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A 29 años de la «tragedia de los bomberitos», un hecho clave hacia la profesionalización


Un 21 de enero de 1994 11 adolescentes y 14 adultos murieron mientras combatían un incendio de pastizales en Puerto Madryn

Por Alicia Alvado – Télam

La denominada «tragedia de los bomberitos» en la que 11 adolescentes y 14 adultos murieron hace 29 años mientras combatían un incendio de pastizales en Puerto Madryn, la más vasta en la historia de los bomberos voluntarios en el país, es identificada como la que marcó «un antes y un después» hacia la profesionalización de la actividad y la adopción de un nuevo paradigma en el manejo del fuego.

La más joven de las víctimas, Marcelo Miranda, tenía solo 11 años y los más grandes no superaban los 23. Entre los fallecidos había una pareja que iba a casarse el mes siguiente y dos hermanos de 14 y 22 años, el mayor de los cuales iba a ser padre por primera vez.

Todos habían llegado al siniestro vistiendo mamelucos de tela, cascos de fibra de vidrio y botas de goma, portando sólo palas para «sofocar» el fuego arrojándole tierra.

«A las 2 de la tarde comenzó a sonar la sirena grande del destacamento de bomberos, mi hijo se fue corriendo al cuartel pero nunca pensé que lo iban a llevar al incendio», dijo a Télam Ofelia «Quita» Salinas, madre de Juan Enrique Moccio fallecido a sus 15 años.

La preocupación fue en aumento ese 21 de enero de 1994 conforme el incendio se prolongaba, el humo oscurecía completamente el cielo de la ciudad cuando todavía restaban horas de luz y los chicos no volvían.

«Por la noche, en el cuartel nos dijeron que nuestros hijos estaban todos a salvo en un puesto, pero eran todas mentiras. Ellos murieron pasadas las 6 de la tarde de ese mismo día y nosotros nos enteramos recién a las 9 de la mañana», contó Salinas.

«Nos mintieron porque si nos decían la verdad, nos íbamos a morir todos buscándolos. Nos avisaron cuando estuvo controlado el fuego y pudieron ver los cuerpos desde el aire», agregó.

Ese 21 de enero hacía mucho calor en Madryn y el viento, traicionero, repentinamente aumentaba su velocidad o cambiaba de dirección, o ambas cosas.

Así ocurrió varias veces afectando la extensión y virulencia del frente de incendio que se desarrollaba en un campo ubicado 12 kilómetros al oeste de Madryn, en las proximidades de la ruta nacional 3.

El fotógrafo José Luis Lazarte, autor de las fotos para el diario Jornada de Trelew que darían la vuelta al mundo, dijo a Télam que cuando salió a la ruta para cubrir el incendio «traspasé al segundo camión de bomberos» que llegó a asistir y «entramos prácticamente juntos» con parte de los bomberos que darían la vida en el intento por apagarlo.

El reportero gráfico hizo algunas tomas y se volvió a la ciudad a tiempo para entregar el sobre con las imágenes ya copiadas en la terminal para que las llevara a Trelew el próximo micro.

«En esa época sonaba la sirena un montón de veces al día por los incendios de campos y para mí hasta ese momento era un incendio más», recordó. Pero cuando volvió a las 18 «era otra historia».

«El frente era ya de muchos kilómetros, estaba la ruta cortada y nos sacaron porque como cambiaba el viento, era peligroso y no se venía absolutamente nada», señaló.

Esa noche nadie durmió en Madryn y al día siguiente, desde temprano comenzó a ganar cuerpo el rumor de que los chicos seguían perdidos. No había nada oficial pero se hablaba de más víctimas y los 9 se fueron transformando luego en 12, en 15, hasta que finalmente se confirmó que fueron 25.

A Lazarte le fue encargado entonces seguir documentando la tragedia: el retiro de los cuerpos, el improvisado camión funerario que en su chasis llevó 20 de los féretros al velatorio en el gimnasio municipal, el cortejo al cementerio y el sepelio.

«Creo que nunca más veré algo similar al velatorio de los 23 chicos en el gimnasio municipal. Yo estaba acostumbrado a hacer ahí fotos de básquet, de gimnasia artística y de golpe ver todos esos ataúdes con todo Madryn rodeándolos y sumido en llanto, es una imagen que no me puedo borrar», contó.

«No podíamos creer lo que había pasado, fue sin duda el día más triste de la ciudad», agregó.

El actual presidente de la Asociación de Bomberos de Puerto Madryn, Gastón Alcucero, explicó a Télam que si bien la tragedia se produjo por una «confluencia de factores» entre los que se cuentan los climáticos, las muertes no habrían sobrevenido «si no se hubieran hecho mal algunas cosas tanto a nivel de quienes condujeron» el operativo «como de quienes debieron controlar la actividad» desde las dependencias estatales.

Y porque se tomó nota de lo sucedido, el hecho marcó «un antes y un después» en materia de apego a la normativa vigente -que por entonces ya prohibía la participación de menores-; pero también en el proceso de «profesionalización de la actividad», con mejor preparación, infraestructura y equipamiento, apuntó Alcucero.

Además, aceleró el «cambio de paradigma» respecto a cuales son las técnicas para combatir estos incendios, en los que hoy se utilizan cortafuegos, contrafuegos y medios aéreos para circunscribirlos.

Respecto al reclutamiento de menores de edad, Alcucero sostuvo que era un hábito que «atravesaba a todo el sistema a lo largo y ancho de la Argentina» y «lamentablemente nos tuvo que pasar a nosotros esta tragedia para que se dieran cuenta que esto no era un juego».

De su hijo Juan, Quita Salinas recuerda que «era un chico muy solidario que amaba al cuartel» al que pertenecía desde los 12 años, al punto que «no se llevó ninguna materia de primer año porque si tenía malas notas no lo dejaban entrar».

«Siempre los llevaban a las emergencias pero supuestamente nunca participaban. Yo una vez le dije al jefe: ‘usted lleva a los chicos al campo y va a pesar una desgracia’, me dijo que ‘no, porque los chicos van solo a mirar’. ¡Y mirá lo que pasó!», contó.

Por su parte, Lazarte señaló que, en ese entonces, la asociación funcionaba para los chicos como «un club» donde «aprendían y se divertían» pero cuando ocurrió el incendio «no es que el cuartel los cargó a todos en el móvil y los llevó» a apagar el fuego, sino que eso pasó con «una parte» mientras que «los otros fueron cayendo por sus propios medios» y, una vez dentro, ya no pudieron salir.

«Como dirigentes, la única manera de honrar a nuestros compañeros fallecidos y su enorme acto de arrojo en pos del bien común, es no permitiéndonos volver a cometer los mismos errores. Con legalidad, honestidad y transparencia, más capacitación, mejores unidades y equipamiento es como vamos a mitigar el riesgo que siempre está presente en esta profesión», concluyó Alcucero.