Florencia Cahn, médica investigadora y especialista en vacunas, hizo hincapié en la necesidad de incorporar la voz de los pacientes y acompañarlos al abordar sus enfermedades
Por Celina Abud (*) – Integrante de la Red Argentina de Periodismo Científico – Télam
La presidenta argentina de Vacunación y Epidemiología (SAVE), Florencia Cahn, afirmó que en un escenario de avance acelerado de la inteligencia artificial (IA) con sus diversos ámbitos de aplicación, entre ellos la salud, a los profesionales de la medicina los tiene que «diferenciar la empatía» e hizo hincapié en la necesidad de incorporar la voz de los pacientes y acompañarlos al abordar sus enfermedades.
Médica, madre, paciente, amiga, especialista en vacunas, hermana, investigadora, hija, como todas las personas Florencia Cahn tiene mil facetas, sólo que su especialidad la llevó durante la pandemia a tener una mayor exposición pública por conformar la mesa de expertos que asesoró al Gobierno mientras atravesaba un duro momento personal, situación que decidió contar en el libro «Yo médica, Yo Paciente» en el que además plantea la necesidad de una práctica profesional con más empatía.
Además de presidir la SAVE, Florencia Cahn atiende a pacientes con VIH, es directora de la división de vacunas de Fundación Huésped, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y desde la pandemia, tiene una popular columna radial para informar a la comunidad.
«Mi vida es un excel», suele decir para definir su rutina. Pero incluso ese tipo de archivos se desconfiguran.
Por fuera de su trayectoria profesional, en su libro «Yo médica, yo paciente» (Paidós) narra su historia de vida (que es también su historia clínica) y cómo en el momento más álgido de la pandemia atravesó durísimos momentos personales, como pasar por el quirófano. Además, tuvo que procesar diferentes situaciones en el ámbito familiar, muy difíciles de sobrellevar. Todo, con la exigencia extra de investigar y también de comunicar en uno de los momentos sanitarios más extremos del país y del mundo.
«Escribí este libro con el corazón en la mano. Siento que no me guardé nada, que conté todo con mis palabras. No soy escritora ni tampoco pretendo serlo, pero puedo decir que este texto es genuino», dijo la profesional a Télam-Confiar sobre el libro, en el que también reflexiona sobre la práctica médica actual, añade fichas informativas y hasta desmitifica que la portación de apellido (su padre es el infectólogo Pedro Cahn) facilite el camino.
—¿Cómo surgió la idea de escribir un libro y cuándo sentiste que tenías que cambiar de rumbo en la escritura y hablar de vos como paciente?
—Con mi columna radial «Diga 33», en el programa Perros de la calle de Andy Kusnetzoff, obtuve una visibilidad que como infectóloga no hubiera tenido. Por ese espacio me conocieron y me contactaron de la editorial Paidós (Grupo Planeta). La oferta llegó a fines de 2020, cuando yo estaba como investigadora principal del estudio de la vacuna Covid-19 de Sinopharm en la Argentina. La propuesta inicial era escribir un libro basado en diez de mis columnas. Pero cuando todavía no terminaba de configurar el proyecto en mi cabeza, me empezaron a pasar una serie de cuestiones como paciente. Me vi en ese doble rol y pensé que eran dos caras de la misma moneda. Por lo que me pasó y por cuestionamientos que me venía haciendo sobre el sistema de salud, llegué a la conclusión de que no sumaría escribir un volumen con 10 capítulos sobre enfermedades infecciosas, porque todo está en Google, todo está escrito. Entonces me pareció más interesante contar esta historia, que no es ninguna verdad de nada, pero es mi historia. Un recorrido en el que por dos años me pasaron muchas cosas como médica y paciente. Además, nada de lo que digo lo van a encontrar en Google, porque si bien las redes son buenísimas, hay temas que allí no toco. El proyecto inicial mutó en este libro que me llena de orgullo.
—Como lectores nos enteramos que durante la pandemia, mientras formabas parte del comité de expertos, transitabas situaciones muy duras a nivel personal. ¿Cómo fue lidiar con este escenario, en el que además se sumaban los trolls?
