Nacido en el partido de San Martín el 28 de abril de 1972, mostró tempranamente vocación por la política, dando sus primeros pasos en la Ucede de Álvaro Alsogaray cuando cursaba sus estudios secundarios
A los 51 años y en la plenitud de su carrera, Sergio Tomás Massa tiene en este 2023 la oportunidad de ser Presidente de los argentinos, su máximo deseo y anhelo político.
Esperó toda su vida para este momento, y llega en condiciones que antes se le venían negando por distintas razones: es el elegido por Cristina Kirchner, la dueña de la mayoría de los votos de Unión por la Patria, y tiene el acompañamiento de todo el peronismo institucional, desde la CGT y los gremios, pasando por los gobernadores e intendentes, y hasta buena parte de la militancia kirchnerista y de los movimientos sociales que todavía -aún hoy- lo recela por su pasado.
¿Qué fue lo que cambió para pasar de ser «un traidor» a la causa a ser el encumbrado presidencial de un marco de alianzas tan amplio?
Muchas cosas. Para empezar, en 2019 y después de seis años de una aventura política personal que no dio los frutos esperados, el líder del Frente Renovador volvió al redil peronista para apoyar la candidatura presidencial de Alberto Fernández, con Cristina Kirchner como vice en la nonata alianza del Frente de Todos.
Fue un eficiente titular de la Cámara de Diputados -donde cuidó celosamente su relación con el kirchnerismo- hasta que hace exactamente un año, con la economía desbocada y los mercados fuera de órbita a raíz de la intempestiva renuncia de Martín Guzmán como ministro de Economía, le tocó agarrar «la papa caliente» -al decir de Cristina Kirchner- y tranquilizar una área que estaba al borde de una crisis terminal.
Para Massa, que se había calzado el uniforme de piloto de tormentas, la crisis representaba una oportunidad para mostrar aptitudes de buen gestor y así perfilarse como el mejor presidenciable del Frente de Todos.
Se programó aquel rumbo en su GPS político, y prometió una serie de metas a plazos determinados, en una suerte de prueba de fuego para su objetivo de ser el candidato del peronismo.
El primer compromiso era bajar la inflación. Prometió llegar a abril de este año con 3 puntos porcentuales. Falló y por mucho. En el año en que trascurrió su gestión al frente de Economía se crearon 2 millones de nuevos pobres, la devaluación oficial fue del 110% y la inflación interanual se ubica en el 117%.
Pese a que una gestión con esos indicadores contraindicaba la opción de elegir como candidato al ministro de Economía, con el paso del tiempo quedó al desnudo la escasez de cuadros políticos con alto perfil y grado de conocimiento en el Frente de Todos.
Con Cristina Kirchner autoexcluida de la grilla con el argumento de su «proscripción» y Axel Kicillof embarcado en su reelección bonaerense, se barajó la opción de Eduardo «Wado» de Pedro.
De hecho, el ministro de Interior estuvo a punto de ser designado, y hubo una fallida puesta de escena con Juan Manzur como vice para probar si la fórmula levantaba vuelo. Pero terminó siendo el lanzamiento de un globo de ensayo que no convenció a casi nadie.
En cuestión de horas de negociaciones febriles, en una parábola extraña casi sin precedentes en la historia política, la opción Wado cayó en desgracia y otra vez la bolilla recayó en Massa, avalado por gobernadores, la CGT y el aval de Alberto Fernández que aceptó sacrificar su quien era su precandidato, Daniel Scioli. .
Cristina Kirchner valoró «las agallas» y «el coraje» que mostró en su momento el ministro de Economía para tranquilizar a los mercados tras la salida de Guzmán, y pasó por alto los magros indicadores económicos de su gestión.
En fórmula con Agustín Rossi, buscará ser el precandidato individual más votado en las PASO -que lo tendrá disputando la interna con Juan Grabois, para luego crecer en las elecciones generales.
Sin más lealtad que a su propio proyecto de poder, finalmente el ex intendente de Tigre se enfrentará al máximo desafío de su carrera, e intentará llegar a la cima de un camino sinuoso que siempre tuvo como combustible su enorme ambición política.
Como credencial, Massa tiene en su haber una cartera de contactos envidiable, que le permite moverse con liviandad por la Embajada de Estados Unidos, por foros empresariales, salones elegantes de la alta sociedad, y «meetings» con banqueros y representantes de fondos de inversión.
La habilidad para los contactos personales, inclusive para estrechar lazos de suma confianza con aquellos con los que estaba distanciado y que en un primer vistazo no comparten casi nada en el plano ideológico, como Cristina y Máximo Kirchner, lo conjuga con aptitudes que le permiten llegar a los sectores populares, con mayor énfasis en las clases medias.
El pragmatismo, la plasticidad y la cintura a la hora de tomar decisiones -combinando ortodoxia y heterodoxia económica según las circunstancias- son otras de las características salientes del «superministro», quien en este momento de madurez política y habiendo pasado por cargos de suma relevancia en la función pública, se jacta de ser un avezado conocedor de cada palanca y botonera de gestión del Estado.
