Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
No queda ningún lugar a dudas de que el 4,9% de inflación en noviembre no sólo es la noticia económica de la semana, sino que es probablemente el logro más importante de Sergio Massa desde que está al frente del ministerio de Economía, y esto por varios motivos. En primer lugar porque es el primer dato absolutamente adjudicable a un programa anti-inflacionario diseñado por él y su equipo económico, y estuvo 1,4% por debajo del dato anterior. En segundo lugar porque incluso perforó el piso de las expectativas más optimistas. Recordemos que, en función de los números que se venían manejando, cualquier número por debajo del 6 era bienvenido. Hasta un 5,9 servía. En tercer lugar porque estuvo casi un punto por debajo del 5,8% registrado en la CABA. En cuarto lugar, porque es el tercer dato más bajo del año, un punto por encima del 3,9% de enero, pero apenas dos décimas por encima del 4,7% de febrero. Y finalmente, porque permite al ministro mostrar un notable contraste en relación con el 7,4% de julio, último mes al frente de la cartera económica de su malogrado antecesor, Martín Guzmán. De este modo, la inflación acumulada en los últimos doce meses es de 92,4%, mientras que la acumulada a lo largo del 2022 alcanzó el 85,3%.
Horas antes de conocerse oficialmente el dato de la inflación de noviembre, Sergio Massa logró finalmente cerrar un acuerdo con las empresas proveedoras de insumos difundidos para incorporarlas al programa Precios Justos. De este modo, los fabricantes de insumos para envases para alimentos y bienes de consumo masivos, se comprometieron a no aumentar sus precios por encima del 4%. El acuerdo abarca la fabricación de cartón, aluminio, vidrio y plástico, entre otros materiales y tendrá vigencia hasta al menos marzo de 2023. El ministro afirmó que los productos elaborados por las empresas firmantes son fundamentales en el proceso de formación de precios en toda la cadena de valor de la industria, de modo que se espera que el impacto en el índice general de precios sea significativo, al trazar una hora de ruta de previsibilidad en la gran mayoría de los sectores.
En el plano internacional la noticia más relevante es que la tasa de inflación interanual de los EEUU sigue registrando una tendencia a la baja. El mes de noviembre se ubicó en 7,1%, seis décimas por debajo de la registrada en octubre, de acuerdo a lo informado ayer por la oficina de estadísticas laborales. El presidente de la Reserva Federal de los EEUU, Jerome Powell ya había anunciado que la entidad se aprestaba a moderar el ritmo de crecimiento de las tasas de interés, y ante el dato positivo decidió aumentarla en medio punto porcentual, cuando venía a un ritmo de incremento del 0,75%. Se trata de la séptima subida consecutiva de los tipos de interés desde marzo, y ya ubica a la tasa de interés de referencia en su nivel más alto desde 2007. El trade-off es inevitable, si bien la suba de tasas está comenzando a impactar en la inflación (fundamentalmente por el encarecimiento del crédito para la inversión y el consumo), la economía norteamericana ya está dando muestras de agotamiento y está lentamente entrando en una fase de estancamiento, lo cual no es una buena noticia para el mundo, ya que las dos grandes locomotoras (EEUU y China), no traccionarán la economía global con fuerza el año que viene.
Pero el fútbol no podía faltar, aunque lo mechemos con algo de economía. Ya tenemos rival para la final del domingo. Hubiera sido un sueño poder jugarla con Marruecos, pero en los mundiales los sueños suelen llegar a lo sumo hasta las semifinales. Francia jugó un partido demasiado lógico, aburrido, de hecho casi me duermo, pero seguramente no la vamos a tener fácil. Y claro, con la locura de la posibilidad de conseguir la esperada tercera, la demanda de pasajes y entradas para la gran final se disparó. Los medios de comunicación están espantados con los precios, que ya picaron hasta el infinito y más allá. Los pasajes tienen un límite, bastante lejano, claro, pero que existe. Digamos nunca un pasaje va a costar diez millones de pesos. Pero los precios de las entradas en la reventa no paran de subir. Así es el Capitalismo, según parece acaba de descubrir Francisco Olivera, de La Nación. Cuando una demanda ilimitada enfrenta a una oferta restringida, el único mecanismo que resuelve las cosas es el aumento de los precios. Claro, ahora están todos espantados por las cifras absurdas que se están pagando. Incluso hay una suerte de condena moral a los especuladores que, teniendo el bien preciado en su poder, juegan desde los dos lados del mostrador para levantar las apuestas. Caramba, parece que los esbirros de los Mitre han descubierto las injusticias. Obviamente, a ninguno se le ocurrió que los problemas del Capitalismo están en otro lado, y que sólo el Estado puede jugar de árbitro en todo esto, por eso lloran la carta frente a las salvajadas del sistema. No pude evitar recordar a Silvio Soldán cuando entre lágrimas decía: “No puede haber tanta maldad, mi amorrrrr”.