Por José Odisio
Por José Odisio
Llegó el día. El Clásico volverá a sacar lo mejor y peor de cada uno. Ese partido que transforma personalidades, que idiotiza al más cerebral, que quita sueño, que acelera corazones. Un partido que hace distinto todo, y que marca a fuego el humor de una ciudad.
Para nadie es un partido más, para Newell’s menos. Es imposible no tener en cuenta la racha negativa de la última década. Son otros protagonistas, otro contexto, otro entrenador, pero el peso del resultado es una mochila que hay que cargar, aunque no sea justo.
Newell’s llega bien. Tres partidos sin perder, buenas sensaciones dentro de la cancha, un técnico que parece no sentir la presión, y jugadores entusiasmados con jugar el partido. El contexto previo es bueno, aunque nada garantiza un resultado, menos en un Clásico.
¿Qué tiene Newell’s para ganar? Un equipo bien preparado físicamente, un técnico que parece llegarle bien a los futbolistas y jugadores que parecen sentirse cómodos en la previa de un partido incómodo. Pérez pidió no jugar con Sarmiento para no perderse el partido, Juanchón García ya demostró en Santa Fe que le gusta afrontar clásicos, y Lema y Fernández ya jugaron ante Central y no sintieron la carga. ¿Alcanza? Imposible saberlo antes, pero hay buenos argumentos.
Newell’s juega un Clásico. Un partido que desestabiliza la vida de cualquiera. De los que están adentro, y también de los que están afuera, sin poder decidir el destino del partido. La vida será distinta tras el partido, como sucede siempre. Y esta vez Newell’s buscará que sea con una sonrisa.