Editores y docentes vislumbran la irrupción de un fenómeno impulsado por nuevas prácticas de lectura vigorizadas por las redes y el rol de los booktubers
Por Josefina Marcuzzi – Télam
La literatura juvenil representa el 60% de la producción de algunas editoriales y fue uno de los grandes motores del boom de ventas que signó la última Feria del Libro, pero aún así una y otra vez es alcanzada por el fantasma de que los jóvenes ya no leen, o que lo hacen en dosis mínimas, un mito que desmienten tanto editores como docentes, que vislumbran la irrupción de un fenómeno impulsado por nuevas prácticas de lectura vigorizadas por las redes y el rol de los booktubers.
Dentro de una escuela tradicional de Buenos Aires, un docente saca una foto y la instagramea. En la imagen hay una pila de varias mochilas delante de la entrada de la biblioteca. En la puerta del mismo colegio, una chica de unos 14 años lee un libro sentada en un escalón. En oposición: los chicos no leen, la frase que se escucha entre adultos en diferentes ámbitos.
En una época signada por una retracción general de la comercialización de libros, el universo editorial se afianza con la venta de literatura juvenil y amplía su espectro con nuevos catálogos y sagas que no paran de crecer e incluso son llevados a cine, series y videojuegos. ¿Cómo se configura el panorama juvenil del libro, originado hace más de 10 años por títulos como «Los juegos del Hambre», «Crepúsculo» y la saga de «Harry Potter»? ¿Por qué es falaz afirmar que los «chicos no leen»?
El segmento de literatura para jóvenes alcanza el 60% de las ventas que tiene el catálogo V&R ediciones, y de los 10 títulos más vendidos en esta franja etaria en las principales cadenas de librerías, 6 pertenecen a este sello. Editorial Urano, por su parte, tuvo su mejor performance en la última Feria con múltiples títulos de su sello Puck y en el caso de Pengüin Random House, 6 de sus 10 libros más vendidos en librerías son de literatura juvenil.
«La literatura infantil y juvenil crece de manera sostenida desde 2017 y sigue avanzando sobre la torta de ventas en general, a pesar de que el mercado editorial se va contrayendo desde entonces», sostiene María José Ferrari, gerenta de Infantil y Juvenil de Grupo Planeta, en diálogo con Télam.
Según la Cámara Argentina del Libro (CAL), hoy el segmento de libros infantiles, juveniles y didácticos concentran el 24% de las temáticas del sector editorial comercial. En la última Feria del Libro hubo editoriales que vendieron entre 30% y 40% más que en 2019 y otras que vendieron entre 110% y 150% más. «Hemos visto chicos comprando entre 18 y 25 libros, lo cual es muchísimo», agrega en este mismo sentido Cristina Alemanny, coordinadora de actividades juveniles de Fundación el Libro.
Las claves del crecimiento
Los últimos diez años son centrales para pensar esta radiografía del panorama literario juvenil. Las primeras publicaciones comenzaron entre los años 2008 y 2009, pero el panorama se solidificó a partir de algunos fenómenos como «Los juegos del hambre» (2008), «Divergente» (2011), «Crepúsculo» (2008) y «Harry Potter2 (1999), entre otros menos conocidos.
«Las editoriales empezaron a darse cuenta que había un público ávido de lecturas. Con el correr de los años empezaron a sacar líneas de catálogos específicas para jóvenes, con campañas de marketing y segmentaciones precisas y direccionadas. Hubo autores que abrieron este mundo, sagas que empezaron a sembrar esta etiqueta de literatura juvenil, especialmente cuando fueron llevadas al cine», apunta Georgina Ditsos, Jefa de prensa y Marketing de Ediciones Urano.
Con este precedente y sobre esta plataforma base, las publicaciones juveniles fueron ampliando sus fronteras y diversificando sus temas. «El público juvenil tiene un rasgo particular: no tiene temas tabú. Podemos verlo en ‘Bajo la misma estrella’ (2012), un fenómeno literario que tenía como tema central el cáncer. Son lectores desprejuiciados», explica Alemany.
