Zysman, Del Bono y Galanterni: una psicopedagoga, una educadora y un fabricante de juguetes. A través de sus palabras nos adentramos en lo lúdico, sus avances, las necesidades y deseos de las infancias, los beneficios de jugar y las nuevas lógicas
«Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes» (Convención de los Derechos de la Niñez-1989).
Si bien las infancias hoy en día se entretienen con objetos variados, algunas personas todavía visualizan a los niños con autos y a las niñas con muñecas. Es evidente que permanece la idea de que el rosa es femenino y el azul es masculino. De todas maneras, otros sectores rompen con estas construcciones e innovan para correrse de los cánones establecidos. Entonces,¿estaremos frente a un nuevo mundo lúdico que acompaña el contexto de transformación social?
Jugar es esencial para las infancias, para su crecimiento, sociabilización y entretenimiento. En diálogo con Télam, María Zysman, psicopedagoga y Fundadora y Presidenta de Libres de Bullying», explica que “el juego es descarga, es diversión. Hay que jugar por jugar, no siempre es para aprender. Hay que dejarlos que jueguen y se conecten con el placer. Por eso digo que la Educación Sexual Integral (ESI) está muy vinculada con el juego”.
En grandes jugueterías del barrio porteño de clase media-alta de Recoleta, las vidrieras se presentan divididas: por un lado el rosa y las muñecas; por el otro el azul, los autos, tractores, trenes y superhéroes. Ya lo dijo Malena Pichot en su stand up “Estupidez Compleja” en Netflix: no todas las nenas jugamos a ser mamás, nos vestimos de rosa y empujamos un cochecito con un bebote, aún cuando no sabemos ni siquiera hablar. Algunas como Pichot, jugaban a “La Naranja Mecánica».
Al igual que manifiesta la experta en bullying, Zysman, hay que romper con los estereotipos de que “los chicos se disfrazan de picapiedras y las chicas de reinas y princesas”.
En los locales mencionados, las muñecas tipo Barbie de marcas alternativas, son todas rubias, ejercen roles o trabajos como niñera, madre, modelo, jinete, veterinaria y no mucho más. En Argentina no hay variedad de muñecas como las últimas lanzadas en Estados Unidos, por ejemplo la Barbie en silla de ruedas (la más vendida en 2020), no binarias, con distintos tonos de piel, colores de ojos, de pelo, e incluso de cuerpos diversos.
Sin embargo, los juguetes y los juegos no empiezan ni terminan en el mundo Barbie. Hay un trabajo interesante que realizan algunas pymes nacionales, que se suman al paradigma de la inclusividad y la diversidad. Como por ejemplo, “Casita de Muñecas” (bebotes con apariencia real) y “Pictó” (juguetes pensados para chicos autistas y con trastorno por déficit de atención con hiperactividad). También existen algunas marcas de cocinitas y máquinas de hacer pochoclo que eligen colores no asociados con lo binario (rosa y azul) con un niño varón con delantal frente a las hornallas.
Hay otras jugueterías que se corren de lo tradicional, como “Giro didáctico”, que no solo está en Argentina sino que hay franquicias en Uruguay, Paraguay y Ecuador, y que ofrecen juguetes y juegos con propuestas y objetivos educativos.
El Senado de Entre Ríos dio media sanción a fines del pasado julio a un proyecto de ley que establece como obligatorio los juguetes inclusivos en el nivel educativo inicial, tanto de gestión pública como privada.
Este proyecto fue elaborado por tres alumnas de secundaria de la ciudad de Concordia. Luego fue presentado en el Senado provincial por legisladores justicialistas al hacer hincapié en que la diversidad y la naturalización de la inclusión a partir de los juguetes es esencial para las infancias.
Es en esta instancia del proyecto en que Casita de Muñecasentra en escena con aproximadamente 800 puntos en el país. Oli (2018) es el anteúltimo bebote lanzado con síndrome de down, avalado por la Asociación de Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA). En el sitio web de Casita, se describe a Oli como “la muñeca más esperada”. A fines del pasado agosto, se distribuyeron 100 muñecos Oli en jardines de infantes de Concordia.
Además, la última creación es Eli (2021) quien tiene un implante coclear (dispositivo electrónico que ayuda a escuchar), para lo cual se asesoraron con expertos para lograr un muñeco lo más real posible.
