El rosarino cantó ante una multitud para festejar las tres décadas del disco "El amor después del amor"
Por Hernani Natale – Télam
Casi 30 años después de terminar su primer show de estadio en Vélez Sarsfield cantando junto a la multitud «Y dale alegría a mi corazón», como punto culminante del gran suceso del disco «El amor después del amor», Fito Páez repitió el sábado por la noche la misma escena, tras dos horas y media de un concierto que tuvo como excusa festejar las tres décadas de esa exitosa producción pero que, en realidad, terminó siendo una gran celebración de su vida y obra.
El rosarino había puesto en marcha el año pasado la gira «El amor 30 años después del amor» para conmemorar el aniversario del álbum estrella de su discografía; pero su reciente cumpleaños número 60, la inminente llegada de una serie biográfica a la plataforma Netflix y algunas canciones de corta data que echan una recurrente mirada retrospectiva a su andar durante los años `80 dieron un nuevo sentido a este regreso a la cancha ubicada en el barrio porteño de Liniers.
Si en los shows previos de la gira había optado por recorrer el disco lanzado en 1992 de punta a punta, respetando el orden de las canciones, y luego sumar algunos clásicos ineludibles en sus habituales presentaciones; esta vez decidió escoger solo algunas composiciones de esa placa y trazar un recorrido con paradas en muchas creaciones que ocupan un lugar especial en el corazón de sus fans pero que rara vez son revisitadas en vivo.
Con la misma reformulación de arreglos planteada para la versión discográfica 2023 de «El amor después del amor» que planea lanzar en los próximos meses, para la cual sumó entre otras cosas una sección de vientos, Fito repasó una buena cantidad de canciones que habían quedado perdidas en su largo recorrido de más de cuatro décadas.
Para ello armó su propia gran fiesta, llena de guiños a sus fans, plagada de referencias a sus inspiraciones musicales, en un marco majestuoso, por momentos apelando a un espíritu juguetón y rodeado de figuras invitadas; un ítem que incluyó a David Lebón; Nathy Pelusso; Fabiana Cantilo; Hernán Coronel, de Mala Fama; y Alejo Llanes, del dúo mendocino Alejo y Valentín.
La primera de las dos noches programadas en Vélez, ante unas 35 mil personas, y con transmisión en vivo por Star+, inició con un anticipo en las pantallas de la serie biográfica, que -obviamente- se llama como el disco celebrado. Acto seguido, Fito apareció en escena y se dio todos los gustos imaginados en materia artística, con la plena consciencia que también resultaría una invalorable ofrenda para sus seguidores.
De «El amor después del amor» sobrevivieron para este concierto aquellas canciones que suelen ser parte de su habitual repertorio, como la que da nombre al disco, «Thelma y Louise», «Tráfico por Katmandú», «Pétalo de sal», «Un vestido y un amor», «Tumbas de la gloria», «La rueda mágica», «Brillante sobre el mic» y «A rodar mi vida». A ellas le sumó en esta ocasión «La Verónica», para lo cual contó con Nathy Peluso.
Aunque fueron apareciendo en el orden que se suceden en el disco, las fue intercalando con muchas otras canciones infaltables de sus shows como «11 y 6″, Circo Beat», «Ciudad de pobres corazones», «Dar es dar», «Mariposa Technicolor» y la mencionada «Y dale alegría a mi corazón».
Allí se colaron además algunas que pueden llegar a sonar en muchos de sus conciertos, como «Naturaleza sangre» y la retrospectiva «Los años salvajes»; y otras que hacía mucho tiempo que no formaban parte de su setlist, como «Margarita», «Te aliviará», «Confiá», «Fue amor» y «Cable a tierra».
Pero sin dudas lo más festejado, sobre todo por los seguidores de más larga data, fue el middle que mixturó fragmentos de «Solo los chicos», «Nada más preciado», «Tercer Mundo», «Gente sin swing», «Yo te amé en Nicaragüa», «Ey, You», «Nadie es nadie» y «No bombardeen Buenos Aires», de Charly García.
Previo a esta explosión sonora, hizo el experimento de trasladar a un estadio de fútbol una vieja costumbre de interpretar «Yo vengo a ofrecer mi corazón» a capella. Difícilmente la sensación haya sido la misma para quienes ocupaban los lugares cercanos al escenario que para los que estaban ubicados en las tribunas.
Lo que sí estuvo garantizado a lo largo del concierto fue la calidad sonora de su banda, que a su ya establecida formación que incluye a Diego Olivero en bajo, Gastón Baremberg en batería, Juan Absatz en teclados, Juani Agüero en guitarra eléctrica, Carlos Vandera en guitarras y teclados, y Emme Vitale en voces; adosó una sección de cuatro vientos, que se duplicó a ocho en algunos pasajes, al percusionista Juan Barone y a la corista Belén Cabrera.
Este plantel permitió algunas sutilezas fantásticas como la mezcla de piano y trompeta en «Un vestido y un amor», el vendaval de vientos en el comentado popurrí o la notable combinación de voces en gran parte de las canciones.
La participación de los invitados dejó una variada gama de momentos: desde la carga afectiva y de admiración que circuló en las intervenciones de Fabiana Cantilo en «Te aliviará» y David Lebón en «A rodar mi vida»; a la intrascendencia de Nathy Peluso en «La Verónica»; y la divertida aparición de Hernán Coronel en «Ey, You».
Una mención especial merece «Circo Beat», que combinó la explosión de vientos recreando una banda circense y la performática interpretación de Alejo Llanes como una arengador arlequín, para brindar uno de los muchos pasajes altos de la velada.
En el mismo plano juguetón, como un gran hallazgo, hay que rescatar la formidable versión de «Cable a tierra» sobre la base musical del clásico de The Cure «Boys Don´t Cry». Como complemento, las pantallas mostraron imágenes de los `80 de Fito y del grupo de Robert Smith, además de la postal del referente dark inglés con sus ojos intervenidos como en la tapa del disco «Giros».
Y así como muchas veces la crudeza de «El diablo de tu corazón» se resignificó a partir del estado actual de cosas, esta vez fue «Ciudad de pobres corazones» la encargada de levantar esa bandera a partir de la proyección en las pantallas de reconocibles paisajes rosarinos, justo en tiempos donde la ciudad santafesina ocupa largos minutos en noticieros por situaciones violentas. La introducción con aires de gran orquestación fúnebre alimentó esas lecturas.
Hacia el final, hubo celulares encendidos para «Brillante sobre el mic», papel picado para «Mariposa Technicolor» y todo el batallón de invitados en el escenario para «Y dale alegría a mi corazón».
«30 años no es nada» había dicho Fito al inicio del concierto. En el cierre podría haber ampliado la frase a «60 años no es nada», tan así como que pudieron ser recorridos y celebrados en dos horas y media en la que todos fueron felices.
No quedaron dudas que se trató de una fiesta de cumpleaños, en la que el homenajeado quiso repasar su vida en canciones e imágenes junto a miles de amigos.