Emplazado en Cantú 6990, es una marca registrada de la zona sudoeste y un cálido punto de encuentro para vecinas y vecinos
El espacio a cielo abierto nació y comenzó a ser un imán para vecinas y vecinos en la década del 70. Su nombre inicial era Centro Deportivo Municipal Nº 16. En 1997 pasó a depender de la Dirección de Deportes, actualmente secretaría, con el nombre de Polideportivo Las Flores y desde entonces atrae al barrio mediante la recreación, el deporte, la sociabilidad y la educación. Es tan integrador como cultural. Funciona a diario con mucha potencia desde las entrañas de Cantú 6990. Es una marca registrada de la zona sudoeste y un cálido punto de encuentro para sus habitantes.
Para la enorme barriada sigue siendo “el club”, un lugar donde anidan los sueños y recargan energía. Caminar, recorrer las instalaciones e intercambiar ideas certifica el sentido de pertenencia hacia el poli, al que muchas personas concurren desde su niñez, allá por los años ’70. Desde ese entonces quieren, cuidan y se sienten parte de este punto que sobresale en el corazón de Las Flores.
Chicas y chicos de diversas edades aprenden y se divierten en un sano ámbito a partir de un gran abanico de posibilidades. El recinto cuenta con un salón para usos múltiples que crece a un ritmo vertiginoso y ofrece diversas propuestas.
Las distintas generaciones realizan actividades deportivas y culturales. La línea a seguir y a respetar a rajatabla puertas hacia adentro es fomentar la sociabilidad, la recreación y el deporte mediante el respeto y la fraternidad.
Coordinar valores
Carlos Pinto es el coordinador del espacio social desde 2017 y principal faro de referencia para las vecinas y los vecinos que concurren al Polideportivo municipal. “Al predio vienen niños de seis años hasta los adultos mayores. Pasamos por todas las edades y les brindamos una variada propuesta de actividades”, explica el profe y agrega: “El Polideportivo abre sus puertas a las 9 y las cierra a las 20.30. Hay mucha acción puertas hacia adentro durante todo el día. Las disciplinas son recreativas y culturales”.
Pinto relata además: “Durante el año las actividades recreativas y deportivas que realizamos de manera regular son vóley, hockey, básquet, fútbol, boxeo para ambos sexos, ajedrez. A eso hay que agregarle que el poli abre las puertas a las instituciones barriales como la escuela y el centro de salud, que ofrece yoga para embrazadas, y a toda institución u organización que necesite hacer uso de las instalaciones”.
A ese combo hay que agregarle que en diciembre arrancan con todo lo relacionado a la colonia. “La colonia está destinada para toda la franja etaria, es decir, va de los seis años hasta la tercera edad. Acá nadie queda afuera”, enfatiza el coordinador y deja claro que la inclusión y sociabilización es parte del ADN del predio.
“Al no tener pileta, la parte recreativa en verano la hacemos acá. Después vienen los colectivos para poder trasladar a todo el grupo hasta el predio El Saladillo para hacer natación”, sostiene y aclara: “La meta que nos trazamos es que la gente venga y la pase lo mejor posible a través de la recreación, el deporte, la sociabilidad y la educación”.
“Tenemos un equipo de laburo que genera placer. Cada cual en su rol, sean profesores como Agustina, Lorena o Sebastián; administrativa en el caso de Celeste, operarios y hasta el personal de seguridad”, enumera Pinto, a la par que afirma con emoción: “Laburamos y para la gente”.
Asimismo, el coordinador destaca que durante las cuatro estaciones del año la pasan bárbaro. «Y quiero destacar que eso de que de acá, en Las Flores, no se podía hacer un campamento, es todo un mito. Todos los años hacemos la dormida con el correspondiente fogón, y la comisión de adultos mayores, que se armó hace cuatro años y labura mucho, les hace las hamburguesas para los chicos. Se trabaja con tanta calidez en conjunto, armonía y amistad, que a uno lo desestresa», cierra con orgullo.
Los chicos también aportan
Los Animadores Juveniles cobraron un rol central en cada predio municipal. Aprovechan el espacio brindado y ganado para colaborar con los profesores a lo largo del año, y Las Flores no es la excepción.
Lo primero que remarca Pinto mientras observa a la masa de pibas y pibes jugando en el interior del poli es que “ver a todos jugar o sociabilizar acá adentro es algo emocionante”.
“A todos los chicos les gusta venir, es así”, describe a su turno Iara Domingo, quien tiene 18 años y es una de las animadoras del staff, junto a Enzo Borda, Celeste Seco, Antonella Blanco, Mirko Farioli, Mía Ortíz, Natanael Brítez y Ciro Miranda. El grupo acuña una frase a modo de lema, No te limités, en clara muestra de superación interna.