Una trayectoria política en zigzag
Nacido en el partido de San Martín el 28 de abril de 1972, Massa mostró tempranamente vocación por la política, dando sus primeros pasos en la UCEDE de Álvaro Alsogaray cuando cursaba sus estudios secundarios. Su ambición lo llevó a presidir la rama juvenil de ese partido liberal de derecha entre 1994 y 1996.
Estudió abogacía en la Universidad de Belgrano, pero interrumpió sus estudios en 1994 cuando le quedaban algunas materias.
Retomaría recién en 2012 y logró recibirse en 2013, cuando ya era intendente de Tigre, el lugar que eligió para vivir junto a su esposa Malena Galmarini, a quien conoció en 1996.
En 1996, con el peronismo cooptado por las ideas neoliberales, Massa trabajó en una subsecretaría del Ministerio de Interior del Gobierno menemista. Llegó hasta allí con la ayuda del dirigente sindical Luis Barrionuevo.
Luego fue asesor de Ramón «Palito» Ortega cuando se desempeñó como secretario de Desarrollo Social entre 1998 y 1999.
El primer cargo legislativo lo ocupó en 1999 cuando ganó un escaño como diputado bonaerense, siendo el legislador más joven de la historia de la cámara con 27 años. .
Luego de la crisis de diciembre 2001 que se llevó puesto al Gobierno de Fernando de la Rúa, y la seguidilla de presidentes que sobrevino en esos días, asumió en la Casa Rosada Eduardo Duhalde, quien lo designó a cargo de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), en virtud de una recomendación de su suegro, Fernando Galmarini. En su llegada a la presidencia, Néstor Kirchner lo ratificó en ese cargo, que ejerció hasta fines de 2007.
Con el sello de un partido local, aunque aliado al Frente para la Victoria, Massa fue elegido intendente de Tigre en el 2007, en un distrito históricamente esquivo al peronismo. Al poco tiempo, en julio de 2008, se pidió licencia en la alcaldía de esa ciudad del norte del conurbano para asumir como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, en reemplazo de Alberto Fernández, quien había renunciado.
Tras ser incluido en contra de su deseo personal como candidato testimonial en la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires del Frente para la Victoria, la cual sufrió un duro traspié electoral en aquel 2009, renunció al cargo de jefe de Gabinete en medio de tensiones fuertes con Néstor Kirchner, y volvió a refugiarse en Tigre.
En 2011, Massa fue reelegido en ese distrito con más del 73% de los votos con su partido vecinalista, aunque todavía con el apoyo del Frente para la Victoria.
Sin embargo, las diferencias con el kirchnerismo eran inocultables y en paralelo a la caída en la imagen del Gobierno de Cristina Kirchner fundó en 2013 su propio partido junto a un grupo de intendentes afines: el Frente Renovador.
En uno de los tantos vuelcos políticos de su carrera, rompió definitivamente con el Gobierno y encabezó la lista con la que le ganó al kirchnerismo los comicios de ese año, convirtiéndose en el principal líder de la oposición junto a Mauricio Macri.
Éste último, que no tenía presencia territorial en la provincia de Buenos Aires, le brindó su apoyo a Massa e inclusive logró colar algunos candidatos propios en la lista del Frente Renovador.
Si bien conservaron una buena relación, la ambición de ambos opositores por llegar a la Casa Rosada en 2015 los terminó dividiendo en aquellos comicios que también tenían en cancha a Daniel Scioli por el Frente para la Victoria.
La ansiedad de Massa por acortar los tiempos para llegar a la cúspide del poder le jugó una mala pasada en ese año. Obtuvo el 21,39% de los votos en las elecciones generales que catapultaron a Macri y a Scioli al balotaje. «Voy a barrer con los ñoquis de La Cámpora», llegó a decir en esa campaña, una frase que sigue repiqueteando en el ambiente político hasta estos días.
Los votos del tigrense, que llamó a votar en contra del peronismo en la segunda vuelta electoral, fueron vitales para que el entonces jefe de Gobierno porteño se consagrara como nuevo presidente cortando una hegemonía de 12 años de gobiernos kirchneristas.
El líder del PRO le devolvió el favor a Massa llevándolo en enero de 2016 en la comitiva presidencial que viajó al Foro Económico Mundial en la ciudad suiza de Davos. Allí, Macri lo presentó como el líder de la oposición, e incluso se animó a anunciar un nuevo modelo de alternancia gubernamental entre Cambiemos y el «peronismo racional», un eje que el jefe del Frente Renovador era llamado a liderar en contraposición al kirchnerismo.
En 2017, se candidateó para el Senado por la alianza «Un País» que había conformado con Margarita Stolbizer, pero perdió estrepitosamente contra Cambiemos y Unidad Ciudadana obteniendo apenas el 11,32%, en lo que fue uno de los golpes más fuertes de su carrera política. .
En 2018 endureció su discurso hacia el Gobierno de Cambiemos a medida que la gestión gubernamental llevó al país a una crisis financiera, económica y social que empezó a provocar síntomas de hartazgo en la sociedad.
El retorno al peronismo y el crecimiento de su influencia política dentro del Gobierno del Frente de Todos llevaron a Massa a otro nivel: «superministro» y «candidato de unidad» de Unión por la Patria.