Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
La crisis política, y luego cambiaria, desatada luego de la renuncia de Antonio Aracre como jefe de asesores del presidente Alberto Fernández, hizo tambalear a una gestión que se sostiene en una situación de permanente equilibrio inestable. El horno no está para bollos. Como decíamos la semana pasada, el 7,7% que registró la inflación de marzo fue un dato que encendió todas las luces amarillas gobierno. Y los daños colaterales comienzan a evidenciarse cuando empiezan a saltar los fusibles. Por otro lado, el anuncio oficial del retiro de la candidatura por parte del presidente, si bien guarda relación con la crisis, representa más una señal de ordenamiento al interior de su propia fuerza, que un renunciamiento histórico empujado por las presiones externas.
Aracre, ex CEO de Syngenta, habían asumido formalmente su cargo en febrero de este año, luego de renunciar a su cargo en la empresa para dedicarse a la política en octubre del año pasado. Desde su renuncia y hasta su nombramiento se lo vio varias veces visitando la Quinta de Olivos. Su llegada al Ejecutivo fue muy celebrada, y de hecho comenzó a colaborar antes de su designación oficial. Pero la luna de miel se terminó antes de comenzar. A comienzos de enero de este año, tuvo su primer escaramuza dentro del oficialismo luego de declaraciones hechas al diario La Nación. «Lo que me gustaría plantearle al Presidente es la posibilidad de encontrar dos o tres temas cuyo contenido sea valioso e importante para cada uno de los dos partidos políticos más relevantes, que son el Frente de Todos y Juntos por el Cambio”, afirmó. El temario incluía una propuesta de reforma laboral que, según Aracre, apuntaba a «flexibilizar y modernizar los procesos para que seis millones de argentinos con trabajo informal o precarizado puedan incorporase más fácil al mundo laboral». La respuesta del peronismo fue furibunda, pero sin dudas el más creativo fue Pablo Moyano que le espetó: “Salí a la calle, hermano, pelate el culo”. Por otro lado, era conocida la posición del ex CEO en relación con la necesidad de un desdoblamiento cambiario, cuestión que venía planteando desde mucho antes de asumir como jefe de asesores, tema en el que chocaba con el ministro de Economía.
Algunas funcionarios de la Casa Rosada sugerían que, además, Aracre operaba en off, por ejemplo prometiendo medidas al sector exportador, como una eliminación de las retenciones o una devaluación del 60% y desdoblamiento cambiario. Desde el sector niegan este tipo de conversaciones, negando que el CEO fuera un interlocutor relevante entre el gobierno y las empresas. Sea como fuera, está claro que Aracre nunca tuvo buena sintonía con Massa, y el ministro se quejaba permanentemente de que le filtraba a la prensa supuestas medidas en estudio que jamás estuvieron en el radar del gobierno. Según las versiones, en los últimos días se habría reunido con el presidente para acercarle un plan de estabilización lo cual, junto con las versiones de que hablaban de una renuncia del propio Sergio Massa, hizo estallar al ministro, que ya venía cargado con el fracaso de la inflación de marzo. Como dice el dicho “el miedo no es sonso”, y Massa tenía miedo que Aracre estuviera haciendo lo mismo que hizo él con Martín Guzmán, cuando se reunía con importantes empresarios en Tigre antes de asumir como ministro. En definitiva, nunca nos vamos a enterar si fue él en persona quien le hizo un planteo al presidente, o si fue el mismo entorno presidencial el que lo eyectó, pero como vimos, la salida tuvo su costo sistémico.
No es un buen momento para el gobierno. Justo cuando parecía que el dólar soja 3 tomaba velocidad, el número de la inflación de marzo renovó los cuestionamientos por parte de los sectores exportadores que nuevamente cerraron la canilla. En concreto, reclaman un dólar de $350 no de $300. El impacto se sintió fuerte en el Banco Central que, luego de seis días en fila con saldo neto favorable, tuvo que salir a vender casi U$S200 millones el jueves, perdiendo buena parte de lo recuperado en las últimas ruedas. Sobre el fin de la semana volvieron a aparecer las liquidaciones de los exportadores y la autoridad monetaria pudo recomprar U$S289, dejando un saldo favorable para el mes de abril de U$S81. El dólar blue, por su parte, y como no podía ser de otra manera, se sumó a la ola de la locura y ya marca un incremento de alrededor $30 en lo que va de la semana. Tanto el sector financiero como el agroexportador le reclamaban al gobierno que garantice algún instrumento de cobertura frente a la inflación desbocada: o se flexibiliza el acceso al dólar al tipo de cambio oficial, o se suben la tasa de interés de referencia del Banco Central. La decisión de elevar la misma en 300 puntos básicos tuvo algún efecto, pero no sabemos si será suficiente. La crisis larvada sobre la que venía surfeando Alberto Fernández parece mostrar los dientes a medida que se acercan las elecciones.
Pero no son sólo los mercados los que advierten. La CGT está trabajando en un documento para ser presentado ante el Consejo Directivo de la central obrera en el que se afirma enfáticamente que ya no hay más margen de deterioro económico sin riesgo de descomposición social. En el escrito se convoca a toda la dirigencia a construir un consenso político, económico y social para salir de esta situación. Los responsables de la conducción de los trabajadores tienen plena conciencia de las consecuencias nefastas que podría acarrear una escalada del conflicto social, especialmente en un contexto de falta de conducción política de los reclamos. Finalmente, y para ir cerrando, lo más preocupant de la semana fue la respuesta ante la crisis de la esposa del Sergio Massa, Malena Galmarini que retuiteó un tweet del economista Alejandro Kowalczuk. Más allá de las lecturas, y de las conjeturas acerca de a quién va dirigida la amenaza, preocupa el tono de la advertencia: “Massa se queda hasta el final porque el final es cuando se vaya Massa”.