Por Belén Escobar (NA)
La aceleración de la inflación y la suba del dólar, que ya supera el 114 por ciento durante el año, ponen cada día un poco más de presión sobre los salarios de los argentinos en medio de la recesión y una creciente tensión social. La moneda norteamericana volvió a operar con tendencia alcista durante los últimos días y finalizó la semana en un récord de $40,51.
La administración de Mauricio Macri no logró recuperar la confianza de los mercados, lo que se traduce en una persistente demanda en la city y una limitada oferta genuina del sector privado. Así, en lo que va del año, el billete avanzó un 114,1 por ciento, lo cual impactó de manera directa en los precios de alimentos, combustibles y tarifas de servicios públicos.
Ante un escenario en el que el ritmo de los incrementos en el costo de vida es muy superior a las subas salariales pautadas a principios de año, los gremios comenzaron a reclamar la reapertura de paritarias, algo que por el momento se concretó en un sector minoritario de los trabajadores.
El INDEC calculó que la inflación de agosto fue de 3,9 por ciento y por la devaluación las estimaciones de consultoras privadas ya apuntan a una cifra en torno al 6 por ciento para septiembre. Junto a la caída de la actividad, la imposibilidad de domar la aceleración de precios minoristas es una de las mayores preocupaciones del Gobierno de Cambiemos, por lo que están impulsando medidas sociales para contener a los más sectores más vulnerables.
La combinación de ambos factores complica el margen de maniobra del Ejecutivo y afecta de manera marcada al resto de las variables de la economía. Como consecuencia de ello, la Argentina asiste a la pulverización del poder adquisitivo de los asalariados y a un inevitable crecimiento de la pobreza, que Mauricio Macri prometió eliminar durante su campaña electoral.
Las ollas populares y las movilizaciones integran un paisaje cada vez más frecuente en diferentes puntos del país y todo indicaría que la presencia de agrupaciones sociales en las calles aumentará de cara a fin de año. El FMI pretenderá más ajuste por parte del Gobierno y Macri deberá hacer caso a ese reclamo para lograr que el organismo desembolse el dinero solicitado ante la escasez de dólares.
Es que la Argentina selló un acuerdo con el Fondo Monetario que cayó tan sólo dos meses después a causa del descalabro económico que el país no puede superar. El organismo ahora impondrá más condiciones para brindar el crédito que estaba pautado recién para el próximo año. Desde que el país acordó el crédito «Stand-by», el 22 de junio pasado, las reservas de Banco Central acumularon una caída de US$ 13.271 millones.
De ese modo, según datos del organismo que conduce Luis Caputo, disminuyeron el viernes US$ 529 millones y quedaron al borde de perforar el piso de los US$ 50.000 millones.La autoridad monetaria debió sacrificar en reiteradas oportunidades reservas para poder abastecer al mercado y aún apuesta a las elevadas tasas de interés para intentar quitar presión al dólar. La tasa de política monetaria se ubica en 60 por ciento anual y se va a mantener así «al menos hasta diciembre», según anticipó el propio Banco Central.
Si bien con esa estrategia el Gobierno compra tiempo, contribuye a que la economía se enfríe aún más y alimenta los negocios financieros, en detrimento de la productividad y la generación de empleo.