Rabia e indignación suscitó el pedido de perdón a las víctimas de curas pederastas lanzado por el papa Francisco, a quien víctimas y expertos le piden que pase de los gestos y palabras a los hechos.
«Basta, basta, basta. El papa (Jorge) Bergoglio nos está tomando el pelo. Estoy realmente indignado, irritado», declaró con tono furioso a la AFP Francesco Zanardi, de la Red El Abuso, la asociación italiana de víctimas de curas pederastas.
La «tolerancia cero» contra la pedofilia, el principio básico que la iglesia ha prometido aplicar desde el papado de Juan Pablo II en la década del 90, no ha podido ser implantada en los cinco años de pontificado de Francisco pese a las promesas y a los conmovedores pedidos de perdón.
«Le llegó el momento al papa de actuar como máximo legislador, tal como indica el código de derecho canónico», sostiene el vaticanista Marco Politi.
El tema salió a relucir esta semana después de la dramática carta abierta a todos los católicos divulgada el lunes por el papa argentino en la que admite que el dolor de las víctimas de abusos sexuales fue por mucho tiempo ignorado, callado o silenciado.
«Con vergüenza y arrepentimiento como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y gravedad del daño que se estaba causando con tantas víctimas», admitió el pontífice en su misiva.
El fenómeno de la pedofilia dentro de la Iglesia sigue siendo la gran espina del pontificado de Francisco, quien no logra atajar, ni castigar con la severidad prometida a los curas abusadores ni a sus encubridores.
«La carta no frena la rabia, la indignación, el disgusto que sienten los católicos de casi todo el mundo (…) los cuales piden más, esperan normas concretas, que cambien los mecanismos», resumió este martes Politi en el diario Il Fatto Quotidiano.
Ese sentimiento ronda en la mayoría de los expertos y analistas consultados por la AFP a propósito de la carta del papa, divulgada pocos días antes de su viaje a Irlanda, país donde estalló en el año 2000 uno de los escándalos más graves de abuso sexual.
– Expulsar obispos, resarcir víctimas -.
«Le hemos pedido mil veces al papa una sola cosa: que obligue a los obispos a denunciar los casos ante la autoridad judicial. No queremos procesos canónicos», explicó Zanardi, quien representa a más de 700 víctimas italianas.
«Las peticiones de perdón, aunque sean sentidas y obligadas, como en este caso, no son suficientes. Hay que pasar a los hechos.
Hay que cumplir la penitencia», escribió por su parte José Manuel Vidal, fundador de la página especializada en español Religión Digital.
«El papa ha dicho palabras fuertes contra los curas pederastas, pero nada ha cambiado», comentó a la AFP el periodista italiano Emiliano Fittipaldi, autor de un extenso libro sobre la pederastia y la pedofilia en la Iglesia.
Para el periodista conocido por sus investigaciones, «las palabras revolucionarias de Francisco son insuficientes, hay que pasar a los hechos».
Combatir la pedofilia se ha convertido en el mayor desafío del papado y para muchos observadores los mecanismos creados por el mismo Francisco para prevenir el fenómeno a nivel interno no han sido adecuados.
«La iglesia debe hacer una limpieza real y valiente de todos, inclusive de los amigos del pontífice y de los encubridores», sostiene Fittipaldi, que cita los escándalos más recientes en Chile, Australia y Estados Unidos, donde algunos prelados siguen en sus cargos.
Tanto Politi, como Fittipaldi y Zanardi, solicitan un paso clave al papa: que abra los archivos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a donde llegan las denuncias internas y adopte una ley que obligue a las conferencias episcopales a denunciar los casos que le llegan ante un tribunal judicial local.
«Eso es más importante que el pedido de perdón», sostiene Fittipaldi, quien no descarta que los escándalos por abusos sexuales a menores terminen por enfangar el pontificado más liberal y moderno de los últimas décadas.
«Corre el riesgo de tener que renunciar como Benedicto XVI», advierte.
Otro requisito ineludible, que pocos quieren abordar es el pago de indemnizaciones a las víctimas, tal como se hizo en Estados Unidos.
«Y si eso significa que la institución tiene que arruinarse, que se arruine. Y si tiene que vender palacios, iglesias y hasta el propio Vaticano, que lo haga. Vale más la vida de un inocente que todas las riquezas eclesiásticas acumuladas durante tantos siglos», sostiene Vidal.
Algunos observadores, como la escritora canadiense Nancy Huston, piden también que se aborde un tema por ahora tabú: el celibato y la sexualidad para que no sea más reprimida con sus desastrosas consecuencias.