Por Manuel Adorni. Economista, conductor y columnista en Radio Rivadavia.
El tema inflacionario preocupa a todos desde hace años. Sin embargo, este mes el gobierno corre con un desafío múltiple: se conocerá el dato de inflación del octavo mes del año luego de un nivel inflacionario del mes inmediato anterior que fue récord en décadas (7,4 por ciento).
Junto a este dato (que ya se anticipa que no logrará perforar el piso del 6 por ciento de inflación y que los alimentos han sido nuevamente la noticia) en el mes que ha comenzado, el impacto de alquileres, prepagas, colegios privados y por sobre todo de la quita de subsidios serán clave para lo que viene.
Las tarifas son un tema central. Los comercios se han quedado sin subsidios (los irán perdiendo de manera paulatina) y esto se verá reflejado en el nivel general de precios.
Está por verse si ese impacto se dará de manera brusca o prorrateado en el tiempo, pero lo cierto es que la última vez que se ha minimizado el impacto que podía tener en los precios un ajuste en las tarifas, el Gobierno de aquel tiempo logró llevarse una ingrata sorpresa.
Otra de las cuestiones que desvelan al equipo económico de Sergio Massa es el nivel de reservas.
No tanto por cuestiones meramente cuantitativas sino por el miedo a que el mercado vuelva a pasar factura y que además se incumpla con la meta de acumulación de reservas pactada con el FMI.
Hasta fin de mes el Banco Central debe reunir unos 5.000 millones de dólares adicionales y el camino parece que será algo cuesta arriba.
En agosto la autoridad monetaria ha perdido algo más de 500 millones de dólares, en julio algo más de 1.200 millones de dólares y en el único día hábil que hubo en lo que va del mes, apenas se han comprado unos 500.000 dólares. La misión parece ser extremadamente complicada.
La Argentina ha logrado a través de los años alejarse de la normalidad.
Dentro de los caminos posibles para la acumulación de divisas, hay varios que han quedado cerrados (al menos por ahora). Recibir inversiones del exterior, que el argentino que ahorró en dólares los vuelque al circuito económico formal o que el sector privado acceda a ser acreedor del país en moneda extranjera parecen simples quimeras. Las alternativas reales que hoy tiene el país para poder incrementar sus reservas son básicamente dos: que el exportador liquide lo que aún no ha liquidado o que los organismos internacionales de crédito tengan un acto de bondad extrema y nos hagan llegar dólares frescos.
La inestabilidad política y la insostenibilidad de la deuda (y de la economía en general) hacen pensar que incluso existiendo el apoyo del FMI, el Banco Mundial y/o el BID, no será suficiente para seguir adelante sin complicaciones.
La verdadera opción a partir de aquí parece ser el campo y sus granos.
Nadie liquidará nada con un dólar a $140 cuando el valor de mercado más que lo duplica. Menos aún lo harán a sabiendas que se está evaluando un nuevo «dólar soja» luego del fracaso de la primera versión donde apenas se liquidaron 20 millones de dólares.
El Gobierno estima que el agro tiene por liquidar cerca de 5,5 millones de toneladas y que dependerá de qué tan efectivos sean desde el Ministerio de Economía para tentarlos a hacerlos.
Sin embargo el tiempo se agota: no hay más dólares, las metas con el FMI parecen incumplirse y las importaciones siguen virtualmente congeladas.
El desafío es mayúsculo, los tiempos apremian y la economía se sigue enfriando mientras el Gobierno no sabe bien –al menos por ahora- hacia dónde quiere ir…