cuestiones que están íntimamente relacionadas. La primera, dice que la utilización de la recesión como cortafuegos de la inflación encontrará en algún punto un límite crítico a partir del cual se extinguirá su efecto. Es decir, la baja de precios tocará un piso que no podrá ser perforado utilizando los mismos instrumentos de política macroeconómica. La segunda, dice que esta recesión (construida deliberadamente utilizando el combo de motosierra y licuadora), generará daños colaterales que pondrán en cuestión la legitimidad de ejercicio del gobierno.

El último miércoles el INDEC dio a conocer la inflación del mes de agosto, que se situó en un 4,2%. Valen algunas reflexiones. Por un lado hay que decir que es el cuarto mes en fila en que se registra un estancamiento en la caída del índice general de precios, luego de la fuerte caída de abril (8,8%) a mayo (4,2%). Para no caer en una de las tentaciones anteriormente mencionadas, vamos a decir que esta tendencia refuerza la hipótesis de que el instrumental de medidas económicas parece haber encontrado su límite en la lucha contra la inflación. Es decir, si nada cambia, es poco probable que la baja conduzca a una convergencia con las expectativas del gobierno, que están en el orden del 2% mensual. Por otro lado, y sólo como dato de color, podemos decir que es el segundo mes consecutivo en el que la inflación efectiva está por encima de la proyectada por los agentes económico-financieros que participan del relevamiento de expectativas de mercado del Banco Central. Si bien no marca una tendencia, vale destacar que desde comienzos de año, y al menos hasta el mes de junio, la inflación esperada por el REM siempre había estado por encima de la medida por el INDEC. Finalmente, el número de agosto, entierra definitivamente el pronóstico del Ministro Caputo, que a finales del mes de julio aseguró que la inflación de septiembre iba a comenzar con 0 o con 1. En ese momento dijimos que era una apuesta arriesgada, que tenía más de deseo que de prognosis económica, y no nos equivocamos.

Como siempre, y en virtud de ser honestos, comenzamos hablando de la inflación, ya que según el gobierno es el tema prioritario. Sin embargo, decíamos antes, que el principal colateral de la lucha contra la inflación, era la inevitable recesión que atraviesa el país como consecuencia del combo motosierra y licuadora. El rápido deterioro del nivel de actividad económica, no sólo reciente la capacidad productiva de las empresas, sino que afecta también de manera directa el consumo masivo, como hemos venido comentando en las últimas columnas. Lo que no debemos perder de vista es que, mientras una parte de la población ve afectada su capacidad de ahorro, y un estrato por debajo, la capacidad de consumo, los sectores más vulnerables están siendo empujados a la miseria. Y esto no es un hecho que percibe sólo el pequeño porcentaje de la población que está permanentemente atento a las noticias y se interesa por la política. Según estudios recientes, la pobreza es la principal preocupación de los argentinos, y ha desplazado del primer lugar a la inflación en los últimos cuatro meses. No hace falta un análisis demasiado sesudo para concluir que, desde el momento en que se produce el último salto de descenso inflacionario, y la inflación se estabiliza en la zona del 4%, los efectos de la recesión comienzan a percibirse con mayor preocupación por parte de la población. Y hasta acá el análisis, porque determinar cuánto sufrimiento más es necesario para alcanzar el umbral del dolor social, es tarea de ángeles, no de analistas.

Para ir cerrando. El gobierno tuvo una semana con contraluces. Una dura derrota en el senado el jueves, donde se refrendó el rechazo al DNU que otorgaba $100.000 millones de gastos reservados a la SIDE, a la vez que se dio sanción a la nueva Ley de Financiamiento para las Universidades Nacionales (que Milei ya prometió vetara). Pero obtuvo el miércoles una importantísima victoria en Diputados, al conseguir el número mágico de votos que impidiera que la Cámara Alta rechazara con los 2/3 de los votos de los presentes el veto presidencial a la nueva Ley de Movilidad Jubilatoria. Sin ningún miramiento, y dispuesto a pagar cualquier costo político, LLA avanza repartió a diestra y siniestra: palos en las calles y sobres dentro de la Cámara. Una victoria pírrica, en cierto sentido, como todas las últimas del gobierno, porque mientras por un lado le garantiza tutelar un principio sagrado (en este caso el superávit fiscal), sacrifica en el camino su promesa de no volver a las viejas prácticas de la política. Quedará para la historia, el vergonzoso papelón de los diputados radicales, encabezados por el tucumano Mariano Campero, que defendió ante sus pares el proyecto de actualización de los haberes jubilatorios de su propio bloque a comienzos de junio, y luego de reunirse con Milei, decidió votar en contra de lo que había defendido hace tres meses. Como decíamos la semana pasada, más casta no se consigue.