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La guerra descubre laboratorios bacteriológicos y una realidad tremenda y preocupante


Por Carlos Duclos

Por Carlos Duclos

La guerra siempre ha sido una calamidad, una locura humana, una sinrazón, pero en estos tiempos que corren, marcados por los grandes avances en armamento de la mano de la tecnología y la ciencia, se convierte en un drama que pone al hombre en el umbral de su propio fin. Y no solo de él, sino de toda la creación. La guerra en la que están involucradas Rusia, Ucrania y detrás la OTAN, ha servido para poner al descubierto la fragilidad de la paz y el futuro del mundo y muchas miserias y maldades.

En esta guerra no solo se advierten las penurias de civiles inocentes y de soldados que no quisieran estar en ese teatro de operaciones, sino que es propicia para suponer la catástrofe humanitaria que podría desencadenarse si las cosas van más allá.

Sin entrar a considerar las razones (varias) por las cuales se desató este conflicto, más allá de ellas está la realidad. Una realidad indignante, que entristece y enoja. Cerca ya de 2.500.000 personas huyendo de su Patria, con las manos vacías, mirando hacia atrás y viendo sus hogares destruidos; muertos y heridos sin misericordia, hasta llegar al extremo de bombardearse una Maternidad, como hizo el Ejército Ruso. Afortunadamente, no se registraron víctimas de niños y solo hubo heridos entre el personal de la salud, lo que claramente constituye una locura, además de una violación a los elementales códigos de guerra y principios éticos. Pero…

Los laboratorios reconocidos por USA

El asunto, es que, como se decía anteriormente, esta guerra muestra, además de sus miserias, que en cualquier momento el mundo podría sufrir una acción devastadora por la acción de insensatos poderosos que están en todas partes (también en occidente). Rusia ha denunciado hace unos días que en Ucrania hay laboratorios de ensayos bacteriológicos con patógenos y virus peligrosos (como el ántrax, entre otros) que se han desarrollado desde hace tiempo con la asistencia de Estados Unidos.

Todo era relativamente mentira, parte de la disputa geopolítica mundial y una «fake news» de Rusia, hasta que en las últimas horas la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria J. Nuland, tuvo que reconocer ante el Senado de los Estados Unidos que, en efecto, en Ucrania están esos laboratorios y que el Gobierno estaba trabajando junto con las autoridades ucranianas para que tales ensayos no cayeran en manos rusas. Más explícito, más claro, imposible. Sus palabras ante el Senado circulan en un video que, por supuesto, los grandes medios occidentales no publican o lo hacen “con mucha lavandina”, como solía decir un empresario de medios argentino.

Por otra parte, China que ha mantenido una posición bastante prudente hasta ahora y que instó a las partes a acuerdos en el marco de la diplomacia, ha presionado a Estados Unidos en las últimas horas para que se expida sobre el tema de los laboratorios y ha señalado, para estupor y preocupación de no pocos, que el país gobernado hoy por Biden tiene más de 300 de estos centros en diversos países del mundo, además de Ucrania.

Ante esto, el conflicto y su génesis cobra otra dimensión y las responsabilidades en esta locura comienzan a ser, cuanto menos, compartidas, por no decir que una acción descomedida de Estados Unidos y sus aliados en los límites de Rusia, iba a encontrar la reacción que al final se produjo. No se puede ser parcial a la hora de analizar disparates mundiales que conllevan destrucción y muerte y cuando, además e históricamente, todo está teñido de falsas noticias e hipocresías, como el paradigma de la mentira sobre posesión de ese país de armas de destrucción masivas que se utilizó para invadir Irak y que costó 500.000 vidas humanas.

Un peligro para la humanidad

Pero cabe recordar, y poner sobre la mesa, que China también dispone de esos laboratorios (como quedó demostrado con el conocimiento de la existencia del centro de Wuhan a partir del Covid), que Rusia también los tiene, así como Francia, Canadá y otras potencias. Ahora bien: ¿puede creerse sinceramente que en un mundo en el que las potencias se denuncian entre sí por el desarrollo y producción de armas bacteriológicas, tal producción es falsa e inexistente?

Esta guerra y el reconocimiento de la funcionaria yanki en el Senado, pone en evidencia que el mayor peligro para la humanidad no solo es el armamento nuclear, sino, sobre todo, el armamento bacteriológico que se viene desarrollando desde hace tiempo en algunos países. El Covid, pese al negacionismo de algunos, ha mostrado el daño extraordinario que es capaz de infligir un virus. Imagine el lector lo que podría suceder en una guerra donde se utilizaran armas bacteriológicas.

Principio de dolores

Algunas de las últimas noticias, como el reconocimiento de Estados Unidos de la presencia de esos laboratorios en Ucrania, permiten mirar más allá y lo que se ve recuerda las palabras de Jesús: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.  Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.  Y todo esto será principio de dolores”.

Y cuando se trata del dolor humano, de la vida, de la paz que desea cada persona y la humanidad y a la que tiene derecho, no se puede convalidar ni defender nada que no sean esos valores sagrados: ni a los «invasores» ni a los que generan situaciones para que tales reacciones se produzcan.