Opinión

Opinión: «En la vida política argentina hay un antes y un después de Milei»


Opina Carlos Alberto Duclos

Por Carlos Alberto Duclos – CLG

¿Ganó Javier Milei o perdieron los representantes de la política tal como se conocía? No es lo mismo, por cuanto ganar por mérito propio no es igual a ganar por desmérito del adversario. Y aquí se ha dado esto último.

La otra pregunta que cabe formular es: ¿a dos meses de Gobierno mileísta ha cambiado algo en lo referente a condiciones de vida de la gente? Y la respuesta que da la realidad es que no, que no solo nada ha cambiado, sino que algunas cosas (gracias al shock económico aplicado, a la libertad irrestricta para fijar precios, al aumento de servicios, a la licuación de los salarios de activos y jubilados) han empeorado. Por eso el respaldo de las urnas está en cuarto menguante. Muy pocos han firmado un cheque en blanco.

La clase media y los jubilados son los patos en esta boda política llena de divorcios prematuros y preocupantes. Divorcios, porque el Gobierno se ha enfrentado, haciendo alarde del respaldo que los ciudadanos le han dado en las urnas, no solo al kirchnerismo, sino a los propios aliados, a los gobernadores, a los gremialistas y a cuanto se le quiera plantar para decir que este ajuste, este programa, así realizado, conduce a buena parte de la sociedad hacia el abismo.

La verborragia agresiva del presidente (como si aún estuviera en campaña), o la reciente y sorpresiva expresión despectiva de su ministra Patricia Bullrich, sosteniendo que en Chubut “no vive nadie solo un millón de guanacos”, son lamentables paradigmas de mediocridad y rompimiento de diálogos y consensos indispensables y determinantes para salvar la profunda crisis existente.

Y la verdad es que tal confrontación, amplia, parece importarle poco al Gobierno. ¿Inmadurez o falta de talento político? Posiblemente no, posiblemente el nuevo poder instalado en Argentina sabe muy bien lo que es una certeza indubitable: enfrente hay dirigentes que ya no son representativos, que no son creíbles, y que incluso algunos cuando despotrican lejos de socavar los cimientos del poder los hacen más firmes. Enfrente hay poco y nada.

El problema político para el Gobierno surgirá, si persiste en este plan de ajuste que hace añicos el poder adquisitivo de la gente, cuando aparezca un nuevo espacio político en el que confluyan personas de reconocida honestidad y talento (incluso de diversos partidos) con ideas y propuestas concretas, que sostengan que hay que equilibrar las cuentas sin asfixiar a la gente; que la salida es la seguridad jurídica para atraer inversiones y no el agravio grotesco y la división; que la seguridad, la salud y la educación merecen un plan serio, profundo, consensuado y puesto en acción, y que la ignorancia y la pobreza (que conviene a muchos para lograr el poder y establecerse en él) no son bienvenidas en un país que lo tiene todo, menos la empatía de muchos de sus dirigentes, menos la consideración solidaria de que los argentinos merecen una vida digna.

Los últimos meses del año 2023 y los primeros del 2024 son muy ilustrativos, pareciera que expresan que hay un antes y un después en la vida política, y la dirigencia que no acepte esta realidad y no se transforme, estará condenada. Cada vez en el país hay más gente independiente, que no quiere seguir a un rebaño comandado por los pastores de siempre (del color que sean) ni volver al pasado.