Este lunes 13 de marzo se cumple una década de Jorge Bergoglio como máxima autoridad de la Iglesia católica
Los primeros diez años del papa Francisco al frente de la Iglesia pusieron de manifiesto su intención de acercarla a la gente, especialmente a los más pobres, y de predicar con el ejemplo, para lo cual avanzó en reformas para fortalecer la transparencia.
Cuando aquel 13 de marzo de 2013 el argentino Jorge Bergoglio fue elegido como nuevo Papa, el Vaticano se encontraba aún inmerso en el escándalo de «Vatileaks», la filtración de documentos que mostraban hechos de corrupción y encubrimiento de casos de pederastia.
En parte, esa situación terminó empujando a Benedicto XVI a presentar su renuncia, con la cual conmocionó al mundo en febrero de aquel año: dos semanas después, la sorpresa volvería a emerger desde el pequeño Estado papal cuando se confirmó que el entonces cardenal primado de la Argentina iba a hacerse cargo del Vaticano.
Desde el principio, Francisco mostró que buscaría devolver a la Iglesia a su esencia más pura y rápidamente se posicionó como un líder mundial por su humildad, su adhesión a la opción preferencial por los pobres y su fuerte interés en el diálogo.
Su decisión de elegir como residencia a la casa de Santa Marta fue la primera gran muestra de su austeridad, lo cual fue acompañado con otra medida que impactó: destinó un palacio vaticano para darle un techo a los indigentes de las cercanías.
Al erigirse como una figura de suma importancia en el panorama mundial, tanto para los países de tradición católica como para los de otros credos, el Santo Padre comenzó a ver cómo se volvía algo habitual (y demandado) el tener un lugar en las audiencias o en reuniones mano a mano.
Así, el Vaticano se convirtió en lugar de «peregrinación» de mandatarios, políticos y empresarios, muchos de los cuales apostaban a que una foto con el Papa les diera una imagen renovada y elevara su popularidad.
Del mismo modo, el Sumo Pontífice se dispuso a tratar de jugar un papel preponderante en conflictos históricos y no dudó en meterse en terrenos complicados, ya sea para achicar las diferencias entre Cuba y Estados Unidos o llamando a la paz en conflictos tribales en países africanos.
Dos hechos de impacto mundial también marcaron su pontificado: la pandemia de coronavirus y la guerra entre Ucrania y Rusia.
Las consecuencias generadas por el Covid-19, tanto a nivel social como a nivel económico, obligaron al Papa a remarcar una y otra vez que «nadie se salva solo».
El conflicto bélico también lo tuvo como actor importante a la hora de pedir por la paz y en reiteradas oportunidades se ofreció como mediador entre los presidentes de Ucrania, Volodímir Zelenski, y de la Federación Rusa, Vladimir Putin.
Puertas adentro del Vaticano, Francisco también fue protagonista de grandes cambios, ya que impulsó la reforma de la Curia romana en áreas como la economía y las finanzas, la administración, los tribunales eclesiásticos y el derecho canónico, la sanidad, el laicado y la familia.
La transparencia en las finanzas vaticanas y la lucha contra la pedofilia fueron dos puntos claves en esa reforma.