Por Ariel Wolman. Periodista de espectáculos, columnista en Radio Rivadavia y panelista en el programa "Nosotros a la mañana" (El Trece).
«Somos actores, queremos actuar» decían los artistas allá por 1999, cuando los realities, los programas de entretenimientos y de espectáculos llenaban las distintas pantallas de los canales.
En ese entonces no había plataformas de streaming y las señales de cable ganaban cada día más terreno.
No es que en ese entonces no había nada de ficción, se emitían algunas tiras y unitarios, pero bastante menos que en los años anteriores.
En esos tiempos también fue famoso el grito de María Valenzuela en los premios Martin Fierro de 2000: «¡Aguante la ficción, carajo!», en clara concordancia con el pedido de más trabajo para los actores en la televisión.
Pasaron más de 20 años de aquel entonces. Es cierto que en algún momento la mano mejoró para los actores, hubo novelas, tiras, unitarios y series, pero el porcentaje fue bajando paulatinamente hasta llegar al día de hoy, en donde no hay ficciones en la tv abierta. Si, la televisión echó a los actores.
En realidad debí decir que muchos actores y actrices cada tanto aparecen en los programas, eso si, para hacer otras cosas. ¿Como qué? Van a almorzar o cenar a algún programa, van a jugar por premios, a contar intimidades, a competir en algún reality, a «vender» su obra de teatro en algún móvil… cualquier cosa menos a hacer lo que saben: actuar. Y no es culpa de ellos, el problema es que no hay lugar.
Este año tuvimos un poquito de ficción, con el final de «La 1- 5-18», que había comenzado el año pasado, «El primero de nosotros», que duró 3 meses en la pantalla de Telefe y la serie «Supernova» en El Nueve. Pido perdón si me olvido de alguna.
Es cierto que los canales también adelantan capítulos de series que se dan en las plataformas, cómo sucedió con «Los protectores» o «El encargado», que emitió El Trece.
Pero es apenas una muestra gratis de lo qué hay que ir a buscar luego a los streamings. Y ese es el tema: hoy el negocio pasa por otro lado. Hay propuestas pero para poder verlas hay que pagar.
Hoy si querés ver una novela en la televisión, deberás aceptar que sea turca, brasileña o hasta coreana, porque argentina no hay (perdón Alberto Migré, perdón Alejandro Romay).
Hacer una ficción requiere de mucha inversión, porque hay que pagar actores, vestuaristas, maquilladores, guionistas, apuntadores, locaciones, productores, directores, etc.
Hay que grabarlas con tiempo y, si después no miden lo necesario, hay poco margen de maniobra. ¿Qué haces con los capítulos que grabaste y no usaste? ¿y con los contratos de los actores? ¿Quién los paga? .
En cambio un formato de juegos, panelistas, o lo que sea, si ves que la cosa no va, lo cambias sobre la marcha, y sino de última se termina el programa. Así de simple (y cruel).
Este año Polka apostó por hacer la segunda temporada de «ATAV» (Tierra de amor y venganza), que será de época como la primera pero esta vez situada en los años 80.
Sin embargo, el canal fue postergándola hasta que finalmente decidió emitirla el año que viene. Porque tampoco es cuestión de lanzar algo al mercado si uno no está seguro de que puede funcionar en rating.
Sino miren el caso de Telefe, que ganó durante muchos meses de este 2022 la batalla por el rating en el prime time, pero aún así tuvo que cambiar varias veces de horario la novela «El primero de nosotros» porque los números no eran los esperados. Y en esos casos el único que paga las consecuencias es el canal.
Como se ve, la industria de la televisión cambió la forma de consumir ficción. Las tiras y las novelas le cedieron sin querer su espacio a las series, que muchas veces son «maratoneadas» en pocos días. Ya no se ve lo qué hay, sino que uno busca lo que le gusta, y paga por ello.
¿Es mejor? ¿Es peor? Es distinto. Es lo qué hay, hoy. Veremos en otros 20 años qué nos deparará los próximos cambios tecnológicos. Por ahora solo decimos «aguante la ficción, carajo… al menos en las plataformas».