«La literatura fue clave en pandemia para los jóvenes, que buscaron una alternativa a las pantallas. Por un lado, fueron tras contenidos que los desafiaran en la construcción de otras utopías. Y por otro, se organizaron en comunidades en torno a un autor o un libro, y esto permitió el reimpulso de los clubes de lectura y las recomendaciones», agrega Marcela Aguilar, directora editorial de V&R Editoras.
Las fuentes de los sellos consultados coinciden en que esta expansión se produce además porque los libros volvieron a ser un refugio, un modo de escape y un descanso de las pantallas para los jóvenes y adolescentes.
«Este segmento creció no sólo en voces y temáticas, sino también en géneros con los que experimentan. También sucede que los textos llegan de autores que escriben en plataformas y crean historias para sus pares. Al catálogo se suman escritores jóvenes que escriben en primera persona y ahí se produce un intercambio entre pares que hablan un mismo idioma, tienen códigos compartidos y generan comunidad», apunta Ferrari.
De acuerdo a Federico Lorenz, escritor y docente, las y los estudiantes secundarios leen en celulares o tablets pero también leen «en libro», y así se produce una modalidad de consumo híbrida. «Las redes han modificado los hábitos y los soportes, pero también han impactado de una manera positiva en la circulación de la información sobre los libros. Hay autores y temas que alcanzan masividad por como los chicos se apropian y difunden: un libro se transforma en emojis, stickers, gifs. Es un nuevo lenguaje al cual uno se asoma, pero es transformador sin duda y potencialmente positivo», dice a Télam.
Los chicos no leen… lo que los adultos quieren que lean
Hay una idea prefijada en el mundo de adultos y padres de que los chicos y jóvenes no leen, bajo un argumento de que el hecho de ver a los chicos con sus celulares o tabletas y no con libros en papel en sus manos es la confirmación empírica de esta hipótesis.
«Es un modo elemental de pensarlo porque los chicos leen en distintos registros. Puede que haya cierta dificultad con la atención, pero no estoy de acuerdo con que no leen. Algunos críticos que señalan esto trasladan su frustración por no llegar a esos lectores, en el sentido más amplio y noble del término: chicos ávidos de seguir historias, a través de textos, en distintas formas», sostiene Lorenz.
«Lo de ‘los chicos no leen’ no es más que un prejuicio adulto e intelectualmente elitista. Los chicos leen y mucho. Más que la mayoría de los adultos y sin dudas de forma más libre y desprejuiciada», agrega Melisa Corbetto, editora del sello juvenil VRYA, que pertenece a V&R editores.
Las redes sociales y el boca en boca profundizaron el hábito de la lectura entre jóvenes. Se lee, se comparte y se crean comunidades de lectura. La idea del estudiante en guardapolvo blanco, leyendo sentado frente a un pizarrón se congela y se torna anacrónica. «Los jóvenes están atravesados en su cotidianeidad por storytellings: en una app como Instagram comparten textos; las publicidades son guiones; los videojuegos tienen trama. Y, así, la permeabilidad de los jóvenes para leer historias es inmensa», sugiere Ferrari.
Por su parte, la editorial Pengüin Random House conformó una alianza para publicación de contenidos con la plataforma de lectura Wattpad y muchos de los autores jóvenes que escriben para jóvenes surgen allí. «Es una alegría ver como los chicos y las chicas se acercan a la lectura y derrumban el mito de que los chicos no leen. Por el contrario son voraces, apasionados y siempre están a la vanguardia pidiendo a las editoriales contenidos que van descubriendo a nivel internacional», agrega Valeria Fernández Naya, directora de Marketing y Comunicación del sello.
La forma predominante en la cual los jóvenes leen y escriben está fuertemente vinculada con la instantaneidad de la época, pero esto no es necesariamente sólo una marca generacional, sino también de época.
«Yo quiero atraerlos a la lectura, pero no al hecho de leer sino a recuperar el espacio para reflexionar y disfrutar de la práctica, que sean conscientes del uso del tiempo ahí. Todo está hecho para que no tengamos tiempo y los chicos no escapan a eso. Los hacemos vivir en un mundo que no les da tiempo. La principal estrategia para atraerlos es construir un mundo donde valga la pena dedicarle el tiempo a actividades que nos hagan disfrutar la cultura y aprender mientras lo hacemos. La apuesta es el aprendizaje con placer», completa Lorenz.