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Una rosarina, la donante número 1.000 de médula ósea en el país


Por Ariana Operti

La historia de Ileana Perucchi es de esas que merecen ser contadas. Las casualidades de la vida hicieron que, casi sin darse cuenta, un “trámite” que realizó hace más de un año la llevara a colaborar en el tratamiento de la enfermedad de alguien que ni siquiera conoce, pero que necesitaba médula ósea. En un gesto de puro amor y solidaridad, esta mujer se convirtió en la donante no emparejada número 1.000 de médula en el país y, por ello, CLG se contactó con ella para conocer de cerca los pormenores de este hecho.

Ileana nació en Rosario y se crío en Posadas desde muy chica. En su adolescencia regresó a la ciudad, donde su madre transitó una enfermedad hasta que falleció. Tenía leucemia y en su momento, en 1996, los avances médicos no eran como los actuales. Luego de esta pérdida, la familia volvió a Misiones, donde se instaló definitivamente.

Con el paso de los años, nunca se le cruzó por la mente anotarse en el registro de donantes de médula ósea. Pero la primera vez que le preguntaron si quería hacerlo, no lo dudó: “Fui a donar sangre hace poco más de un año para un nene que no conocía, pero por el que pedían en un grupo de WhatsApp. Yo suelo dar sangre y, en el hospital, la señora que me sacaba la muestra me preguntó si formaba parte del registro de médula. Le dije que no y me anoté”.

Perucchi relató que luego de la explicación de la mujer dio su conformidad para ser donante y tras el “trámite”, como lo definió, se olvidó del tema. “Uno se anota y tal vez nunca le toca”, agregó.

Un llamado a principios de julio hizo que recuerde el acto que había realizado en el Hospital Madariaga. Desde Incucai, le consultaron si era efectivamente ella quien se había anotado y si continuaba con la intención de donar médula. Luego de repetir que su propósito seguía siendo el mismo, le contaron que “había una persona con más de un 90% de compatibilidad” con ella y necesitaban que se haga los estudios para ver si la muestra era realmente de ella.

Se realizó los primeros análisis y, al comprobar la compatibilidad, le comentaron que la donación debía ser “sí o sí” a través de médula y no por sangre. “Si bien no te dan datos, ahí razoné que seguramente se trataba de un chiquito, porque por lo general siempre les realizan la donación de esta manera”, continuó.

Fue así entonces que la decisión, que ya tenía tomada, se volvió más fuerte aún: “Pensé en los papás de esa criatura. Yo soy mamá de dos nenas, y cuando se enferman por alguna pavada una se desespera y no sabe que va a pasar. Entonces pensé en su desesperación porque tal vez no tenían la posibilidad de donarle ellos”.

Luego de realizarse nuevos estudios en Buenos Aires, le dieron la fecha en la que necesitaban que se presentara para realizar la donación. Le consultaron algunas veces más si no se arrepentía, para en todo momento estar seguros y le aclararon que si decidía hacerlo, tenía “por favor” que avisar con tiempo. “Yo ya había tomado la decisión y estaba firme”, contó.

La donación

El día que debía ir al quirófano viajó con su esposo y a las 6.30 de la mañana se internó. Dos horas después comenzó el proceso de donación y otras dos horas más tarde, regresó a la habitación. “A los dos días ya me dieron el alta, y desde siempre pude alimentarme y levantarme”, manifestó.

“No podía creer que había pasado algo. No sentía dolor ni molestias. Nada más tenía un par de vendas en la espalda, porque me hicieron dos punciones. Me habían dicho que podía tener dolores, pero realmente no sentí nada. Sí un poco de cansancio, pero apenas porque a los dos días ya estaba trabajando y haciendo vida normal. La atención fue excelente en todo momento”, expresó.

Ya en Posadas, Perucchi intenta no pensar en cómo resultó la donación para la otra parte: ”Aunque no quieras, vos creas un vínculo con esa otra persona. Por eso no te deben decir los resultados en el momento, para preservar a cada uno”.

Luego, deseó: “Ojalá esté saliendo todo bien. Hay mucha gente que está poniendo energía positiva por esa criatura. Dentro de tres meses me lo van a decir. Y dentro de un año se liberan los datos. Si uno de los dos no quiere conocer a la otra persona, tiene todo el derecho de no hacerlo”.

La importancia de donar

“Es algo tan fácil y que está a la mano de todo el mundo. Se puede salvar una vida”, remarcó Ileana, quien quiere que con su testimonio la gente comprenda cómo es la experiencia y “pierda el miedo”.

Eso ya funcionó. Muchos le hablaron y la invitaron a participar de jornadas de donación de sangre y registros de médula ósea. Sin embargo, cree que todavía falta: “La gente tiene cierto prejuicio y recelo con respecto a la donación. Esto es distinto a donar un órgano. Si bien tiene sus riesgos, es algo que no todos lo saben y para mí fue una excelente experiencia, pero hay muchos que tienen miedo”.

“A mí me tomó solamente una hora y media, más un día de viaje. Y la satisfacción posterior a esto, porque todo el mundo me dijo cosas lindas, es altamente gratificante”, concluyó.