Sofía Calvo, psicóloga y autora del libro "La Generación de Cristal" explicó cuáles son las necesidades y las formas de percibir el mundo de las personas nacidas entre 1995 y los primeros años de los 2000
La psicóloga y autora del libro «La Generación de Cristal», Sofía Calvo, considera que el término “cristal” se usa de forma despectiva para decir que, supuestamente, estas nuevas generaciones son muy débiles, emocionales y todo les molesta. Pero en realidad, segura que “es una forma de invalidar los límites al maltrato y a las imposiciones que pone esta juventud”.
En diálogo con NA, Calvo sostuvo que «buscamos comprender la trama de una generación que tiene ideales y necesidades muy puntuales y que muchas veces no son bien comprendida».
Cada 10 a 15 años las sociedades suelen ser caracterizadas por una serie de ideales y comportamientos como consecuencia de los sucesos históricos y culturales de su tiempo.
Por eso, las generaciones que vivieron las dos grandes guerras del siglo XX o les tocó atravesars la época de posguerra, tuvieron como pilar de desarrollo la unión de sus familias y la idea de que el sacrifico y el trabajo debía ir siempre juntas.
Muy diferente se vive el rol de la familia y de las imposiciones sociales en las personas nacidas entre 1995 y los años 2000, identificadas bajo una serie de características y conductas producto de una época donde, por ejemplo, la tecnología es mucho más que una herramienta de trabajo y la necesidad de preguntarse acerca de lo que desean más allá de lo que deben hacer, es un hecho fundamental para la conformación de su identidad.
Ellos y ellas son conocidos como «Generación de Cristal» o «Generación Z». La filósofa española Montserrat Nebrera acuñó el término a los hijos e hijas pertenecientes a la generación “X” quienes, a diferencia de sus padres y madres, parecieran demostrar fuertes quejas y rechazos a temas que en generaciones anteriores eran aceptados o tolerados con naturalidad.
-¿Quiénes son y qué nuevos planteos instaura respecto a generaciones anteriores?
-La generación de cristal abarca, generalmente, a quienes tienen menos de 30 años. Se supone que son los y las nacidas después del 2000, pero para mí es necesariamente más amplio. Hay una gran parte de mi generación, la de las personas que ahora rondan los 30, que quedaron en el medio del cambio y que también están identificadas con los planteos y miradas actuales. No sé si es que ahora instauramos muchos planteos nuevos, sino que se les dio más entidad a aquellos que nos precedían y que no encontraban la fuerza suficiente para que se genere un real movimiento social como el que estamos viendo en este presente.
Algunos de los planteos más novedosos son el del lenguaje inclusivo y las relaciones abiertas, pero incluso en estos, si buscamos en la historia vamos a encontrar sus primeros reclamos tiempo atrás. Paulo Freire, uno de los grandes educadores latinoamericanos del siglo pasado mencionó el carácter sexista de hablar en masculino cuando aún no existía esta idea del lenguaje inclusivo; el poliamor y las relaciones abiertas son formas vinculares que se llevan adelante hace siglos y en distintas sociedades, principalmente antes de que la iglesia como institución y el capitalismo hagan lo suyo. Lo mismo con la diversidad sexual, la ecología, el veganismo, el feminismo y la identidad de género.
Antes había muchos menos adherentes y muchísima más fuerza opositora. Ahora un poco la ecuación se dio vuelta y por suerte estamos siendo cada vez más quienes defendemos todas estas causas.
Entre los principales temas que preocupan a la Generación de Cristal, Calvo identifica una clara demanda en “cortar con ciertos mandatos e imposiciones sociales y familiares”. Y al mismo tiempo, identifica una fuerte necesidad en “permitirse nuevas identidades, nuevos proyectos de vida, nuevas ocupaciones”.
“Los temas más importantes incluyen la construcción de una identidad de género libre, romper con los binarismos y los estereotipos de género, la orientación sexual por fuera de la heteronorma, los proyectos de vida que ya no se adaptan a casarse, tener hijos, comprar una casa, entre otros. Ahora el abanico de posibilidades es mucho más amplio en todos los sentidos”, lo detalla.
Los síntomas de una generación
-¿Podrías identificar los principales síntomas de esta generación?
– Los síntomas son siempre los mismos y lo que cambia es el escenario. En toda época sufrimos por el choque entre nuestro deseo y el “deber ser” social que nos imponen. Es la lucha entre lo que queremos hacer y lo que se supone que deberíamos. Esas dos fuerzas opuestas son el principio de todo síntoma, tanto antes como ahora.
Lo que se observa muy fuerte en el presente es un desfasaje muy grande entre la generación que cría y los y las millennials (nacidos en los 90) y la generación Z: el cambio social fue tan grande que generó una fuerte resistencia por parte de los padres, madres o criadores que a su vez colisiona con la posición firme de esas hijas e hijos que adhieren a esta revolución.
El incremento de la tecnología y el capitalismo también obliga a atravesar tiempos de mucha ansiedad y de consumo desmesurado. Si bien no es un problema puntual de las últimas generaciones, quienes nacieron en esta revolución tecnológica, ahora están menos acostumbrados a la pasividad y a la paciencia que requieren ciertas cuestiones a la hora del aprendizaje.
Tecnología, redes y despersonalización de los vínculos
-¿Cómo observás que se vive la virtualidad en los vínculos de esta generación?
– La virtualidad tiene muchas complejidades porque deja un montón de aspectos a libre interpretación. A veces se le da un sentido cerrado o único a algo que en realidad puede ser evaluado de una forma muy distinta por la otra persona; por ejemplo, la forma en la que contestamos un mensaje, el sentido que le damos a un me gusta o a tener lista de mejores amigos en Instagram, son cosas que a veces generan mucha disputa. También lo virtual nos hace creer que las respuestas tienen que ser inmediatas, entre tantas otras cosas. Las aristas a analizar son infinitas.
-Y, puntualmente, ¿qué percibís que sucede con el llamado “Ghosteo”?
– El ghosteo es algo muy presente, pero también hay que decir que no es algo que antes no pasaba. La gente también dejaba de llamar y se quedaban mirando el teléfono por horas y nunca sonaba, aunque les habían dicho “te llamo”. También ocurría que alguien podía “desaparecer del mapa”. Ahora, las redes sociales lo hacen mucho más evidente porque estamos en un contacto constante, y como me puedo comunicar rápido y fácil me doy cuenta más rápido si me ghosteaste ya que tengo la evidencia de la tilde azul o del visto para confirmarlo. Ahora se ve potenciado por la despersonalización que brindan las pantallas. Porque si fuese alguien que vive al lado de mi casa muy probablemente me costaría más “desaparecer”. En cambio, si solo tengo que dejar de contestarte los mensajes para darte a entender que no quiero saber más nada, es más sencillo.
A modo de síntesis, y sabiendo que queda mucho por profundizar, Calvo considera que entre las preguntas que se instauran con fuerza, se encuentra el cuestionamiento ante la diversidad, al cuidado del medioambiente, y a todo tipo de imposiciones sociales que en generaciones anteriores no fueron cuestionadas de manera colectiva como sucede ahora. Por ejemplo, menciona el hecho de ser madre. El “tenés que ser madre” como mandato de generaciones anteriores ahora se modifica y abre la pregunta “¿quiero ser madre?”.
“Las personas siempre se hicieron preguntas, claro está, pero en este presente se le da lugar al cuestionamiento de aquello impuesto que no nos representa como fuerza colectiva y eso es lo más importante. Toda revolución necesita de adherentes que le den solidez, ahora está la fuerza, está la diversidad y por tanto y por suerte, hay menos imposición”, concluye.