Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
Luego de un breve veranito de 48 horas, el dólar blue volvió a retomar la senda alcista a mediados de semana, para cerrar luego alrededor de los $1.450. Nunca desde esta columna le asignamos demasiada importancia a la cotización informal, dado que es un mercado con escasa profundidad y se puede desestabilizar con un volumen muy bajo de divisas, pero en este contexto es un dato a tener en cuenta. El hecho es que, los que le están dando la espalda al gobierno, eran precisamente aquellos con los que Milei contaba como principales aliados. Está claro que el gobierno viene errando el diagnóstico, y optó por enmascarar el síntoma. Es decir, no atacar la causa del problema, sino borrar las manifestaciones fenoménicas del mismo: sube el dólar, tratemos de bajar el precio del dólar a como dé lugar. No debería asombrarnos, Luis Caputo, durante su gestión como presidente del Banco Central durante el gobierno de Mauricio Macri, tomó la misma decisión aún en contra de la voluntad del FMI, e intentó utilizar las reservas para calmar el tipo de cambio. La jugada no le salió bien. Incluso con todo el arsenal de dólares con que contaba el Central en ese momento, se fue en medio de una corrida, a tres meses de haber asumido. Si, el Maradona de las finanzas, ya tiene un fracaso registrado en su pelea por apaciguar las fuerzas del mercado cambiario.
Paralelamente, los papeles argentinos continuaron su caída, mientras que el Riesgo País se ubica firme en la zona de los 1.600 puntos. No son precisamente las noticias que esperaba el gobierno, aunque debieron haberlo hecho. El cambio de política monetaria y cambiaria fue anunciado durante el fin de semana pasado vía redes sociales por el presidente, luego el Ministro de Economía, y posteriormente por el Secretario de Finanzas, Pablo Quirno. El modo de comunicación no sólo le restó seriedad al anuncio sino que, además, el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, ni apareció en la foto. Otra vieja maña de Caputo, que replica lo que hiciera el 28 de diciembre de 2017, cuando con Marcos Peña y Nicolás Dujovne, le intervinieron el Central al entonces presidente, Federico Sturzenegger.
Sin ponerse colorados, los libertarios le están pasando por encima a todos los postulados que sostiene el credo de la Escuela Austríaca. Intervienen mercados, pisan variables, aprietan empresarios, aumentan impuestos, aplastan las disidencias internas y persiguen a opositores. Porque en definitiva, este no es un gobierno libertario, sino un gobierno autoritario, como bien lo marca Jaime Durán Barba en un artículo publicado el sábado pasado en el diario Perfil. Un gobierno donde no hay el más mínimo espacio para la crítica, y aquel que se atreve a aventurarse, es condenado al ostracismo por traidor. Los números hablan: ya son más de 50 las renuncias de funcionarios en siete meses de gestión. A ellas habría que sumarle, además, las bajas en el Consejo de Asesores del presidente: Carlos Rodríguez, Fausto Spotorno y en el día de ayer, el empresario Teddy Karagozian. Ni hablar de Diego Giacomini, íntimo amigo de Milei y con el que escribieron cuatro libros juntos, tratado por el primer mandatario casi como un enemigo.
En este punto, pensar que la libertad es el valor supremo del primer gobierno libertario sería un grave error. La libertad es negociable, como la dolarización, la eliminación del Banco Central, o la Ley Ómnibus. Tan negociable es la libertad, que incluso están dispuestos a violar la libertad de empresa, si los precios de mercado no se ajustan a sus expectativas del equipo económico, como cuando se liberaron los precios de las prepagas, se fueron a las nubes, y el gobierno salió a regularlos. Tan negociable es la libertad que cuando los precios se resisten a amesetar su ritmo de crecimiento, el ministro de Economía sale a presionar a los empresarios, con el argumento de que no hay razones para que continúen subiendo. Tan negociable, en fin, que cuando el dólar blue se escapa, el dólar de la libertad de los héroes que escapan de las garras del Estado, el gobierno sale a vender las divisas del Banco Central que no tiene para parar la corrida. En fin, la libertad está en venta siempre que los mercados se obstinen en poner en cuestión la marcha de la gestión. Como afirmó Manuel Adorni en una reciente conferencia de prensa (cito textual): “El capitalismo prevalecerá por sobre aquellos que quieren imponer una agenda (suenen tambores), CONTRARIA A LA NATURALEZA HUMANA”. Si, como lo escucharon. Como se imaginarán, intentar explicarlo es más una tarea de un profesional de la salud mental que de un pobre politólogo devenido en comentarista económico.
Sin embargo, tampoco es la naturaleza humana el valor supremo de La Libertad Avanza. No señor. Para este gobierno existe un sólo principio sagrado: no se puede discrepar con el presidente. No importa si Milei dice que estamos en el Hemisferio Norte, o si niega la Ley de la Gravedad. No importa si publica informaciones falsas o si comete un error. Es así, nadie discute con el presidente. No importa si insulta a un presidente extranjero, a una cantante o a las dos cámaras del Congreso. No importa si en campaña dice que se va a cortar un brazo antes de aumentar un impuesto y apenas asume hace todo lo contrario. Milei y su troupe de sijavieristas, comandada por el incalificable de Adorni, están convencidos de que la única verdad ya no es la Realidad (como decía El General), sino que es aquello que emana de la boca (o del Tweet) del presidente. Ya lo dijo Giacomini, que lo conoce mucho, Javier Milei “se siente un elegido”, por eso no entiende como alguien puede atreverse a discutir con el representante de las fuerzas del Cielo en la Tierra.