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¿Un venadense en la Guerra Fría? La increíble historia de Alejandro


El ingeniero Alejandro Dutto emprendió una aventura extraordinaria al Atolón Bikini, un lugar históricamente devastado por pruebas nucleares

Alejandro Dutto, un ingeniero argentino oriundo de Venado Tuerto y residente en Miami desde hace más de 12 años, emprendió una aventura extraordinaria al Atolón Bikini, un lugar históricamente devastado por pruebas nucleares durante la Guerra Fría. Alejandro, apasionado por la exploración de naufragios, dedicó 18 días a esta travesía, de los cuales pasó 11 a bordo de un barco.

A pesar de que ya había explorado naufragios en lugares como la costa oeste de Estados Unidos, Canadá, el Mar Rojo, Hawaii, Panamá, Bonaire, Barbados, las Islas Vírgenes, Brasil y Argentina, Alejandro describió su experiencia en Bikini como «única e inigualable». Al llegar a Bikini, comentó al portal Infobae: «Me sentí realmente aislado del mundo ya que la civilización más cercana está a 30 horas».

El viaje hasta este inhóspito lugar no es sencillo; incluye múltiples vuelos y traslados en barco. Alejandro voló desde Miami con escalas en Denver y Honolulú, y luego tomó un vuelo de ocho horas a Kwajalein, en las Islas Marshall. Desde allí, realizó un trayecto en ferry hasta una isla cercana con una base militar estadounidense, y finalmente, un viaje en barco de 26 a 30 horas hasta Bikini. En esta expedición, el grupo de buceo estaba compuesto por ocho personas de diferentes países, sin ningún estadounidense o americano. «Éramos todos de diferentes países. No había ningún estadounidense ni americano. Hasta el momento, no encontré registro o historia de algún otro argentino que haya buceado en estos naufragios”, admitió Alejandro tras hacer su sueño realidad.

Antes de sumergirse en las aguas del atolón, Alejandro y su grupo caminaron por la playa para filmar y documentar el entorno. El paisaje era imponente con arena blanca, aguas azules transparentes y playas adornadas por cocoteros. Sin embargo, Alejandro advirtió sobre los peligros de la radiactividad en la isla, afirmando: «Hasta los cocos están radiactivos. Sabíamos que estábamos más seguros en el fondo del mar que en la orilla».

El atolón Bikini, ahora una isla radioactiva y fantasma de apenas 6 km² de superficie, fue testigo de 23 pruebas nucleares entre 1946 y 1958. La más destructiva fue la bomba atómica arrojada el 1 de marzo de 1954, cuya fuerza fue 7.000 veces superior a la de Hiroshima. Estas pruebas dejaron niveles de radiación más altos que en Chernóbil y Fukushima.

Las aguas que rodean Bikini están llenas de restos de embarcaciones, incluyendo el portaaviones USS Saratoga y el HIJMS Nagato, desde donde se ordenó el ataque a Pearl Harbour. Estos buques yacen en el lecho marino a profundidades que varían desde los 21 hasta los 55 metros, fuera del alcance del buceo recreativo estándar. Alejandro describió su inmersión hasta el Saratoga como una experiencia surrealista, destacando los tonos marrón oxidado que contrastan con el azul del océano y la sorprendente biodiversidad coralina formada sobre los naufragios. «La vida acuática floreció muchísimo, pero también me llamó la atención la cantidad de tiburones que había”, agregó.

Aunque las expediciones de buceo a Bikini son exclusivas, costosas y requieren buzos técnicos experimentados, Alejandro expresó su asombro ante la vida acuática floreciente y la abundancia de tiburones en la zona. Este lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, representa tanto un recordatorio de la devastación nuclear como un inesperado santuario silvestre protegido por su propia toxicidad.