Los escritores Carlos Gamerro, Martín Cristal y Lucila Grossman intercambiaron además sobre el vínculo entre lo verdadero y lo falso en la literatura y la psicodelia o la alienación como producto de esa práctica
(Por Josefina Marcuzzi – Télam)
Los escritores Carlos Gamerro, Martín Cristal y Lucila Grossman intercambiaron sobre el cruce de tecnología y drogas en la narración, así como el vínculo entre lo verdadero y lo falso en la literatura, y la psicodelia o la alienación como producto de esa práctica, en una charla coordinada por el también autor Enzo Maqueira que tuvo lugar en la Feria del Libro bajo el tópico «Narrar y alucinar».
“En todos nuestros libros hay drogas, o hubo drogas o pasan cosas raras que solamente sucederían bajo el efecto de las drogas”, abrió la charla, entre risas, Maqueira. Más allá del aporte heterodoxo que significó proponer una mesa que tuviera como eje los vínculos entre la escritura y las drogas, la actividad tuvo la particularidad de contar con tres escritores de generaciones muy diferentes, condición que enriqueció el debate y ofreció puntos de vista diversos: Gamerro nació en 1962 y es escritor, reconocido por ser autor de «Las islas» y «Facundo o Martín Fierro», entre otras tantas obras; Martín Cristal nació en 1972 y escribió «La música interior de los leones», libro con el que ganó el Premio de la Fundación del Libro 2018-2019; Lucila Grossman nació en 1993 y publicó «Mapas terminales» y «Acá empieza a deshacerse el cielo».
¿Cómo y cuándo se empieza a alucinar? ¿De qué modos alucinan los escritores y cómo esa impronta se dibuja en su obra y se impregna en sus historias? Estas fueron algunas de las preguntas disparadoras del debate.
“Creo que la a infancia es el primer lugar de la alucinación. Todas las situaciones de terror que se viven en la infancia son extraordinarias. Además, la libertad es un rasgo muy de esa etapa. Para mí la niñez es como estar drogado todo el tiempo y escribir es, de algún modo, volver a la infancia”, dijo Grossman.
Por su parte, Gamerro hizo un aporte respecto a lo que otros autores le brindan y que nutre la idea de alucinación en su propia literatura: “Borges hacía lo mismo que William Burroughs
pero sin tomar drogas y también podría decirse lo mismo de Joyce. Son autores que no tomaban drogas pero que parecían permanentemente drogados, porque la escritura misma crea ese tipo de realidad», planteó.
«Una analogía más directa con Borges y la ciencia ficción sería Phillip Dick. Las tramas, las ideas, la creación de mundos paralelos son prácticamente iguales, sólo que el género con el que juegan, coquetean y a veces cogen es diferente. Estos autores brindan cierto tipo de imaginación biológica. El cuerpo mutante, lo que puede sucederle al cuerpo bajo el efecto de algunas drogas u hoy con el efecto de la tecnología. Y mi literatura pasa mucho por el cuerpo: en ‘Las islas’ hay un lugar inevitable e indisociable del cuerpo, es lo que me hace funcionar», aseguró.
El cuerpo está también muy presente en «Mapas terminales», la primera novela de Grossman, con un personaje protagónico que sale una noche y a la mañana siguiente engendra un ser que no está muy claro qué es. ¿Cómo se narra el cuerpo desde la literatura y desde la alucinación? “Hay literatura en la que está muy presente la tecnología, el clon, el videojuego, que está en contraposición de la idea del cuerpo en presencia, y eso es una obsesión posible en esto de hablar de drogas y alucinación. Un cuerpo que se retrotrae o un cuerpo que viene a ocupar un espacio. Creo que los límites entre lo virtual y lo físico son una clave para pensar esto y también una pregunta que abre la tecnología”, reflexionó la escritora.
“Me parece que la ambigüedad entre droga y cuerpo es la de ‘salirse de’ o la de ‘entrar más profundamente en’. Según la droga y la circunstancia, la dirección es alguna de estas dos, y brinda dos experiencias muy diferentes” agregó Cristal.
