Por Diego Añaños
Si en algo se parecen mucho la pandemia y la guerra de Ucrania, es que, lejos de producir grandes cambios en las tendencias globales, no han hecho más que acelerarlas y profundizarlas. Decíamos a comienzos de año que 2022 era un año de cisnes blancos, es decir, mostraba algunas tendencias que seguramente se irían desarrollando a medida que fuera transcurriendo. Sería un año inflacionario, con una economía global creciendo más lento, con altas tasas de interés, lo que, claro, acentuaría aún más las desigualdades. La guerra no ha hecho más que anticipar y fortalecer esas tendencias.
Los precios internacionales de los alimentos y la energía están desatados, lo que anticipa una inflación aún más alta de la que se esperaba. Más temprano que tarde la Reserva Federal de los EEUU elevará sus tipos de interés de referencia y su impacto recesivo se reforzará por la vía del al efecto inflacionario asociado a los precios de los commodities. El comercio internacional de granos y cereales ya está sintiendo la falta de oferta (tengamos en cuenta que, tanto Ucrania como Rusia son jugadores centrales del tablero alimentario global, especialmente en maíz, trigo y girasol).
La Unión Europea ya está comenzando a recibir presiones para flexibilizar los parámetros para importar granos desde Argentina (básicamente tema pesticidas), y los EEUU (básicamente tema transgénicos). De hecho en algunos lugares de España se limita la venta de aceite de girasol a una por persona. EEUU, que venía sosteniendo un bloqueo criminal sobre Venezuela, decidió el fin de semana pasado, enviar una comitiva a Caracas para negociar con el (ahora ex) dictador Nicolás Maduro, la compra de petróleo venezolano. Al margen de las consideraciones políticas acerca de la rápida transformación de un régimen autocrático en una democracia avanzada, los EEUU resuelve su propio problema, ya que el precio de la nafta se encuentra en niveles récord desde 1990 cuando comenzaron los registros gubernamentales, y tiene a Venezuela a un par de miles de km por mar. Y Europa? Qué sucederá con Europa?
Algunos especulan con que este veranito de los precios de cereales y oleaginosas beneficie a la Argentina, sin embargo el beneficio, si es que se concreta la expectativa, es sólo coyuntural. Lo pongo en duda porque la capacidad de producción no es elástica ante incrementos de la oferta, y el conflicto tampoco será eterno. Es decir, la Argentina necesita un período considerable de tiempo para plantearse seriamente incrementar su oferta de alimentos, no es algo que se haga de la noche a la mañana, particularmente porque superficie cultivable no es infinita. La cuestión fundamental es que un aumento de los precios globales deja literalmente sin comer a cientos de millones de personas en el mundo. Es decir, aquello que veníamos viendo como tendencia no hace más que profundizarse.
Paralelamente, los principales organismos financieros del mundo como el Banco Mundial, el BID y el FMI, vienen advirtiendo desde hace un tiempo de las magnitudes inmensas que ha adquirido la deuda a nivel global, absolutamente inéditas en la historia de la humanidad. Actualmente es un problema que no parece tener solución, y los programas de sostén que han puesto en funcionamiento los gobiernos alrededor del planeta ha profundizado la gravedad de la situación. Hoy el mundo es un polvorín, una peligrosa mezcla de inflación, recesión, deuda, pobreza, hambre y exclusión, que flota sobre las llamas de un conflicto armado. Existe una acumulación de tensiones pocas veces vista en la historia de la humanidad. Sin embargo no es posible descifrar cuándo, sobre esas condiciones objetivas, aparezcan las condiciones subjetivas que prendan la mecha de la movilización.
Tomas Hobbes, el padre de la teoría de la representación, reconstruye imaginariamente en el Leviathán, escrito a mediados del S XVII, el momento en el que los seres humanos deciden abandonar el Estado de Naturaleza y pactar. En ese momento, una pasión, el temor a la muerte violenta en un contexto de guerra latente, hace que los actores, a través de un acto racional, decidan deponer las armas y entregar parte de sus derechos a una entidad superior. Hoy aquel Estado de Naturaleza nos rodea. Cualquier intento de salida individual (sean estados o grupos de estados), está condenado al fracaso. Sólo queda una salida colectiva, pero queda claro que aún el miedo no ha hecho su trabajo.