Por Diego Añaños
Durante la segunda quincena de enero estuve pasando mis vacaciones en las sierras de Córdoba, en un lugar particularmente aislado, casi sin gente, y con poco contacto con la realidad cotidiana de las grandes ciudades. Me gusta pescar, y me gusta visitar un lugar bastante alejado, una playa increíble, que los lugareños llaman Playa Grande. Hay que cruzar el río y caminar un rato entre las sierras para llegar, pero la pesca está asegurada. Pero claro, estamos acostumbrados a caminar en la pampa, en línea recta. En la montaña es distinto. Es preciso subir, caminar en zigzag, e ir descubriendo el camino que hacen los animales. Una de las particularidades de caminar en ese tipo de geografía, es que cuando creemos que llegamos a lo más alto, aparece un nuevo pico, y hay que seguir subiendo. De hecho no se sabe claramente que se llegó el punto máximo hasta que no comenzamos a bajar.
Con el reciente pre acuerdo con el FMI está ocurriendo algo similar. Cada vez que creemos que se llegó al fin de la cuesta, aparece una nueva subida. Ahora viene la firma de la Carta de Intención, luego la misma deberá ser aprobada por el directorio del organismo y el Congreso de la Nación. Los pasos están claros, pero la subida aún no se termina. Paralelamente, la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados, genera una sensación de angustia. No porque ponga en evidencia las tensiones dentro de la coalición de gobierno, eso está claro. Esas tensiones existen hasta en la cooperadora de una escuela, no sorprenden a nadie. La pregunta fundamental es si ese desacuerdo parcial tiene las potencialidades de ocluir la aprobación del acuerdo en el Congreso. Es decir, lo único relevante por ahora es cómo votarán los oficialistas disidentes cuando llegue el momento de levantar la mano. Dije anteriormente desacuerdo parcial porque Máximo Kirchner jamás dijo que no quería un arreglo con el FMI. Incluso su padre firmó en 2004 un acuerdo que, según Emanuel Álvarez Agis, era peor que este.
En este punto, hemos llegado a la primera estación. El gobierno argentino y el FMI se han puesto de acuerdo en dos o tres cuestiones fundamentales (básicamente el sendero fiscal, esto es, el ritmo al que el país deberá ir eliminando el déficit fiscal; el nivel de emisión, el nivel de asistencia del BCRA al Tesoro; el ritmo de acumulación de reservas, etc). El mismo se estructurará alrededor de un programa de Facilidades extendidas, con una duración de 10 años, y que incluye un período de gracia de cuatro años y medio. Luego vendrá la resolución política de la cuestión, los pequeños detalles, lo que se suele llamar la “letra chica”. Existe la impresión de que, incluso con un sector de oficialismo votando en contra, los votos para aprobar el acuerdo estarían asegurados, dado que es difícil imaginar a toda la oposición votando con contra, tal y como se hizo con el presupuesto.
La nota de color la está dando la coalición opositora de Juntos por el Cambio. Mientras discute su posición frente al acuerdo mirando de costado la decisión de Cristina Fernández. Si la ex presidenta acompaña, votarían a favor; si el cristinismo vota en contra, podrían abstenerse. Después hablame de quién controla en centro del ring en la Argentina.
Dada la información parcial con que contamos, y dado que aún no están cerrados los detalles, es difícil establecer un juicio definitivo. En principio daría la impresión de que no es el peor acuerdo posible. El hecho de no incluir las tradicionales recetas de ajuste, esto es, reforma previsional, laboral y fiscal, le otorga algunos puntos a favor, y marca una clara diferencia con los arreglos anteriores. Es cierto también, que el sendero de eliminación del déficit fiscal acordado es pasible de ser transitado con relativa estabilidad. Sin embargo, y es un punto a tener en cuenta, no es menos cierto que, privar a un país como la Argentina de la herramienta que representa el déficit, implica una restricción relevante a la hora de diseñar la política fiscal. Desde el equipo económico aseguran que la eliminación progresiva del déficit se puede lograr sin afectar el crecimiento, eliminando subsidios a sectores más favorecidos de manera quirúrgica. Guzmán sostiene que con el ritmo de recuperación económica, y la mejora de la recaudación, la reducción del déficit no afectará negativamente el desempeño de la economía argentina. Imposible, no. Difícil, sí.
La segunda estación tendrá lugar a nivel del staff del FMI. Luego, y como lo relató el representante argentino ante el organismo, Sergio Chodos, es necesario que el Directorio se reúna, no para aprobar el programa, sino para habilitar lo que se denomina acceso excepcional. Recordemos que el monto del acuerdo firmado en 2018 representaba el 1.300% de la cuota parte del país, por lo que se trató de un programa excepcional. Un nuevo acuerdo, requiere un nuevo programa excepcional. Recién luego de cumplimentado ese trámite, el acuerdo deberá ser refrendado por el FMI y el Congreso Nacional. Como verán, aún falta mucho.