Mientras que la CEE exige que casi un tercio de la oferta de las plataformas digitales debe ser de origen europeo, en nuestro país las empresas no tienen por el momento ninguna obligación de contar con un mínimo de producción nacional
Un informe publicado esta semana por Ampere Analysis indica que Netflix se encuentra muy cerca de cumplir con la exigencia del Parlamento Europeo de que el 30% de su catálogo esté compuesto por producciones del Viejo Continente.
Hace casi cuatro años se aprobó la Directiva de Servicios de Comunicación Audiovisual de la Comisión Europea y las plataformas de streaming han ido produciendo contenidos originales o comprando derechos de películas y series de la región para adecuarse a la normativa.
Panorama europeo
Mientras en países como Francia, Bélgica y Suiza Netflix ya alcanzó casi el 30%, en Reino Unido está en el 27%. La diferencia puede parecer menor (apenas tres puntos), pero la investigación indica que el servicio de streaming debería sumar 408 títulos europeos o eliminar 953 producciones no europeas de su oferta para cumplir ya con esa cuota de pantalla.
¿Y qué pasa con el resto de los streamers? Amazon superó el 30% de oferta europea en sus catálogos para Alemania, Suiza e Italia, mientras que también alcanzó el 27% en Reino Unido; HBO Max pasó el 25% en la mayoría de los mercados, mientras que Disney+, que fue lanzada en ese continente recién en diciembre de 2019, tiene un 10% de produccón europea, pero ha encargado centenares de producciones en esa región para ponerse a tono.
Y las exigencias no son solo para que lleguen al menos a un 30% de producciones locales sino también de reinvertir parte de sus ingresos, ya que en casi todos los países los gigantes del streaming rige la obligación de hacer aportes para fomentar los contenidos nacionales. El último que se sumó a esta tendencia fue Suiza, donde el mes pasado se aprobó en un referendum con el voto positivo del 58% de sus ciudadanos y ciudadanas una reforma de la Ley de Cine Nacional, que obligará a los streamers a ceder el 4% de su facturación total a la producción de películas y series de esa nación.
¿Y por casa cómo andamos?
Más allá de que los streamers aportan impuestos como el IVA, en Argentina no tienen por el momento ninguna obligación de contar con un mínimo de producción nacional (estamos muy lejos de alcanzar el citado umbral del 30%) ni tampoco de aportar al Fondo de Fomento del INCAA, como sí lo hacen con el 10% del valor de cada entrada los dueños de las salas de cine.
Claro que en la actual coyuntura el sector tiene otras urgencias, como lograr que el Parlamento Nacional apruebe la ley que prorrogue las asignaciones específicas y evitar así que se pierdan los fondos que alimentan de forma directa a la industria audiovisual, al teatro, la música y las bibliotecas populares. Pero una vez que se resuelva ese desafío y si la Ley de Cine que data de 1994 se adecua a los cambios tecnológicos y de consumo del último cuarto de siglo podrían sumarse los aportes de las plataformas de streaming al Fondo de Fomento o aplicar una cuota de pantalla similar a la europea.
Mientras se resuelve el entuerto legal por las asignaciones específicas, el cine argentino continúa su compleja lucha por la supervivencia en las salas, donde de los 84 estrenos en lo que va de 2022 solo cinco superaron la barrera de los 10.000 espectadores, según datos de la Gerencia de Fiscalización del INCAA: “Ecos de un crimen” con 102.387 personas, “Hoy se arregla el mundo” con 71.774, “En la mira” con 55.310, “Las Rojas” con 14.555, y “Virus: 32”, coproducción con Uruguay que convocó a 13.567.
La raquítica taquilla contrasta con la notable repercusión que varias series (como “El Reino”, que hace pocas semanas arrasó en los premios Platino y cuya segunda temporada está en plena producción en Netflix; o “Iosi, el espía arrepentido”, que también tendrá un segundo año en Amazon Prime Video) y muchas películas nacionales están teniendo en streaming.
La explicación -además de la obvia, que tiene que ver con la masividad del streaming y sus costos más bajos en comparación con el consumo familiar en los cines- tiene que ver con que las nuevas películas con las figuras más populares del cine argentino están yendo directamente al consumo hogareño.
Netflix, por ejemplo, estrenó el último film con Adrián Suar (“Corazón loco”), lo más reciente con Guillermo Francella (“Granizo”) y la semana próxima hará lo propio con un thriller protagonizado por Diego Peretti como “La ira de Dios”.
Si los servicios de streaming apuestan por el star system local, por transposiciones de best sellers de autores como Guillermo Martínez o Claudia Piñeiro, por cine de género o por biopics (como “El amor después del amor”, sobre la vida y obra de Fito Páez) la pregunta es qué pasará con quienes apuesten por contenidos de no tan alto impacto, sin aspiraciones tan masivas y con algo más de riesgo o búsquedas autorales.
Casi marginados de las salas que están monopolizadas por los tanques de Hollywood y sin entrar tampoco dentro de las preferencias de los ejectuvios de las algorítimicas plataformas de streaming, se encuentran en el peor de los mundos, perdidos en medio de la grieta artística y comercial.