Por María Julia Hermida, Dra. en psicología y actualmente trabaja como Profesora Adjunta en la Universidad Nacional de Hurlingham e Investigadora Asistente en el Conicet.
Usualmente los adultos somos los encargados de aprender cómo cuidar la salud y transmitírselo a sus hijos («lávate las manos», «a cepillarse los dientes»), es decir que se espera que la información fluya del adulto al niño. Sin dudas, esta es una forma posible, pero: ¿puede ser a la inversa? ¿Y si los adultos aprendemos de los niños? Además, se sabe que en el acto de enseñar, las niñas y niños también suelen aprender más: ¿enseñar a sus madres sobre dengue, hará que los niños aprendan mejor sobre ese tema?
Para responder estas preguntas, investigadores en ciencias cognitivas y educación (Julia Hermida, Agustín Perez Santángelo, Cecilia Calero y Mariano Sigman) y en dengue (Carolina Goizueta y Manuel Espinosa), en conjunto con la Fundación Mundo Sano, hicimos un estudio en escuelas de la Ciudad de Puerto Iguazú, donde el dengue es endémico, que se publicó recientemente en la Revista Americana de Medicina Tropical e Higiene.
El experimento consistió en lo siguiente: fuimos a escuelas y, después de darles a niños de 4to grado una charla sobre dengue (y medir cuánto habían aprendido en la charla) los separamos en 4 grupos que:
- Se quedaron en la sala charlando de un tema distinto al dengue
- Se quedaron leyendo un folleto de dengue
- Se juntaron con sus madres en un rincón de la escuela y se les pidió que por favor le expliquen a su madre lo que habían aprendido en la charla
- También tuvieron que explicar a su madre lo que habían aprendido, pero se les dio un folleto para que usen en la explicación.
Nuestra hipótesis era que el grupo de niños que enseñaran a sus padres teniendo una guía visual (el folleto) aprenderían más de dengue que los otros grupos. Y lo comprobamos: un mes después solo ese grupo de niños mantenía todo el conocimiento adquirido en la charla.
Pero aún quedaba saber si estos niños efectivamente habían podido transmitir el conocimiento a las madres, es decir, si los padres habían aprendido algo de los niños. Para descubrir esto, evaluamos el conocimiento de dengue en las madres después de dividirlos en 4 grupos a los que:
- Les dimos una clase de un tema distinto al dengue
- Sus hijos le enseñaron sobre dengue
- Sus hijos le enseñaron sobre dengue, pero usando un folleto)
- Un experto les enseñó sobre dengue.
Observamos que los niños (independientemente de su usaron o no un folleto) eran igual de buenos que el experto enseñando a sus madres. Es decir que las madres aprendieron tanto del experto como de sus hijos.
Este estudio, junto a otros previos, nos permiten concluir algunas cuestiones importantes:
- Los niños pueden ser buenos docentes, solo hay que darles ese rol;
- Los adultos podemos aprender cosas de nuestros hijos;
- La educación para la salud en temas como el dengue no debería pensarse únicamente del adulto al niño: toda la comunidad puede colaborar en la prevención;
- Enseñar a otros, también nos permite aprender más.
Cuando los niños nos dicen cosas como: «ponete bien el barbijo», o «no dejes agua ahí porque se cría en mosquito», nos están enseñando y también están ¡aprendiendo!