Los tres escritores coincidieron en que el uso de las drogas no mejora su capacidad de escritura, ni su concentración, ni sus niveles de creatividad. “Escribir bajo el efecto de las drogas tiene algo de escribir con felicidad, pero a su vez no hay dos páginas que sirvan. Creo que el truco nunca está en la droga, sino en la persona que se droga”, aseguró el escritor entre risas y afirmaciones de sus compañeros de mesa.
En «Las islas», la célebre novela de Gamerro, hay una suerte de idea de recrear la guerra de Malvinas a través de un videojuego. Sacarle el cuerpo a la guerra y quedarse sólo con la experiencia cerebral o mental. “Es la historia de un excombatiente que además es hacker, y yo tenía que entrar a ese mundo. Tendría que haber ido a Malvinas y no fui, y me quedó el fantasma de quién sería yo si me hubiera tocado ir. Tenía que poder contar un cuerpo que había estado en la guerra, y las drogas posiblemente sean un modo de salir de ese cuerpo, del sufrimiento de ese cuerpo”, contó el autor de «La jaula de los onas» sobre su proceso de escritura.
Los escritores coincidieron en que las narrativas de las drogas en la literatura contemporánea están vinculadas a darle verosimilitud a algo que no lo tiene. Por ejemplo, si quieren que un personaje haga algo que jamás haría en la vida real, lo someten a los efectos de la alucinación. “Otro uso muy común es introducir epifanías a través de ellas, una especie de estado superior de comprensión de las cosas”, completó Cristal.
Maqueira propuso a los disertantes debatir sobre el escritor y la sabiduría, el modo en que la sociedad “espera” que un escritor sea sabio, y preguntó si el camino de los excesos (drogas o tecnología) conduce a la formación de ese saber.
“No creo que el camino de los excesos lleve a la sabiduría. Podemos pensar en la función de ‘escape’ de las drogas como algo viejo pero también está vigente, las distintas formas de alucinar funcionan como escape. En este sentido creo que escribir es la disolución del yo, y ese procedimiento de disolución del yo es lo que muy bien saben hacer algunas drogas”, reflexionó Grossman.
«Yo creo que el camino del exceso te lleva, al final, a la auto-destrucción. Lo que sí tiende a la sabiduría es la variación de las experiencias, y no hablo solo de las drogas. Sin uno puede variar su experiencia es un camino de autoconocimiento, aunque lo hagas una sola vez. Y así podés ver tu cabeza funcionando de otro modo», apuntó Cristal.
Por su parte, Gamerro acotó: “La sabiduría está en los libros que escribiste, no en vos como escritor. El saber de los escritores en particular no es reflexivo, tiene un carácter transitivo: va al otro. Esa idea planteada en El Ulises, ‘sin aprender nada de la sabiduría que descubrió’. Esa sabiduría es para los demás, para los lectores. Para uno, poco y nada».
Hacia el cierre de la conversación, los escritores intercambiaron ideas sobre la psicodelia o la alienación como efectos de las drogas y del uso de la tecnología, y el post-humanismo como una figura cada vez más cercana.
“Las drogas están para controlar, están para que rindas más, pero no hay una persona o figura que controle eso. La misma alienación por el uso de tecnología y de medios electrónicos produce que las personas empiecen a naturalizar el uso de determinadas drogas, un poco para soportar la vida”, dijo Cristal.
“Creo que las drogas están mucho más vinculadas a la alienación, aunque tienen su cuestión psicodélica y de apertura. Creo que son muy funcionales a nivel capitalismo, para una sociedad que puede purgar muchas cuestiones por ahí”, agregó Grossman.
“La escritura es una adicción en sí misma y la lectura también”, sostuvo Cristal casi al final del encuentro.
“Estamos al borde de una nueva revolución, al borde de crear máquinas que son superiores a nosotros. Y si las máquinas van a ser superiores que nosotros, la pregunta es, ¿para qué las creamos?”, concluyó Gamerro.