El conductor escribió el libro “No va más” para contar cómo transita su pelea contra la ludopatía
Nicolás Cajg, conocido popularmente como Cayetano, escribió el libro “No va más” para hablar de su adicción al juego y de cómo influyó profundamente en su vida.
El conductor de “No trates de entenderlo”, por Radio Metro 95.1, calificó como “nefasta experiencia” a lo que le tocó transitar durante los últimos años por culpa de su adicción. “Soy un jugador compulsivo recuperado. O en eso estoy. Ahora, con una dura lección de vida aprendida y después de haber perdido mucha plata y muchos afectos, puedo contar mi historia”, aseguró.
Durante una entrevista con Newsweek, el conductor reveló que “todo arrancó en un Bar de Villa Crespo. Ahí me juntaba con amigos y jugábamos entre nosotros. Por plata, obviamente. A veces nos íbamos a algún casino también, e incluso llegamos a irnos en auto hasta Mar del Plata solamente para apostar. Por supuesto, nos volvíamos sin nada. Pero todo escaló o, mejor dicho, se desbarrancó, cuando llegaron las apuestas deportivas. Cuando empecé, no era como ahora que todo es legal: había que apostar a través de un intermediario, y empecé a endeudarme sin límite”.
Las apuestas se apoderaron de sus pensamientos: “Solo pensaba en jugar. Iba a reuniones con amigos o familiares, pero yo estaba mirando la tele o siguiendo un partido por internet; me encerraba en el baño para apostar; no le prestaba atención a mi novia mientras comíamos. Las apuestas deportivas te arruinan de verdad”.
Sus pérdidas económicas fueron muy grandes: “Nunca hice el cálculo, pero supongo que en total habré perdido el valor de tres departamentos. Sí, así como suena. De hecho, no solo el valor de un departamento. El día en que toqué fondo fue cuando directamente le entregué las llaves del departamento de mi abuela al tipo al que le debía exactamente lo que costaba la propiedad. ¡Era el departamento de Villa Crespo que había heredado de mi abuela, que era sobreviviente de Auschwitz! Ni siquiera recuerdo a cuánto lo tasaron, pero era entre US$ 60.000 y US$ 80.000. Y me acuerdo que eso era exactamente lo que le debía a esa persona. Así que literalmente le entregué las llaves. Todavía siento una culpa enorme por eso”.
“Fueron años de mentiras. De estar, pero no estar. Del miedo a que me reconocieran mientras apostaba en algún casino, porque en esos años tenía mucha exposición por mi trabajo en la radio. Pero con las apuestas deportivas era invisible y no tenía limitaciones. Tampoco tenía la cabeza puesta en la radio: mientras estábamos al aire mi mente estaba en el fútbol de Chile, en el el vóley de China o lo que fuera. Tampoco tenía la mente en mis afectos: perdí varias parejas por esta adicción. Una novia que tuve, por dar solamente un ejemplo, me recriminó no haberle contado mi problema. Y me dejó. Como me fue dejando mucha gente en la medida que yo también los iba dejando por el juego. Ese día en que entendí que tenía que entregar las llaves del departamento de mi abuela para saldar mis deudas de juego, realmente toqué fondo. Ese fue mi ‘no va más’”, confesó.
Cuando supo reconocer que tenía un problema, lo habló con su familia y obtuvo el apoyo necesario para poder iniciar su recuperación. Saldó sus deudas y se propuso iniciar de cero, con la ayuda de sus padres que comenzaron a administrar sus cuentas: “Volví a ser como un nene al cuidado permanente de sus papás. Y hoy les estoy eternamente agradecido, porque no podría estar acá si no hubiera sido por su ayuda, por su amor y por haberme demostrado que no estaba solo. Realmente soy muy agradecido por la familia que me tocó”.
Además, recibió ayuda profesional en “Jugadores Anónimos” y cuando comenzó a dejar el juego de lado fue que decidió empezar a contar su historia con el fin de que su testimonio sirva para aquellos que aún estaban atrapados en esa adicción.
“Es un infierno silencioso. Nadie puede ver tu angustia, tu ansiedad, lo que pasa por tu mente. Una vez estaba almorzando con un deportista y me llamó la atención que estaba mirando un partido que no podía interesarle a nadie más que a los hinchas de esos equipos. Se levantaba para ir al baño, volvía, se paraba, estaba tenso. Le pregunto: ‘¿Apostaste, no?’. ‘Nada que ver’, me contestó. Pero insistí y terminó confesando que sí. Lo reconocí porque yo estuve ahí. Hoy, a la distancia, puedo reírme de estas situaciones, pero en ese entonces no tenían nada de gracioso. Era un drama del que no podía salir. Algo triste. Por mi manera de ser, a veces recuerdo estas cosas y me río, pero realmente es para llorar… Escribir este libro o dar una charla son maneras que encuentro para sentir menos culpa por las cagadas que me mandé. No cambia nada, pero a lo mejor puedo ayudar a que algunas personas no lleguen a lo que llegué. El departamento de mi abuela lo voy a recuperar. Averigüé que fue vendido varias veces y estoy cada vez más cerca. Lo voy a recuperar y se lo voy a regalar a mis hijos. Para ser franco, creo que no existe la recuperación; existe la lucha permanente para no recaer. Seré un ludópata toda mi vida. Sin embargo, aprendí que en un momento hay que decir ‘basta para mí’”, concluyó.