Renata Lucatti vive junto a su hija Zoe. A los pocos meses de iniciada la pandemia, la niña, que había comenzado con signos de pubertad desde los 5, fue diagnosticada con Pubertad Precoz Central (PPC) a los 8
Por Ornella Rapallini – Télam
Unas 2.000 familias de niños y niñas diagnosticados con Pubertad Precoz Central (PPC) de todo el país vienen reclamando al Congreso de la Nación el tratamiento del proyecto de ley que ingresó en abril para garantizar la prevención, el diagnóstico y tratamiento médico de esta condición, la cual, según especialistas consultados por Télam, aumentó en pandemia.
En paralelo, la misma iniciativa fue presentada ante la Cámara de Representantes de la provincia de Misiones, y según adelantó una de las madres de la red de familias, Paola García, esperan novedades de su aprobación «después de julio», cuando se podría convertir en la «primera» provincia en legislar sobre la PPC.
En diciembre del año pasado las familias lograron un primer paso: ser escuchadas por el Ministerio de Salud de la Nación a través de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, y alcanzar la Resolución ministerial 3437/21, que estableció la cobertura al 100% de la medicación para el tratamiento de pacientes con PPC a través de su inclusión en el Plan Médico Obligatorio (PMO).
Sin embargo, en diálogo con Télam, advirtieron que esa resolución encontró límites en su implementación.
Renata Lucatti (41) vive junto a su hija Zoe (10) en Rosario. A los pocos meses de iniciada la pandemia, la niña, que había comenzado con signos de pubertad desde los 5, fue diagnosticada con PPC a los 8.
«La resolución es incompleta -explicó Lucatti a Télam-, tiene algunas cuestiones de los caracteres de la pubertad precoz, han puesto edades límite y hay obras sociales y prepagas que toman las edades escritas para no cubrirlo, por otro lado, no incluyeron a las obras sociales provinciales ni a la nacional PAMI, que muchos chicos tienen, y a algunas familias les dan vueltas, les estiran los tiempos, empiezan a poner excusas hasta que hacen amparos para acceder a la medicación, que normalmente siempre son favorables».
La PPC se caracteriza por la aparición prematura de los caracteres sexuales secundarios antes de 8 años en las niñas, con la aparición del botón mamario, y antes de los 9 años en los niños con el aumento del tamaño de los testículos, mientras que en una pubertad normal la aparición de estos caracteres sucede en las niñas alrededor de los 10 años y medio, y en los niños alrededor de los 11 años y medio.
Según describieron las familias, las infancias con PPC sufren dolor físico por el crecimiento prematuro de sus huesos, otros crecen en exceso en relación a su edad cronológica, y debido a esto sufren en algunos casos problemas de socialización con sus pares, estados de ansiedad y de tristeza.
Una de las consecuencias de esta afección es la posible modificación de la talla final ya que si los cartílagos se cierran tempranamente, el crecimiento se ralentiza o cesa, si no se trata en tiempo y forma.
En mayo de 2020, en pleno aislamiento por la pandemia, Renata notó en su hija la señal de alerta que le había advertido el endocrinólogo infantil: la aparición del botón mamario. La niña también había presentado otros signos como sudor con olor a los 5 y vello a los 7.
«Es hija única, no sabía a qué edad empezaban, pero me pareció muy pronto por eso hice una consulta con el pediatra desde el primer indicio», recordó Lucatti.
Las familias atentas y los controles pediátricos cumplen un rol fundamental en la detección temprana de esta condición.
De los 5 a los 8, Zoe atravesó un periplo de estudios médicos necesarios para llegar al diagnóstico.
Como gran parte de los niños y niñas que presentan estos indicios pasó por revisiones clínicas periódicas, radiografías de mano izquierda cada seis meses para detectar su edad ósea y evaluar si presentaba un crecimiento excesivo antes de tiempo, resonancia de cabeza para «descartar factores orgánicos, es decir, la aparición de algún tumor», análisis de sangre y ecografías uterinas, entre otros.
A los 8, Zoe tenía la edad ósea de 11. «El tratamiento era inminente», rememoró su mamá.
Como la mayoría, en su caso, se trató de una pubertad precoz idiopática, es decir con causas no identificables para lo cual existen tratamientos «seguros y efectivos», según los especialistas endocrinólogos/as.
En pleno aislamiento por la pandemia y sin trabajo, Renata, a la par de su hija Zoe, inició su propio periplo.
«Me enfrentaba a una prepaga que no tenía una oficina para tocar una puerta, sin un peso, el tiempo de Zoe iba corriendo y los médicos me decían que había que empezar ‘ya’ con el tratamiento», recordó.
En ese momento, Renata se encontró con que la prepaga interpretaba lo que era un tratamiento prolongado con una medicación de alto costo como una «medicación común» .
El tratamiento consiste en la aplicación de inhibidores hormonales, «acetato de triptorelina o acetato de leuprolide en forma mensual, trimestral o semestral», según prescripción del endocrinólogo, explicaron las familias, y cada inyección tenía un costo que iba desde $40.000 a $250.000, según los valores difundidos el año pasado.
«Me temblaban las piernas cuando mi hija me llamaba desde el baño y me decía ‘maaaa’, tenía miedo de que menstrue, y la prepaga no autorizaba ni siquiera las ecografías de útero y ovario porque decían que ‘no correspondía con la edad’, aunque lo había indicado un médico», rememoró Lucatti angustiada.
La medicación es fundamental para que «sigan creciendo normal y que alcancen la altura correspondiente», agregó. Pero no es solo un tema de talla: «los trastornos psicológicos son muchísimos y también en los huesos, sufren mucho los dolores», añadió.
Con la asesoría de Defensoría del Pueblo en Rosario y el Servicio de Superintendencia de Salud hallaron que la droga que necesitaban los pacientes con PPC estaba comprendida dentro la ley de cambio de género del año 2019, «cubiertas al 100%» y ese fue uno de los puntos claves por los cuales Renata comprendió que era posible luchar por una cobertura completa.
Finalmente, antes de la resolución ministerial, con un amparo, la mamá alcanzó un acuerdo entre partes donde la prepaga cubrió el 100% de la medicación. Zoe todavía está en tratamiento y le realizan controles antes de cada colocación para evaluar la eficacia. Ahora, a sus 10, la edad ósea de la niña continúa siendo de 11 años, gracias al tratamiento.
Durante el aislamiento en pandemia, Renata había publicado una junta de firmas en el Change.org que la puso en contacto con otras familias que volvían a sus casas con un diagnóstico desconocido para ellas y juntaron fuerzas en la virtualidad.
En el Congreso de la Nación presentaron en abril pasado el proyecto de ley «Programa de Prevención, Diagnóstico y Tratamiento integral de la Pubertad Precoz Central», el cual aún no fue tratado.
Uno de los propósitos de esa iniciativa es crear el Programa Pubertad Precoz Central (PPPC) en el ámbito del Ministerio de Salud para promover la realización de estudios estadísticos y promover la formación y perfeccionamiento de profesionales de la salud.
Además, plantearon la necesidad de generar protocolos de atención, realizar campañas informativas y educativas para alertar sobre la necesidad de tratamiento oportuno, y garantizar la asistencia integral y la provisión gratuita de la medicación requerida.