Opinión

Dilema post Paso: ¿sólo recuperación o posibilidad de crecimiento genuino?


Por Paula Lima

Tras la abrupta caída de la economía argentina en el transcurso del 2020, la actividad en la primera mitad del año mostró señales de recuperación.

Sin embargo, a junio de este año todavía se encuentra por debajo de los niveles previos a marzo de 2020, cuando comenzaron las políticas de restricción a la movilidad.

Asimismo, la evolución de los distintos sectores ha sido desigual.

Por un lado, están aquellos vinculados al turismo -como hoteles y restaurantes- que continúan sufriendo los avatares de la pandemia y en el acumulado de los primeros seis meses del año han mostrado caídas (aunque de manera mensual han comenzado a crecer en términos interanuales a partir de abril).

Mientras que, por otro, están aquellos que no sólo se han recuperado, sino que además han logrado ubicarse por encima de los niveles de inicios de 2020, como es el caso de la construcción y de la industria.

La construcción creció en el acumulado enero-julio 53% en relación con igual período de 2020 y respecto de 2019 lo hizo 1,1%.

A pesar de su buen desempeño, la actividad se encuentra un 7,5% por debajo de los registros de 2018.

También la industria aumenta respecto de 2020, en el acumulado enero-julio se encuentra 21% por encima y respecto al año previo avanza 5%.

Asimismo, catorce de las dieciséis divisiones relevadas por el INDEC (que forman parte del índice general) vienen mostrando crecimiento interanual desde marzo.

Las excepciones son la división productos de tabaco y muebles y colchones.

Sin embargo, al igual que la construcción, la industria se encuentra 4% por debajo de los valores de 2018, año en que diera inicio la recesión económica.

No obstante, la mejora en la actividad, la bonanza no se ha visto reflejada en igual magnitud en el mercado de trabajo, donde además de no recuperarse los niveles prepandemia (hubo una pérdida neta de 133.000 puestos de trabajo en junio respecto del primer bimestre del año pasado), los salarios continúan perdiendo poder adquisitivo y al sexto mes del año acumulan 40 meses de descenso interanual consecutivo.

Los ingresos de los trabajadores han mostrado un considerable deterioro: en el acumulado a junio, el índice de salarios cayó en términos reales 6,3% interanual.

En general, si bien es cierto que el nivel de actividad ha mostrado una cierta recuperación en la primera mitad del año, la economía viene de pisos de comparación muy bajos.

Al mismo tiempo, esta recuperación ha sido dispar entre los sectores, por lo que de ninguna manera puede darse como consolidada y, menos aún, como un cambio de tendencia de mediano plazo.

Para ello sería necesario un cambio permanente en la productividad de la economía, apoyado en un programa económico consistente que promueva las inversiones.

En la última parte del año, la política estará enfocada en las elecciones legislativas de noviembre, donde la lectura que haga el oficialismo tras el resultado adverso de las PASO, será fundamental.

Si como consecuencia del resultado electoral se propone una aceleración del gasto público para incentivar algo más el consumo y estirar la recuperación, existe un riesgo de aumentar aún más los desequilibrios que presionan sobre el tipo de cambio.

Durante los primeros ocho meses del año se realizaron modificaciones presupuestarias que significaron un incremento del gasto total por $1.122.853 millones, mientras los ingresos aumentaron en $893.025 millones.

Está dinámica está generando un déficit primario adicional de $229.828 millones. El riesgo de profundizar esta tendencia será la necesidad de
financiamiento por parte del BCRA.

Más pesos en la calle -en un contexto de elevada inflación- podrían generar nuevas presiones sobre los distintos tipos de cambio.

El Banco Central probablemente utilice las reservas para contenerlos, pero dado que las mismas son finitas, ello podría tener un correlato de restricción de importaciones, con su efecto negativo en la recuperación de la actividad.

Un dilema difícil de resolver sin cambios en la política económica que reviertan las expectativas.

(*) – Paula Lima es gerente de Servicios de Economía de PwC Argentina.