Pediatras recomendaron prestar atención a síntomas como decaimiento, vómitos, dolores cólicos y sangrado en heces
Por Giuliana Biasotto – Télam
Las enfermedades diarreicas en niños y niñas suelen ser más dañinas que en los adultos y en verano los riesgos por deshidratación «aumentan considerablemente», advirtieron especialistas en pediatría, por lo que recomendaron prestar atención a síntomas como decaimiento, vómitos, dolores cólicos y sangrado en heces.
«Las diarreas en verano afectan más porque, aparte de la situación viral o bacteriana, el calor favorece la pérdida de líquido. Los niños tienen un mayor volumen corporal líquido proporcional que el adulto, lo que conlleva a que se deshidraten con mayor facilidad», afirmó Pablo Barvosa, pediatra del Hospital Garrahan, en diálogo con Télam.
Las enfermedades diarreicas son infecciones del tracto digestivo que pueden ser ocasionadas por bacterias, virus o parásitos, y cuyo principal síntoma es la diarrea, es decir, la deposición de tres o más veces al día de heces sueltas o líquidas, indicó el Ministerio de Salud.
En ese sentido, las diarreas suelen ser más frecuentes en verano debido a las altas temperaturas, que favorecen a la diseminación de las bacterias que la provocan.
Existen tres tipos de enfermedades diarreicas: la diarrea acuosa aguda, que dura varias horas o días, como en el caso del cólera; la diarrea con sangre aguda, también llamada diarrea disentérica o disentería; y la diarrea persistente, que dura 14 o más días.
«En la medida que se tomen los recaudos y se tengan en cuenta las pautas de alarma, son cuadros que tienen una buena evolución. Hay que prestarle atención a la hidratación de líquidos y sales, que el niño o niña siga orinando y que tenga la lengua húmeda», indicó Barvosa.
Los signos de la deshidratación son: tener ojos sin lágrimas, lengua seca y piel pálida y seca o muy sudorosa como que está perdiendo temperatura; no orinar y no tener turgencia al apretar la piel, es decir haga «pliegues» o se hundan los dedos en la piel.
Otros de los factores que hay que considerar con la presencia de este tipo de enfermedades diarreicas es el estado de ánimo del niño o niña, si está decaído, si se muestra molesto con dolores cólicos, y la más importante, si hay presencia de sangre en la materia fecal.
«Siempre que tenga sangre es un signo de atención porque son diarreas más invasivas», detalló el especialista del centro pediátrico más importante del país.
Y agregó que, en nuestro país hay una enfermedad que está muy presente, que en la mayoría de los casos se genera por la ingesta de carne mal cocida, y es el síndrome urémico hemolítico (SUH).
«De 800 casos anuales en el mundo, 400 corresponden a Argentina», advirtió Barvosa.
Por su parte, Ángela Nakab, pediatra especialista en adolescencia e integrante de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), señaló a Télam que en muchos casos la diarrea se asocia también con vómitos, que suele ser el primer síntoma en aparecer, y es lo que comúnmente conocemos como gastroenteritis.
«La causa de la gastroenteritis es multifactorial. Lo más habitual es que sea a través de un virus, bacterias o parásitos que producen una infección inflamatoria en el intestino», dijo.
Y remarcó que, cuando hay sangre en la materia fecal, hay distintos tipos de gérmenes que la ocasionan, como el rotavirus o la Escherichia coli, bacteria causante del SUH.
El rotavirus es la causa más común de diarrea en niños y niñas menores de 5 años y la complicación más frecuente la deshidratación, según indicó la cartera sanitaria.
En Argentina, la vacuna contra la diarrea por rotavirus se encuentra en el calendario nacional de vacunación desde 2015, y se suministra en dos dosis: la primera en bebés de dos meses y la segunda cuando cumplen cuatro meses.
Barvosa detalló que esta vacuna tuvo un «impacto muy notorio en Argentina» y que «se ven cada vez menos casos de niños y niñas afectados con este virus».
Las principales vías de contagio de estas enfermedades son de persona a persona, por vía fecal-oral; mediante el consumo de agua o alimentos contaminados y a través del contacto con superficies en las que aún perdura el virus (pañales, juguetes, entre otros objetos utilizados cotidianamente).
«Cuanto más pequeño es el bebé, o en menores de dos años, las posibilidades de deshidratación son más graves. Por eso hay que hacer hincapié en la hidratación», señaló Nakab.
Como recomendación general ambos especialistas coincidieron en que la mejor manera de tratar estas enfermedades es a través del consumo de agua y, con indicación de un médico, mediante la ingesta de sales de rehidratación, recomendadas por la OMS y que pueden conseguirse en farmacias o centros de salud.
«La deshidratación leve se puede tratar en casa, de moderada a severa en un centro de salud, y se puede tratar ya sea por vía oral o endovenosa», indicó la especialista.
Es importante señalar que las gaseosas y bebidas isotónicas de rehidratación luego de hacer actividad física, que suelen consumirse en gimnasios o después de realizar algún deporte, no son indicadas por los médicos ya que «no tienen la cantidad de sales necesarias ni de glucosa».
«No tienen que darle a los niños o niñas jugos, gaseosas ni exceso de azúcares porque eso puede aumentar la diarrea, y puede hacer que pierda más líquido todavía», remarcó Nakab.
Además, si son bebés y se encuentran amamantando, es importante no interrumpir la lactancia, y si toman leche en sachet, intentar que sea sin lactosa.
Los especialistas insistieron en que las diarreas más «clásicas» son «controlables» y que es sumamente importante que se refuerce y estimule la vacunación en niños y niñas, además de mantener una correcta hidratación y nutrición.
«La mayoría de las diarreas gracias al uso de las sales de rehidratación oral se manejan de manera ambulatoria, cuanto más precoz sea la consulta más rápido se instaura la terapéutica y mejor es la evolución», concluyó Barvosa.