—La pandemia nos atravesó a todos, nadie la pasó bien y tratamos de sobrevivir de la mejor manera posible, pero fue muy complejo. En el libro hay un capítulo llamado «Locura doméstica», en el que cuento este doble rol: el de madre de una hija (aún en el jardín) y de un hijo, que estaban escolarizados y que tuvieron que cambiar su forma de aprendizaje hacia el zoom, y el de especialista, con cien pedidos de entrevistas diarios en mi celular. Con mis compañeros de la SAVE y de la SADI nos dijimos: «Tenemos que salir a hablar nosotros porque si no va a salir a hablar cualquiera y van a decir cualquier cosa». En ese momento tuvimos la ingenuidad de pensar que si nosotros dábamos la mayor cantidad de notas posibles, íbamos a evitar que saliera gente a decir pavadas o fake news, pero salieron igual. No dimensionamos la situación, porque aunque pareciera que fue en otra vida, hasta hace muy poco los medios hablaban las 24 horas de Covid y no había forma de que no aparecieran los oportunistas. En cuanto a los trolls, tengo dos frases de cabecera. Una es «si haces, te van a criticar», porque si te quedás en el sillón de tu casa nadie te va a decir nada pero tampoco te vas a sentir orgulloso de tus acciones. Y la otra es que «el que se enoja pierde». Además la grieta y la política se metieron en el tema de la pandemia y de las vacunas, que son cuestiones de salud pública. Y la verdad, nadie sabe a quién voto porque no importa, lo que hago no es ideológico sino un tema sanitario-técnico y lo hubiera hecho con cualquier gobierno que me hubiera convocado del Ministerio de Salud.
—No fue casual que hayas hablado de tu «yo paciente» ya que señalaste que no siempre los pacientes son tomados en cuenta como participantes activos de su cuadro y no se estudia cómo acompañarlos. ¿Sentís que hay intentos para incorporar más su voz?
—No puedo hablar de cómo está el programa de la carrera de Medicina ahora, pero tengo entendido que no muy diferente a cuando yo me recibí. Había algunas pocas materias donde se podía evaluar al paciente más allá de un cuerpo: salud mental, psiquiatría o salud pública, pero eran como islas en el medio del océano. Se enfatiza en conceptos duros como síntoma, semiología, clínica, exámenes complementarios para llegar al diagnóstico y, por último, el tratamiento. Ahora todo ese recorrido de la primera manifestación hasta el abordaje de la enfermedad lo hace un ser humano que la está pasando mal, no un número de paciente o de habitación. Entonces me parece que falta más información desde la facultad para acompañar desde otro lugar. Porque en tiempos de inteligencia artificial, ¿qué nos hace diferentes a los médicos de un aparato? La empatía, que es ponerse en el lugar del otro aún sin estar en el lugar del otro.
—También barriste con ciertos mitos como que no siempre la «portación de apellido» beneficia. ¿Cómo fue tu decisión de ser médica y cuánto costó ganar tu lugar?
—Desde que tengo uso de razón me gustaba el ámbito médico, el olor a hospital y siempre acompañaba a mi viejo al hospital o al sanatorio. Ya de chica me compraba libros asociados a la medicina. Pero más de adolescente, empecé a tener más conciencia de la visibilidad de mi papá y me empecé a replantear la idea de estudiar la carrera. Llegué a tomar un test vocacional, pero salió o Biología o Medicina. Decidí seguir Medicina en la UBA -carrera que no fue me nada fácil al punto de costarme lágrimas y angustias- y una vez recibida, no tenía muy en claro qué hacer con la especialidad. Opté por una residencia en Clínica y ahí me di cuenta de que lo que más me gustaba eran los temas de infectología. Entonces dije, voy a hacer infectología pero lo mío va a ser diferente a lo de mi papá, con un perfil bajo. Y si bien, hoy no tengo ese perfil bajo, la vida me fue llevando por el camino de las vacunas, que es lo que me encanta. Pareciera que la infectología fuera muy de nicho, pero hay diferentes especialidades. Sigo tratando a pacientes con VIH pero el tema de las vacunas es lo que más me apasiona.
*Esta nota es una producción de Télam-Confiar, una plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar).