Desde hace tres décadas se convirtió en una normativa clave en el avance de la agenda de género
Por Ornella Rapallini – Télam
La ley de cupo femenino cumplirá este sábado 30 años desde su sanción en Argentina y se convirtió en una normativa clave en el avance de la agenda de género al garantizar un mínimo de 30% de mujeres en la conformación de listas partidarias para cargos legislativos y «abrir el debate sobre la condición social de las mujeres».
«Argentina fue el primer país del mundo en lograr esta ley y también el primero en cumplirla. No hubiera habido mucha de la legislación que logramos sin la ley de cupo», dijo a Télam Virginia Franganillo, creadora del Consejo Nacional de la Mujer, organismo central para la implementación de la norma.
La Ley 24012, de cupo femenino, fue sancionada el 6 de noviembre de 1991 y estableció que las listas a presentar en las elecciones legislativas estén conformadas por un mínimo de 30% de mujeres.
A su vez, en 2017, la Ley 27412 de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política amplió esta política y reglamentó que las nóminas electorales sean conformadas de manera intercalada por mujeres y hombres, en partes iguales.
Según las estadísticas publicadas por el Congreso de la Nación, la participación femenina en el ámbito legislativo fue en aumento desde 1984 y actualmente se encuentra en el orden del 40% de representación en ambas cámaras.
Franganillo contó a Télam cómo se gestó la ley pionera de cupo femenino y las resistencias que presentó, e hizo un balance a 30 años de su sanción y de cara a los desafíos actuales en materia de género.
—¿Cuáles fueron los antecedentes a la ley de cupo femenino?
—La Argentina fue el primer país el mundo en lograr una ley de cupo femenino. Lo que había eran normas internas, centralmente de la socialdemocracia europea. El antecedente es el 33% de participación obligatoria de mujeres que durante el peronismo fundacional impulsaba Evita desde el Partido Peronista Femenino, que garantizó que en la primera elección en la que las mujeres votaron, también pudieran ser electas. Así, en el año 1954, la participación de las mujeres llegó al 22% y fue una situación extraordinaria para la época a nivel mundial. Sin embargo, esta representación entró en retroceso con la muerte de Eva Perón y con los sucesivos golpes militares.
—¿Cómo se gestó la ley en el marco de la recomposición de la democracia?
—A mediados de la década de los ’80, en los partidos políticos y en los sindicatos se comenzó a discutir la participación de la mujer en los niveles de decisión. La paridad entre el número de mujeres y varones afiliados no se veía reflejada en la vida interna de los partidos políticos ni en las listas de candidatos en las que las mujeres no llegaban al 5%. Desde el peronismo, para la campaña electoral de 1983, una movilización de mujeres intentó recuperar el 33% para las listas a cargos legislativos (entre otras iniciativas), pero fue desoído por la conducción partidaria.
—¿Quiénes impulsaron la ley?
—En 1989 las históricas radicales Margarita Aurora Malharro de Torres, María Teresa Merciadri de Morini, Norma Allegrone, entre otras, luego de su derrota electoral, propusieron Proyectos de Ley tanto en la Cámara de Diputados como de Senadores que incluían un 30% obligatorio de mujeres para todos los partidos, reformando el Código Electoral, convencidas de que contarían con el apoyo de la mayoría peronista que actuaría con memoria histórica. El proyecto que prosperó fue el de la Senadora Malharro de Torres.
—¿Cómo fue el día de la media sanción en el Senado?
—La media sanción en el Senado fue una maniobra magistral realizada entre dos senadoras, la autora de la ley, Margarita Malharro de Torres, y la justicialista Liliana Gurdulich, quienes con astucia lograron entre «gallos y medianoche» arrancarles el voto positivo a los varones, que estaban convencidos de que era un gesto testimonial que no prosperaría en Diputados. Estuve ahí, cantamos en los palcos evocando a Evita.
—¿Qué pasos siguieron para que se sancione en Diputados?
—Tanto peronistas como radicales promovimos articulaciones entre los partidos, buscamos consenso en el Encuentro Nacional de Mujeres, promovimos la red de feministas políticas, pero fue la creación del Consejo Nacional de la Mujer, el 8 de marzo de 1991, lo que permitió contar con el instrumento para el lobby, la coordinación y difusión necesarias para el logro de la ley. El 7 de mayo el Consejo crea la Comisión asesora de partidos políticos, desde la cual iniciamos una campaña con el objetivo de organizar espacios multipartidarios en todo el país para hacer visible la problemática e incluirla en la agenda de gobierno.
—¿Había licencia social?
—Hasta ese momento el movimiento de mujeres, que integrábamos mujeres de todos los sectores, no había tenido capacidad de interpelar al Estado y a la sociedad. En las encuestas callejeras que realizó el Consejo había consenso sobre el cupo femenino, ya estaba en crisis la política y las mujeres aparecíamos como algo novedoso. Logramos el apoyo del presidente Carlos Menem y, aun así, según una encuesta que hizo el Ministerio del Interior, el nivel de preocupación del momento sobre el cupo estaba en el décimo tercer lugar. Pero la instalación pública del debate nos mostró que la ley significaba una cuota de representación por estricta justicia y también la apertura del debate sobre la condición social de las mujeres.
—¿Cómo llegaron a la agenda del gobierno?
—La campaña no fue un nido de rosas, en un momento el ministro del Interior saca su apoyo, y era José Luis Manzano, que había sido presidente del bloque de diputados durante mucho tiempo. Pero se había construido una movilización en todo el país en tiempos dominados por el bipartidismo y llegamos al 6 de noviembre con 5.000 mujeres en la calle que logramos que entraran al Congreso con una negativa del bloque oficialista de apoyar la ley. Gestionamos que el presidente apoyara y a las once de la noche mandó al ministro del interior para que el bloque oficialista apoyara y se terminó de votar a las seis de la mañana.
—¿Cómo fue la implementación tras su sanción?
—Creamos una comisión de juristas para hacer cumplir la ley. En 1993, previo a la primera elección de medio término, el presidente anuncia la creación de un gabinete de mujeres conducido por la presidenta del Consejo, que era yo, que tenía como objetivo la reglamentación, hacer cumplir la ley y el impulso por decreto de un plan de igualdades para las mujeres. En la primera elección, el 60% de las listas no cumplían y las impugnamos, dimos batallas legales, hubo resistencias en todas las fuerzas políticas y fuimos generando una jurisprudencia haciendo intervenir a organismos de control.
—¿Qué nivel de representación femenina hubo en la Convención constituyente de 1994?
—En la Convención constituyente de 1994 hubo 80 mujeres, o sea, el 30% en cumplimiento de la ley de cupos, y por primera vez era una totalidad. Además, pudimos resistir al intento del gobierno, liderado por Carlos Menem, de incluir una cláusula constitucional que penalizara el aborto.
—¿Cuál es el balance a 30 años de esta ley?
—El 30% en ambas cámaras demoró unos diez años. En esos cuerpos totalmente masculinizados nuestros temas eran subalternos. No hubiera habido mucha de la legislación que logramos sin la ley de cupo. Sin mujeres en la representación era muy difícil avanzar sobre una agenda feminista. Con cupo logramos leyes como la de matrimonio igualitario, leyes que abordan las violencias, apertura del debate sobre aborto, paridad, cupo trans.
—¿Cuáles fueron los grandes hitos posteriores a la ley de cupo femenino?
—Un hito fue la década ganada. Todo ese proceso histórico generó un clima de época propenso a la apertura de los debates progresistas, crecieron los Encuentros nacionales de mujeres, y otro hito fue el Ni Una Menos y los paros de las mujeres. Lo que demuestra Argentina es una sociedad civil muy fuerte. Antes los cambios venían del Estado y ahora los cambios vienen de abajo y es el Estado el que recoge estas demandas.
—¿Cuáles son los desafíos en la actualidad?
—Necesitamos más mujeres cabeza de lista. Eso ha ido progresando, pero la paridad todavía no se ha cumplido, estamos aproximadamente en el 40%. A nivel local, sigue siendo ínfima la participación de mujeres intendentas, el cupo y la paridad no han derramado a ese nivel, ¿cuántas gobernadoras tenemos? ¿qué pasa en el ámbito judicial? El gran desafío tiene que ver con paridad en todos los ámbitos. A su vez, otro gran desafío es transformar las condiciones de vida de las mujeres y de los sectores subalternos u otras femineidades en el país y la región. Los cuidados, tarea altamente feminizada, operan como la base social de la reproducción social de la pobreza. El gobierno lo ha puesto en agenda y ha avanzado mucho.