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«Hablar y quitar estigmas»: personas que vivieron depresión dicen que «se puede estar mejor»


La depresión afecta al 5% de los adultos del mundo, a un 5,7% de los mayores de 60 años, al 1,1% de los niños y adolescentes entre 10 y 14 años y al 2,8% en la franja de 15 a 19, lo que implica que alrededor de 280 millones de personas tienen depresión en el mundo

Por Agustina Ramos / Télam 

Personas que padecieron depresión, la principal causa mundial de discapacidad, destacaron la importancia de «hablar» y «pedir ayuda», al tiempo que resaltaron la necesidad de quitar el estigma a la toma de medicación, la internación y a las enfermedades de salud mental en general, en la víspera del Día Mundial de Lucha Contra la Depresión.

La depresión afecta al 5% de los adultos del mundo, a un 5,7% de los mayores de 60 años, al 1,1% de los niños y adolescentes entre 10 y 14 años y al 2,8% en la franja de 15 a 19, lo que implica que alrededor de 280 millones de personas tienen depresión en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Este trastorno de salud mental se expresa de formas diversas, que varían desde la apatía hasta la irritabilidad y puede generar «mucho sufrimiento», por lo que personas que lo padecieron y especialistas coincidieron en diálogo con Télam acerca de la «necesidad de hablar del tema».

Florencia Mazzotti tiene 46 años y luego de tener una hija vivió lo que ella pensó que era una «depresión post parto», pero que luego se extendió alrededor de 20 años.

«Por desconocimiento, yo creía que era ‘normal’ lo que me pasaba. Después se suavizó un poco, pero nunca estuve bien por muchos años. Lo que pasa es que lo terminás normalizando, creés que vos sos así», dijo a Télam la mujer oriunda del barrio porteño de Flores que trabaja como administrativa en el Hospital Muñiz.

El entorno de Florencia también comenzó a asumir que era una persona a la que «no le importaban mucho las cosas» y que a veces era «apática». De hecho una tía abuela suya la llamaba «la novia ausente».

Sin embargo, al cabo de varios años, la mujer comenzó a pensar que quizás ella «no era así» y que podría llegar a estar enferma, por lo que buscó recomendaciones de psicoterapeutas.

«Empecé con algunos; no me funcionaron. Eso te tira para atrás. Entonces está bueno saber que no todos los psicólogos ni todas las terapias son para todo el mundo. Cada uno encuentra el suyo. Y si no lo encontrás, seguí buscando», dijo.

Florencia pasó a lo largo de su vida por dos internaciones en una clínica de salud mental que duraron meses, lo que para ella fue «una gran ayuda», y luego de un tratamiento que involucró terapia, el seguimiento de un psiquiatra, medicación y el acompañamiento de su entorno, hoy reconoce que se encuentra «bien».

«Siempre soy consciente que al haber padecido esto soy vulnerable, pero lo es cualquiera, supongo. Entonces trato de atajar los primeros síntomas que ya los reconozco. Pero quiero destacar que se puede llegar a estar bien y es lindo estarlo», contó.

Distintos especialistas coincidieron en definir a la depresión como un trastorno del estado de ánimo que tiene un origen biológico, psicológico y social que se expresa en un sentimiento de tristeza persistente y pérdida de interés en lo cotidiano.

Los síntomas varían en intensidad y frecuencia en cada persona, pero algunos otros signos de alerta son la desesperanza, la irritabilidad, los cambios en el sueño, pérdida o aumento de apetito, fatiga, sentimientos de culpa e inutilidad, disminución de la memoria, pérdida de la capacidad de pensar y tomar decisiones y, en los casos de mayor gravedad, autolesiones, ideas de suicidio o planes de llevarlo a cabo.

La pandemia de Covid-19 incrementó la prevalencia de trastornos depresivos en el mundo, y en Argentina impactó en el 30% de su población, según un sondeo realizado por el lnstituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Eduardo, un hombre de 38 años estudiante del segundo año de la carrera de Psicología y empleado del sistema de salud pública de la ciudad de Buenos Aires, atravesó una depresión «leve» durante el 2020 que duró tres meses.

Como su trabajo era «esencial» durante la pandemia, continuó saliendo de su hogar pero había empezado a perder las ganas de hacer cosas y de socializar, al tiempo que comenzó a tener pensamientos negativos cada vez más frecuentes, pesadillas y llegó a perder 8 kilos de peso.

«Fue hasta que tuve la suerte de pedir ayuda. Asistí con una psiquiatra que me ayudó muchísimo. La medicación me ordenó. Lo primero que hizo fue recuperarme el sueño, el apetito y empecé a sentirme sin esa mochila de cuestiones que uno se va cargando», aseguró a Télam.

Para Eduardo fue importante «desdramatizar» la depresión ya que «no deja de ser una afección de la salud, nada más», y consideró necesario derribar los estigmas y presiones sociales vinculados a la toma de medicación, la internación y la enfermedad en sí.

«La internación es necesaria cuando la depresión es muy severa. Cuando hay riesgo inminente para sí o para un tercero. En el caso de la depresión es para sí por la ideación suicida o el intento de suicidio. Debe ser interdisciplinaria, breve y tratando de trabajar con la red socio familiar», explicó a Télam Mario Kupferschmidt, psicólogo en consultorios externos del Hospital interzonal de salud mental José A. Esteves.

En tanto, los prejuicios en torno a la toma de medicación afectan a todos los grupos etarios, pero principalmente a las y los adolescentes.

En este sentido, Josefa López Salinas, de 22 años, contó en 2020 cómo transitó esta enfermedad desde sus 13 años en una charla TEDx titulada «¿Se puede superar la depresión?».

«Hay que tomarse en serio este tema ya qué hay niñes que realmente necesitan un antidepresivo o un ansiolítico para mejorar su calidad de vida», sostuvo en diálogo con Télam.

Sobre su historia, contó que a fines del 2013 atravesaba una crisis por la que se sentía mal con ella y los demás.

«Sentía que no me encontraba a mí misma y yo sé que mucha gente dice que una nena de 13 no puede tener muchos problemas, pero yo sentía que se me venía el mundo abajo», recordó.

Su momento de «quiebre» fue cuando llegó a hacerse 80 cortes en su muñeca, y ahí decidió compartir lo que le pasaba con su familia: «Fue como sacarme un peso enorme de encima y fue muy doloroso contarle a mis seres queridos, pero ellos me quisieron ayudar y empecé terapia y psiquiatra», dijo.

«Actualmente puedo decir que estoy bien, con orgullo digo que no me corto ya hace aproximadamente unos buenos cuatro años y para mí es un logro», agregó.

Además quiso dejarle un mensaje a otras personas que estén pasando por esto: «No están solos. Hay muchísima gente con depresión y pueden hablar, gritar si quieren, pero saquen de adentro lo que sienten».