La jornada número cinco del evento desplegó una agenda llena de matices y transformó el lunes con pinceladas, palabras, música y libros
La Feria Internacional del Libro Rosario no para. Desde las 15 y hasta pasadas las 21 horas de este lunes, las personas transitaban pasillos, descubrían un nuevo título o escuchaban algún verso al pasar desde algunas de las salas.
La explanada del Centro Cultural Fontanarrosa se tiñó de blanco guardapolvo al recibir a pequeñas y pequeños susurradores, chicos y chicas de 1° grado de la escuela N°107 ‘9 de julio’, mientras que el Espacio de Infancias se colmaba de colores y caras de asombro con Lecturas de Leoconvos, el voluntariado de lectura de la Bibliotecta Argentina y la intervención artística cuchara clown y presentación de la autora Margarita Mainé.
Además, Belén Villa trajo la magia con su texto Niños duende y la actividad «Leer abre mundos», a cargo del Plan Nacional de Lecturas de Santa Fe.
La paleta generaba mezclas en las salas Beatriz Guido con la mesa dedicada a la huella que dejó Sylvia Molloy y la presentación de la novela de Santiago Alassia «No es lo suficiente», en el espacio Jorge Riestra.
La Sociedad Argentina de Escritores prestó los libros «Sobreviniente» de Agostina Alonso, «Mariela va a la escuela» de Ameris Peiretti y «Sobre líneas paralelas» de Susana Tulian.
La Cooperativa Cultural Pluraral hizo una mesa de lectura con el Foro de Escritores Jóvenes mientras que se hablaba en otro lugar de la revista–libro «ABC La Cultura del Psiconálisis».
Ying y Yang
Blanco y negro, negro y blanco. Mezclas, luces y sombras se reúnen en dos evocaciones: en un lugar una mesa dedicada a la poeta Beatriz Vallejos, en otra, el homenaje al multifacético Hugo Diz. Dos personas que ya no están físicamente pero cuyas voces siguen resonando. Contrapuntos con algo en un común, sus miradas lúcidas.
En el homenaje a Hugo Diz estuvieron presentes Magdalena Alliau, Sergio Gioacchini, Eduardo Danna y Paula Alzugaray. Todos coincidieron en la personalidad tajante y el carácter huraño del escritor pero como dijo Paula «¿Quien no tiene puntos grises o negros?»
De la mesa a Beatriz Vallejos participaron Marina Maggi, Irina Garbatzky, Pablo Serr y Vicky Lovell. Allí destacaron los destellos y miradas luminosas en las que Beatriz podía expresarse.
“La idea del derecho al asombro para poder sostener la vida. Apartar lo que creemos saber para una darle lugar a una forma interrogativa de la vida. Esos pequeños milagros que aparecen en sus poemas destellantes. Lo que se recuerda es no evadir el peligro sino traerlo hacia lo conocido y hacer preguntas donde hay solo desastre”, explica Mariana Maggi sobre la poesía de Beatriz.
Donde había desastre también estaba Hugo Diz con sus poemas revolucionarios aunque casi al final de su vida decidió ir por los aforismos y convertirse en eso que decía no sería así y todo, sus amigos lo recuerdan con virtudes y defectos, con su visión franca y su don para abrir caminos.
Esas mismas rutas, en este caso las del Delta del Paraná, que Beatriz Vallejos transitó y le describió a Garbatzky en una entrevista: “Yo creía, ingenua, que el río era así, derechito, no me imaginaba que daba tantas y tantas vueltas. De eso estoy feliz, de haber conocido el alto Paraná. El atardecer en el alto Paraná es lo más hermoso. Después de eso ¿qué escribir? “.
“Hacernos preguntas en la feria del libro de Rosario, en el mundo que estamos viviendo”, dice Pablo Serr en referencia a la coyuntura, el humo, el legado de Beatriz y sigue diciendo que el legado de la poeta tiene que ver con esas contradicciones y que sus interrogantes resisten el libro y diluyen el yo para habilitar procesos identitarios distintos.
«¿Para qué sirve la poesía?», se preguntó Vallejos y seguramente también Diz cuando hacían una ‘poesía horrible’ con Eduardo Danna en sus primeros años de profesión. Las certezas se escapan en ambos ámbitos, aunque esos aforismos de Hugo quisieron amarrarla se escaparon a través de los recuerdos de este día: “Cómo hablar de un amigo. Nadie sabe nada de nadie, como decía Cortázar”, sostuvo Magdalena Alliau.
Mirar detenidamente eso que parece lento pero que está en permanente movimiento era la esencia de Vallejos y quizás Diz lo sintió al ver la ingeniería de un reloj o cuidar un caballo, algunos de sus tantos oficios de vida.
Blanco, negro, grises, sombra, luz, presencias, ausencias a veces tienen un punto de encuentro. “Si aparto lo que creo que sé ¿qué queda de mí?, se pregunta Vallejos o como dice un poema de Hugo: “A veces los ausentes nos visitan: traen una brisa cálida que parece cobijarnos”.
Lunes que parece sábado
El comienzo de semana sumó actividades de las que participaron miles de rosarinos y rosarinas. Hubo un homenaje a maestros ‘Alma Cossettini», del grupo Locos de la Jaula, Circuito Interbarrial de Teatro (distrito Norte), un ciclo literario denominado Dos de copas, que celebra la palabra y los encuentros.
Lucas Raspall colmó el auditorio Angélica Gorodischer con la presentación de su libro «Si hay suelo no hay techo».
Magdalena Candioti en conversación con Marcela Ternavasio, hablaron sobre «Una historia de la emancipación negra». En otra sala, Gabriela Milatich trajo su libro Arte y Símbolo para C. G.Jung- arteterapia, arteterapia junguiana e imaginación activa.
Ciclotimia, con Pablo Castro Leguizamón, llevó poesía, música y cine al escenario principal para enmarcar la jornada.
También hubo una mesa sobre tres producciones: Maestras Argentinas, compiladores Eduardo Mancini y Mariana Caballero, Hora de abrir los ojos, de Guillermo Ríos y Maestro pueblo o maestro gendarme, de María Teresa Nidelcoff.
Se presentó El imperio, Galtieri y las guerras. Malvinas, 40 años después y La ciénaga y las parábolas. Geografía narco 7 y Evita 70×70 de Carlos Del Frade.
La jornada cerró con el agite de la revista Barullo con su edición número 22.
La agenda y programación completa de la Feria del Libro Rosario 2022 se puede seguir en rosario.gob.ar