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José Cruz y su perro de guerra, el «ángel guardián» que lo cuidó en Malvinas


Este tucumano que con sólo 20 años llevó a uno de los 18 animales de la Agrupación Perros de Guerra

Por Eva Marabotto – Télam

José Rubén Cruz, un tucumano que con solo 20 años fue a Malvinas en 1982 con uno de los 18 animales de la recién creada Agrupación Perros de Guerra para realizar tareas de vigilancia, asegura que el animal se convirtió en «el ángel guardián que Dios eligió» para acompañarlo durante el conflicto.

Su perro Vogel y los otros canes que actuaron en Malvinas serán homenajeados post-mortem, así como sus guías, por la Federación Cinológica Argentina, entre el 31 de marzo y el 3 de abril en la muestra FCI International Dog Show que se realizará en La Rural.

Cruz como soldado conscripto fue el guía y compañero del ovejero alemán Vogel, el animal veterano de guerra más longevo, que murió en diciembre de 1991 y está enterrado en la base naval de Puerto General Belgrano en un tumba que mira a las islas y que se convirtió en monumento de homenaje a los perros que actuaron en el conflicto bélico.

Desde hace varios años, Cruz también es el impulsor del programa Malvinas: Educación en Valores, con el cual recorre las escuelas contando su experiencia en las islas y recordando a su compañero ovejero alemán.

«Voy a testimoniar lo que viví. Nosotros no fuimos pobrecitos y no queremos que nos tengan lástima. Fuimos a pelear por una tierra que sentíamos como propia», avisa en diálogo con Télam, en perpetua lucha contra lo que califica como «desmalvinización» de la sociedad argentina.

Cuenta Cruz que nació en Tucumán, donde aprendió a cuidar las plantas de la casa familiar, y al llegar a Puerto Belgrano para cumplir con el servicio militar que por entonces era obligatorio contó que tenía habilidades de jardinería y paisajismo pero al poco tiempo se arrepintió de ofrecerse para esa actividad cuando vio en un rincón de la base la Agrupación de Perros de Guerra y logró cambiarse para empezar a seguir guía.

«Entrenaban a los perros para tareas de vigilancia y control de personas y cada guía tenía a un perro a cargo, con el cual trabajaba. El mío era Vogel, una belleza negra con un nombre que quiere decir pájaro en alemán. Él fue el ángel guardián que Dios eligió para que me acompañase en la guerra», resalta Cruz.

Una foto del ovejero alemán preside el living de su casa, donde otra lo muestra en una segunda línea de batalla flanqueado por su compañero. «Yo tenía mis armas y cargaba mi fusil, pero sólo me sentía protegido junto a Vogel», acota.

«En los peores momentos de la batalla le pedía a Dios que hiciese brillar una estrella para mostrarme que me acompañaba y nada iba a pasarme. Después entendí que me había mandado a mi perro para que me acompañase siempre», confiesa.

Sobre la estadía de ambos en la isla, Cruz prefiere no hablar del miedo y el frío, habituales en toda guerra, y resalta el heroísmo, la camaradería y la fidelidad de los soldados y de los perros.

«Los que integrábamos la Agrupación de Perros de Guerra sabíamos que primero comían ellos porque eran los que se ocupaban de la seguridad. Cuando escaseó el alimento, comían carne congelada que no terminaba de deshielarse y les hacía mal. Cuando volvimos muchos estaban débiles y enfermos. Y tenemos dos ejemplares: Ñaro y Negro que están desaparecidos en combate. Ellos ofrendaron su vida por la soberanía nacional», recuerda y muestra junto a sus medallas, el mosquetón en el que llevaba enganchado a Vogel en la batalla.

Tras la rendición, él y su perro fueron tomados prisioneros y trasladados en un buque hospital. «Vogel estaba muy débil y tuve que cargarlo sobre los hombros como si fuese una oveja. Los ingleses nos sacaron en una barcaza hasta un buque que nos llevó hasta Ushuaia. Los perros quedaron en el buque y a nosotros nos trasladaron de Ushuaia a Río Gallegos en avión y luego a Puerto Belgrano en avión. Así que ahí se quedó Vogel», añade.

El veterano, que reniega cuando lo llaman excombatiente, se emociona al contar que regresó «roto» y que no volvió a ver a su compañero ovejero.

«Tardé muchos años en reponerme de lo que pasó. Me duele porque él no me hubiese abandonado. Tendría que haber envejecido en un hogar, conmigo. Me enteré que había muerto en 1992 varios años después y lo lloré a la distancia», recuerda.

Cruz lamenta que jamás lo llamaron para reencontrarse con Vogel ni lo invitaron a desfilar junto a él y se queja: «Dicen que le dieron una medalla del Congreso, pero lo veo raro. De todos modos, no me invitaron».

La historia de la amistad entre Cruz y Vogel renace en cada charla que el exinfante de Marina da en las escuelas. «Para los chicos tiene un atractivo especial porque la mayoría tuvo o tiene un perro. Pero además les transmito valores. Les digo que tienen que formarse, que sobreponerse a las adversidades. Todos tuvimos una Guerra de Malvinas, algo que tenemos que superar», resalta.

Mientras confiesa que nunca pudo volver a tener una mascota después de separarse de Vogel, cuenta que, su hija Jimena es adiestradora canina, su hermano Víctor cría ovejeros alemanes y su nieto Gael tiene un pitbull. «Me prometí que cuando me jubile, voy a tener un ovejero alemán. Se lo debo a él», dice, con la misma voz de trueno con la que cantó el himno el 25 de mayo de 1982, con el enemigo a menos de 500 metros.