El médico de la UNR se desempeñó en cuatro países de Latinoamérica y centró sus investigaciones en la salud materno infantil. Recibió la misma distinción que Leloir, Milstein y Favaloro
José Belizán es médico obstetra, graduado de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR y director del Centro de Investigaciones en Epidemiología y Salud Pública que depende del Conicet y del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria. Fue seleccionado entre las 100 personalidades más destacadas de la última década de la ciencia y tecnología argentina por la que recibirá un Premio Konex.
Asimismo fue recientemente galardonado con el Premio Internacional Gairdner de Canadá 2023 en la categoría Salud Global “por el desarrollo de intervenciones globales innovadoras, basadas en evidencia y de bajo costo en la salud materno-infantil durante el período perinatal, mejorando el bienestar y la atención durante el embarazo, reduciendo la morbilidad y mortalidad, y promoviendo la equidad en poblaciones vulnerables”
“El más cruel evaluador y crítico implacable de lo que hago soy yo mismo”, afirmó Belizán quien se siente muy gratificado por este reconocimiento que también recibieron los Premio Nobel Luis Federico Leloir y César Milstein y al cardiocirujano René Favaloro. Acerca de las investigaciones que hizo contó que comenzaron durante su exilio en la última dictadura militar. Primero fue a México y luego recibió una propuesta del Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá que está en Guatemala y depende de la OMS.
Para los médicos obstetras un problema es la hipertensión de la embarazada llamada preeclampsia porque es previo a la eclampsia, una serie de crisis convulsivas que en la mayoría de los casos desemboca en mortalidad, según explica. Cuando estuvo en Guatemala le llamó la atención que las mujeres indígenas tenían muy baja frecuencia de la hipertensión del embarazo. Entonces observó que la dieta de ellas era muy pobre en proteínas, calorías, vitaminas, pero con una alta ingesta de calcio. Esto se debía a una costumbre maya de alimentarse con tortillas de maíz que se preparan con cal y luego se convierten en un calcio de alta calidad.
Belizán cuenta que primero se realizaron estudios experimentales en ratas de laboratorio y así comprobaron que había una relación directa entre la ingesta de calcio y la presión arterial. A su regreso a Rosario, cuando comenzó la democracia, continuó el estudio con 1200 embarazadas de la Maternidad Martin y del Sanatorio de la Mujer y pudo confirmar que “aumentar la ingesta de calcio previene la aparición de la preeclampsia”.
Esta investigación fue publicada en revistas científicas internacionales y luego replicada por otros investigadores que llegaron a la misma conclusión. Dado que esta patología produce en el mundo entre 50.000 y 70.000 muertes maternas y trae trastornos a largo plazo tanto para la madre como para el hijo, el descubrimiento se convirtió en un aporte muy importante para la salud global.
Pionero en parto respetado
El obstetra cuenta que las mujeres que atendía no le tenían miedo al parto sino “a los puntos” derivados de un corte que se hacía habitualmente en la zona genital entre la vagina, la vulva y el ano: la episiotomía y que muchos denominaron “mutilación genital femenina”. “Al revisar la literatura no había un soporte científico para hacerla, a pesar de que los médicos lo teníamos como rutina desde la etapa de formación, con la justificación de evitar un desgarro”, explica.
Entonces realizó un estudio en la Maternidad Martin y demostró que “la episiotomía rutinaria no sólo no produce ningún beneficio sino que es nociva, provoca trastornos posteriores como hematomas, sutura, reducción de actividad sexual. Los resultados fueron publicados en la revista científica Lancet y tuvieron repercusión mundial. “Hoy podemos decir con orgullo que no se hace más la episiotomía rutinaria, una agresión innecesaria hacia la mujer”, afirma.
Belizán comenta que otra cuestión que le preocupa es la epidemia de cesáreas innecesarias. Se calcula que sólo alrededor del 15 o 20% de las que se hacen tendrían una causa justificada. “Puede salvar vidas pero se está haciendo de una manera indiscriminada. Hay países donde más de la mitad de los partos son por cesárea es decir que lo normal ya no es el parto vaginal. Inclusive va en contra del deseo de la mujer que en un 80% prefieren el método natural”, advierte.
El profesional dice que este acto médico se impuso como práctica pero produce problemas a corto y largo plazo en la madre y en el niño, referidos a la cirugía en sí, nacimientos fuera de término, trastornos en el futuro embarazo y problemas respiratorios en los niños.
Otra investigación que lideró en América y el Caribe fue acerca del acompañamiento de las mujeres durante el trabajo de parto. Esta la desarrolló cuando fue director del Centro Latinoamericano de Perinatología en Uruguay que depende de la OPS. “En general en los hospitales públicos las madres están solas en las salas y nuestro trabajo demostró que el hecho de que alguien esté con ella, la acaricie, le hable, mejorada la experiencia del parto: en cuanto al nacimiento de los niños, menos cesáreas y anestesia”, explicó.
Luego de este estudio, se sancionaron leyes en Uruguay y en Argentina para que este acompañamiento sea un derecho de la mujer, lo que constituye el primer antecedente de la serie de leyes que se impusieron más tarde sobre el parto respetado.
El mejor premio
“El mejor premio que recibí en mi vida fue un homenaje que me hicieron las madres que atendí durante la dictadura en la Maternidad Martin”, cuenta emocionado. Recuerda que las chicas que estaban detenidas en el Pozo, eran llevadas por los militares a tener sus partos a la Martin y llegaban esposadas. Los médicos tomaban coraje, exigían que les quiten las esposas y cerraban las puertas para que los uniformados no ingresen a las salas. Allí las registraban en el libro de partos. “Muchos años después nos hicieron un homenaje junto a sus hijos en la puerta de la Maternidad porque ellas adjudican a ese registro nuestro, haber sobrevivido.”
“La medicina es humanitaria, los médicos, enfermeros, parteros, estamos para servir y aliviar un momento de la vida”, dice y agrega: “Yo atendía a mucha gente que estaba en la clandestinidad porque la salud está por encima de todo”. Un día le dijeron que se vaya del país porque lo estaban buscando y su temor era exponer a su mujer e hijos. Fue así como vivió primero en México y luego en Guatemala.
Con la vuelta a la democracia regresó al país y a su ciudad porque cree que “el investigador debe trabajar en su región, por su gente, viendo los problemas, tratando de solucionarlos y permeando con jóvenes que se están formando al lado nuestro”. Explica que es un sentimiento distinto al que decide investigar en el extranjero, “acá es más comunitario, es brindarse a los demás”
“Adoro mi Universidad, mi Facultad, mi país, Latinoamérica”, dice este médico de 77 años que continúa en su labor como director del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria. ¿Qué le diría a un joven investigador que recién comienza en la carrera? “Que nuestro empeño de vida es brindarse a otros, así sea algo chiquito y que van a estar llenos de satisfacciones si se dedican a esto” y sobre los atributos que hay que tener, destaca “hacer las cosas con pasión”.