Mujeres en alta definición
Dentro del grupo de adultas y adultos mayores que le inyectan lo suyo al predio a diario hay tres historias que sobresalen. Tres mujeres que ratifican amar al Polideportivo municipal y para quienes no es un espacio más.
Leonarda Perrulli está a punto de cumplir 84 años y no duda cuando ante la consulta sobre lo que representa el poli: “Esto es algo hermoso. Era un club y al principio, hablo de varias décadas atrás, sólo los hombres venían a jugar. Jugaban a las cartas y a las bochas, mientras que los chicos hacían tenis y al fútbol, mientras que para nosotras no había nada. Eso luego cambió y ahora lo disfrutamos mucho”.
“Hacíamos fiestas para recaudar y tratar de levantar el pequeño club que era”, remarca y recuerda que “había un pequeño salón que se usaba para casamientos, bautismos y cumpleaños de los vecinos. Cuando se hizo cargo la Municipalidad lo hizo más grande a este lugar”.
Leonarda dice además: «Antes hacía yoga, mientras que ahora me gusta hacer gimnasia. Los chicos de acá son de diez, nos quieren. No tengo palabra para decir lo que representa este lugar para todos nosotros. Nos ayuda a todos porque también saca a los pibes de las calles”, concluye la ferretera del barrio.
A su turno, Ana Lidia Carballo (61 años) relata: “Acá uno encuentra alegría y además es un gran entretenimiento. Somos mayores y por ahí estamos medio deprimidos. En cambio, cuando venimos y estamos en el grupo, este lugar nos levanta el ánimo”.
“Hay gente que se quedó sola y con ayuda de todas, más el aporte de la profesora Lorena, logró salir adelante y dejar de lado un poco los problemas diarios, sea por la economía o familiar. Acá encontramos contención”, precisa con argumentos.
Y rememora: “A los 12 años vine por primera vez. Esto era un club. Después venía a los bailes. Recuerdo que acá tocaron Los Palmeras. También se armaban torneos de bochas, fútbol y tenis. De hecho, mi marido venía con mi suegro, y salió campeón de bochas”.
“Acá encuentro una paz que no hay en otro lado”, comenta Ana. “Hago yoga. Mis hijos venían y ahora lo hacen mis nietos, quienes juegan básquet y fútbol”, apunta antes de quebrarse en lágrimas porque “acá uno se siente bien. Estás muy bien. Te dan ganas de venir de verdad. Esperás el lunes y miércoles para hacer un poco de gimnasia, de mover el cuerpo y de reír”.
Mientras mira el horizonte con los ojos llenos de emoción expone: “Mucha gente aprendió a nadar de grande gracias a este proyecto. Incluso había personas que no conocían lo que era ir a las piletas. Esto es algo lindo porque además saca a los chicos de las calles. Lamentablemente la calle está fea, y acá están seguros y felices. Lo veo con mis nietos, quienes vienen a gusto y están contentos”.
Luego hace sin dudar una confesión: “Tuve un ACV hace ocho años. Había caído de una depresión y con ayuda de todos los de acá fui saliendo poco a poco. Esto es una gran armonía y unión. Por eso, el predio para mí es todo. Me sacó de la tristeza y acá encuentro alegría”.
Por su parte, Silvia Acosta declara: “Este es un lugar especial. Me cambió un poco la vida. Empecé a compartir un montón de cosas con otras mujeres del barrio que no conocía”.
“Soy del barrio desde que nací. Aprendí un montón de cosas acá y es un orgullo poder participar de este lugar. Sobre todo porque mi papá también participada, ya que cuando fundaron el Centro Deportivo Municipal Nº 16 era parte de la comisión y se hacía cargo del parrillero”, apunta.
“Siempre espero que llegue la hora para venir, divertirnos un rato y hacer actividad física. Es lindo además compartir cosas de la vida con las otras chicas. Es como una terapia entre nosotras, ya que todas tenemos nuestros problemas. Venir acá nos hace realmente bien”, cuenta Silvia y luego deja en claro que “el predio me cambió mucho porque aprendí a relacionarme con vecinas y valorar este espacio. Me cambió mucho mi ritmo de vida. Nos escuchamos, nos damos una mano entre todas”.
Cuando habla del predio se emociona de manera natural. “Porque mi papá estuvo acá y yo venía de chica. Viví un montón de reuniones familiares, pase momentos lindos», explica a la par que reafirma con sus palabras y gestos que, sin dudas, el Polideportivo Las Flores es mucho más que un espacio recreativo y deportivo para la comunidad.