Por Manuel Adorni. Economista, conductor y columnista en Radio Rivadavia.
Esta semana se conocieron dos datos muy significativos de nuestra realidad económica.
Por un lado el Indec publicó el tan ansiado índice de inflación correspondiente a julio y por el otro se ha conocido la decisión del Banco Central de la República Argentina de elevar la tasa de interés de referencia hasta el 69,5 por ciento.
El dato de inflación fue el esperado, ni más ni menos que lo que ocurre habitualmente en la Argentina.
La inflación oficial de julio, finalmente, resultó ser del 7,4% en una dinámica que parece estar lejos de detenerse o modificarse.
Las turbulencias financieras, los errores económicos y medidas que se esperan pero que nunca llegan fueron el cóctel perfecto para un aumento del nivel general de precios que no se veía desde abril de 2002 –en aquel entonces fue del 10,4% en el mes- y que parece estar dispuesto a seguir escalando.
Hasta la guerra dejó de ser una excusa válida para explicar lo que ocurre con el nivel de precios: la Argentina tiene dos veces más inflación que Ucrania y cuatro veces más que Rusia.
La suba de tasas de interés por parte del Banco Central ha sido la medida que implica que el gobierno ha decidido sacrificar crecimiento para intentar detener la escalada inflacionaria.
Un poco más de tasa de interés (la elevó del 60 al 69,5% nominal anual) intentará a partir de aquí tentar a los pesos para que sigan apostando a la tasa de interés y que sus dueños no intenten cambiarlos por dólares o cualquier otro bien y evitar así que los precios de la economía se disparen aún más.
Todo un desafío en una economía sin moneda donde lo único que pueda hacer que uno no se desprenda de los pesos es la codicia por una tasa de interés atractiva.
De igual forma, la suba de tasas tiene un efecto que es sumamente preocupante y que probablemente sea uno de los puntos más críticos de la política monetaria actual.
Esta tasa nominal del 69,5% es equivalente a una tasa efectiva del 96,5%, lo que implica necesariamente que el dinero «esterilizado» que posee el BCRA en las ya famosas Leliqs y Pases pagan intereses siderales.
Hoy la entidad tiene esterilizado con estos instrumentos cerca de 7 billones de pesos (siete millones de millones de pesos).
Con esta nueva tasa de interés, el dinero crecerá exponencialmente y dentro de apenas un año estaremos hablando ya no de 7 sino de 13 billones de pesos, dinero este que todos sabemos que más tarde o más temprano el Banco Central deberá emitir para devolverlo a sus dueños.
Cuando esto ocurra la inflación actual será solo un grato recuerdo del pasado.
La fragilidad Argentina es total. Si la política no está a la altura de las circunstancias haciendo cambios estructurales que promuevan la inversión, el desarrollo y la estabilidad de nuestra moneda, reduciendo el déficit fiscal, disminuyendo la presión impositiva y liberando el comercio exterior, habrá que preguntarse simplemente cuándo será la nueva implosión económica que seguirá marcando récords en niveles de pobreza e inflación dejándonos siempre un paso más lejos de ser un país normal.