Por Arnaldo Dubin. Médico intensivista, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de La Plata.
El planeta entero está transitando una nueva ola de Covid-19, ahora principalmente vinculado a la variante Ómicron.
Esta variante, originada en África, es una probable consecuencia de la rapiña de las potencias imperialistas y los monopolios farmacéuticos que han imposibilitado la liberación de las patentes y la producción masiva de vacunas.
Consecuentemente, la vacunación en los países pobres alcanza a menos del 10 por ciento de la población. En las poblaciones no vacunadas, el virus se replica más y cuando más se multiplica, mayores son las mutaciones.
Por lo tanto, no es casual el origen africano de Ómicron.
En el hemisferio norte, no sólo el número de contagios ha superado ampliamente cualquier valor previo, sino que también los sistemas sanitarios están tensionados y se multiplican los muertos.
Por ejemplo, Estados Unidos llegó esta semana a 1.171.378 de contagios y 3.930 muertos en un día.
Si bien la variante Ómicron es mucho más contagiosa, algunos datos preliminares sugieren que las formas graves serían menos frecuentes.
Aunque esto fuera cierto, la descomunal cantidad de contagios sigue provocando muchos casos críticos y mortales como lo demuestran los datos de Europa y Estados Unidos.
En nuestro país, los contagios aumentan exponencialmente. El gobierno porteño minimiza la magnitud del problema planteando que la situación no es alarmante. Niega la importancia de la implementación del pase sanitario argumentando que las altas tasas de vacunación en CABA lo tornan innecesario.
No obstante, admiten que el 65 por ciento de los internados en terapia intensiva por coronavirus en territorio porteño no están vacunados o cuentan con una sola dosis, destrozando su propio razonamiento.
Si próximamente llegáramos a un techo de contagios, probablemente sería por la saturación de la atención primaria y los testeos, no por una disminución real de los mismos.
La cuestión de los testeos ha vuelto a desnudar la precariedad de las condiciones en la que se desempeñan los trabajadores de la salud.
En muchos casos, el estado los ha abandonado y son el fusible de la crisis del sistema, sufriendo permanentes agresiones.
Por el momento, la situación en la terapia intensiva dista de la del colapso que vivimos meses atrás.
Durante la segunda ola, se produjo un aumento abrupto de la mortalidad que no se debió a falta de camas o de respiradores: la causa fundamental fue el estado de fatiga terminal que padecimos enfermeros/as, kinesiólogos/as, médicos/as y demás integrantes de nuestro equipo, producto de una carga brutal y sostenida de trabajo.
Actualmente, las internaciones en terapia intensiva están aumentando exponencialmente (ver gráfico) y no sabemos hasta donde va a llegar la presión sobre el sistema. Sí sabemos que nuestra capacidad de respuesta está agotada.
Nuestras condiciones de trabajo son malas y las remuneraciones insuficientes. Un gran número de compañeros quieren dejar la especialidad.
Además, del mismo modo que se están cayendo actividades productivas o medios de transporte, hay problemas graves en los centros asistenciales debido a que muchos compañeros no pueden trabajar porque se han enfermado o son contactos estrechos.
Tenemos serias dificultades para mantener la atención de los pacientes.
Es primordial evitar esta gigantesca progresión de los contagios. Urge recurrir nuevamente a los cuidados personales, implementar restricciones especialmente en eventos masivos, llegar con la vacunación a toda la población y extender el pase sanitario a muchas más actividades, incluyendo el transporte.
La resistencia al pase sanitario por parte de la oposición al gobierno es paradigmática. Es una actitud que agrava las dificultades sanitarias, como ha ocurrido a lo largo de toda la pandemia.
En Bahía Blanca, el discurso de la derecha reaccionaria en contra del pase sanitario se concretó, en la madrugada del sábado, en un atentado terrorista contra un funcionario del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.
Asimismo, funcionarios, médicos y dirigentes de la CICOP han sido amenazados de muerte. Estos hechos constituyen graves afrentas a la democracia y a la salud de todo nuestro pueblo.
Distintos sectores, incluyendo la Sociedad Argentina de Terapia Argentina y la CICOP, ha expresado su repudio.
Vivimos tiempos tormentosos en los que es necesario jerarquizar las necesidades y la salud de nuestro pueblo.
Son momentos en que el centro de la atención parece centrarse en cómo vamos a pagar la deuda con el FMI, aun sin investigarla.
Es una deuda fraudulenta, usuraria y odiosa.
Lamentablemente, la legítima deuda con los trabajadores en general, y con los trabajadores de la salud en particular, no parece estar en ninguna agenda. Sin embargo, ésta debe ser la prioridad.