En conversación con Télam, Federico Galanterni, dueño de Casita de Muñecas, reflexiona sobre los objetivos que tiene como fabricante y los desafìos de la industria: “Queremos que nuestros juguetes sean una herramienta para debatir temas de inclusión y diversidad en escuelas, hogares, clubes, donde sea que lleguen”.
Galanterni cuenta cómo nació la idea de crear a Oli: “Alguien me contó que estaba hablando con una niña con síndrome de down y dijo que no le gustaban las muñecas porque no había ninguna parecida a ella”. Así surge la idea de este modelo con el fin de que “las personas se puedan identificar con nuestros muñecos”.
El dueño de Casita explica que intentan que los bebés reflejen la realidad de manera representativa: “tenemos muñecos riendo, enojados, llorando, durmiendo, con rasgos más orientales o afrodescendientes. La idea es que las diferencias que tenemos como seres humanos, podamos plasmarlas en los bebotes también”.
La pandemia afectó a todas las esferas sociales, incluyendo a los espacios educativos y la manera en que los pares interactúan entre sí. Por una responsabilidad sanitaria las escuelas han seguido estrictos protocolos, lo que ha limitado lo corporal de los estudiantes, más aún, en los niveles iniciales que es de suma relevancia poner el cuerpo a disposición del aprendizaje a través del baile, la música, la actuación y la expresión corporal.
En diálogo con Carolina del Bono, docente de Educación Musical y Artes Combinadas, comenta que “en la pandemia con el protocolo estamos atentos a que no compartan nada, entonces algo de lo lúdico se pierde. Los cuerpos están más rígidos, sentados en los bancos, no hay tanto movimiento fluido natural. Hay menos tiempo para el juego libre que lleva consigo el abrazo, el reconocerse el cuerpo, tirarse al piso, empujarse, etc. Si nos abstrayéramos de la situación pandemia, yo soy partidaria de que haya tiempo libre para el juego en las escuelas primarias como los hay en el jardín de infantes”.
El juego nutre la fantasía, la imaginación y la creatividad de forma colectiva. Pero en tiempos de coronavirus, lo individual prima en las aulas: es lo mío, lo que traigo de casa, mi botellita, mi barbijo y, por ende, mi cuerpo también. Más allá de lo sanitario, va a ser difícil para los más pequeños que no tienen muchos recuerdos pre pandémicos, el reaprender que hay muchas actividades que se pueden hacer y que tienen muchos beneficios.
Asimismo, la psicopedagoga Zysman opina que “cuanto menos haga un juguete, más va a poder hacer un niño”, es decir, afirma que la simplicidad de un objeto es lo que entretiene más a las infancias y que eso debería primar en las instituciones.
Del Bono observa en algunas escuelas en las que trabaja que “ya es súper natural ver a chicxs jugando juntxs con objetos diversos que en otro momento estaban más segmentados a lugares binarios. Hay un diálogo más libre entre las infancias cuando el juego está liderado por ellxs, que cuando la propuesta viene de un docente. Me parece que lxs que tenemos que cambiar la cabeza somos lxs grandes”.
Tanto Zysman como Del Bono, encuentran un vínculo directo entre los juegos y juguetes en los espacios educativos y la ESI. La autora de libros como “Ciberbullying” cree que “hay que trabajar más en la ESI como ley y que no quede a libre albedrío de cada docente”. Del Bono adhiere que en los colegios “privados hay poca propensión a la ESI, incluso cierta burla al lenguaje inclusivo”. Muchas veces las instituciones “religiosas frenan estos avances” de lo inclusivo y diverso.
A diferencia de los juguetes, para Del Bono los juegos en general, “parecieran que son más democráticos, fluyen más. Tienen que ver con las actividades pedagógicas, de movimiento, saltar, levantar la mano, tocarse la nariz, dar una vuelta. Los juguetes son los que están más en proceso de cambio”.
Lo ideal sería que las infancias tengan acceso a juguetes que no estén alejados de los paradigmas sociales que estamos transitando; sabiendo también que los juegos y de todo tipo, en las escuelas, los hogares, los clubes y barrios tras la salida de la pandemia deberán reinventarse para recuperar los beneficios de jugar con el cuerpo y de manera grupal.
En conclusión, si bien todavía queda un largo trecho, el respaldo estatal y el camino elegido por algunas marcas, escuelas y espacios, sea por las razones que sea, con sus bemoles y tropiezos, es el indicado: producir juguetes inclusivos, plurales y diversos, para que las infancias crezcan y construyan un imaginario y un futuro más amoroso, más real y más empático, siempre respetando sus derechos.