La investigación fue realizada por la escuela de salud pública de la prestigiosa Fiocruz, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales y la Universidad de Sao Paulo
Unos 12 millones de personas en Brasil quedarán expuestas al calor extremo para el año 2100, con graves problemas para su salud, e incluso con riesgo de muerte, a causa del avance de la deforestación en la Amazonía y el cambio climático, según advirtió un estudio divulgado hoy.
La investigación realizada por la escuela de salud pública de la prestigiosa Fiocruz, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) y la Universidad de Sao Paulo, precisa que: «La deforestación a gran escala de la selva amazónica asociada a los cambios climáticos aumentará el riesgo de exposición al calor extremo».
El informe que por primera vez vincula la destrucción de la selva y el calentamiento global con la salud humana, señala que «aproximadamente 12 millones de personas de la región norte de Brasil estarán expuestas a riesgo extremo de estrés térmico», consignó la agencia de noticias AFP.
Y subrayó que la exposición sostenida al estrés térmico puede causar deshidratación, agotamiento y, en casos más graves, «estrés y colapso de las funciones vitales, lo que lleva a la muerte».
Además de afectar «el estado de ánimo, los trastornos mentales y reducir el rendimiento físico y psicológico de las personas».
Asimismo, los investigadores prevén en regiones del norte brasileño, considerando escenarios moderados y extremos, un aumento de las temperaturas actuales de entre 7,5° y 11,5° para 2100.
Por otra parte, el estudio demuestra que «existe un límite de deforestación para la adaptación y sobrevivencia de la especie humana».
«Si la deforestación continúa en las proporciones actuales, los efectos serán dramáticos para la civilización», afirmó el investigador Paulo Nobre, del INPE.
La Amazonía perdió 8.712 kilómetros cuadrados en el último año, un 5% menos que los 9.126 destruidos entre agosto de 2019 y julio de 2020, el máximo registrado desde que el INPE empezó a publicar estos datos en 2015.
Ambientalistas, asociaciones indígenas -que en su mayoría viven en la Amazonía- y la comunidad internacional acusan al Gobierno brasileño de «permitir el aumento de la deforestación y desmontar los organismos de protección del bioma».
En tanto, los investigadores alertan que además de los daños en la salud, los efectos socioeconómicos, que podrían afectar a unos 30 millones de personas que viven en el empobrecido norte.
«La población de esa región podría vivir en condiciones precarias de sobrevivencia, impulsando efectos como la migración en masa», manifiestan.
Por último, observan que, el aumento de incendios forestales, la expansión de áreas agrícolas y la actividad minera tienden a «impulsar el crecimiento desordenado y un proceso de urbanización no planeada, con falta de infraestructura sanitaria básica y trabajo informal más frecuente».