Matilde Rusticucci, Doctora en Ciencias de la Atmósfera, docente de la UBA e integrante del Panel Intergubernamental de Cambio Climático brinda interesantes detalles
Por Gabriela Ensinck (*) – Télam – Confiar
La Doctora en Ciencias de la Atmósfera, docente de la UBA, investigadora del Conicet e Integrante del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), Matilde Rusticucci, aseguró a Télam-Confiar que «las consecuencias del cambio climático son mayores cuando hay necesidades básicas insatisfechas y cuando no hay campañas de concientización o no son suficientes» y ejemplificó cómo la información puede salvar vidas.
Lejos de ser una amenaza a futuro, el cambio climático está provocando una mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos como olas de calor y de frío, sequías, inundaciones y tormentas, que comprometen la actividad económica, la salud y el bienestar de millones de personas.
De acuerdo al Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), el grupo de expertos de la ONU que analiza publicaciones científicas de todo el mundo, la temperatura media global ya aumentó más de 1°C desde fines del siglo XIX, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de las actividades humanas, y se prevé que alcanzará o superará los 1.5 C en los próximos 20 años.
La climatóloga Matilde Rusticucci, integrante del IPCC e investigadora del Conicet en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, es una de las científicas que más ha estudiado estos impactos en la salud a nivel local.
En diálogo con Télam-Confiar explicó por qué la actual crisis climática es también una crisis de salud, y destacó el rol de las políticas públicas para evitar que el impacto sea mayor en los grupos más vulnerables.
—Se habla del cambio climático como un fenómeno global, pero ¿cómo impacta en la salud de las personas?
—El Cambio Climático genera impactos directos e indirectos. Tiene un impacto concreto en la mortalidad, por olas de calor y de frío, que es mayor en los niños menores de 5 años, las personas con enfermedades pre-existentes y los mayores de 65. También hay efectos indirectos, ya que debido a las olas de calor y las sequías hay menos producción de alimentos, lo que impacta en la seguridad alimentaria. Y luego tenemos enfermedades como el dengue, zica y chikungunya, infecciones transmitidas por un mosquito que hoy se expande en zonas donde antes no llegaba. A esto se suman enfermedades producidas por la mala calidad del agua como consecuencia de una inundación, como dolencias gastrointestinales y diarreas, que son más peligrosas en los niños. Y como resultante de una mayor frecuencia de incendios, debido a las sequías y las olas de calor, aparecen problemas respiratorios.
—¿Qué zonas del país se ven más afectadas?
—Las zonas más vulnerables son aquellas donde hay más pobreza. Porque el mismo impacto causa un riesgo mayor. Es difícil medirlo porque el efecto final no es sólo debido al clima sino a la vulnerabilidad social y la falta de información. Las consecuencias del cambio climático son mayores cuando hay necesidades básicas insatisfechas y cuando no hay campañas de concientización o no son suficientes.
—¿Cómo puede la información mitigar estos efectos?
—Las alertas tempranas sobre una ola de calor, una tormenta o una epidemia de dengue, ayudan a las personas a organizarse y prevenir. La información tiene que ser clara, y oportuna. Si hay alerta roja y naranja, no hay que exponerse al sol porque hay riesgo de vida. No hay que hacer ejercicio, ni actividades al aire libre entre las 10 y las 16. Y las alertas de tormentas eléctricas indican que hay que evitar deambular por la calle porque hay riesgo de accidentes y de electrocución. En el caso del dengue, si bien hay campañas, llegan tarde y mal. Hay que empezar a eliminar los criaderos de mosquitos en invierno, no en verano cuando el problema ya está instalado.
—¿Hubo en los últimos años una mayor toma de conciencia sobre el cambio climático?
—Cuando empecé a investigar este tema, el Cambio Climático era cuestión de los científicos y ambientalistas. Hoy es un hecho que afecta la vida cotidiana, y hay una mayor presencia del tema a nivel social. Pero aún falta que esto se refleje en acciones concretas y más rápidas por parte de los gobiernos y tomadores de decisión.
—En las cumbres climáticas se hace hincapié en la reducción de emisiones y en la transición energética, pero ¿se habla de cómo prevenir y mitigar los impactos en la salud?
—Siempre se supo que había una relación entre Clima y Salud. A partir de Covid, la Organización Meteorológica Mundial y la OMS generaron una mesa de investigación y diálogo. Y en la próxima COP28 (Conferencia de las Partes de Naciones Unidas) que se realizará en noviembre en Dubai, habrá por primera vez una jornada dedicada a los efectos del cambio climático en la salud y cómo reducir los daños.
—¿Qué se está haciendo en Argentina en este sentido?
—Argentina cuenta con un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático que incluye la capacitación de los equipos de salud y mejoras en la infraestructura de hospitales para atender emergencias climáticas. Y junto a un equipo de profesionales estamos trabajando en generar un Observatorio Nacional de Clima y Salud, con fondos nacionales e internacionales en el marco del proyecto Readiness que tiene financiamiento del Fondo Verde del Clima. Este proyecto también incluye la creación de planes provinciales de salud y cambio climático; la mejora de la vigilancia de enfermedades transmitidas por vectores; la medición de la huella climática de los hospitales, y la estimación de los beneficios para la salud por mejoras en el transporte, la calidad del aire y los espacios verdes urbanos.
*Esta nota es una producción de Télam-Confiar, una plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar)