En el Día Internacional de esta enfermedad, el médico rosarino Hugo Tanno habló con CLG sobre la importancia de los controles y explicó cuáles son los tratamientos existentes
Por Gonzalo Santamaría
En 1964 el doctor Baruch Blumberg, con el azar a su favor, hizo un descubrimiento vital para la medicina contemporánea al dar con el virus de la Hepatitis B y le dio nombre a una enfermedad que atacaba directamente al hígado de manera silenciosa. A partir de allí, los especialistas del mundo cambiaron su visión y nació un nuevo paradigma para los pacientes, que hasta entonces eran dominados por cirrosis y hasta cáncer en dicho órgano, casi sin posibilidades de recuperación. Asimismo dio paso a la identificación de los otros tipos de variantes de esta dolencia y, con el avance de la ciencia, fue el fin de epidemias en varias partes del globo. Por ello, la Organización Mundial de la Salud instauró el 28 de julio, fecha del natalicio de Blumberg, como el Día Internacional contra las Hepatitis Virales y este año llega bajo el lema «La Hepatitis no puede esperar». Para conocer aún más sobre este tema, CLG dialogó con el médico rosarino Hugo Tanno (M. 3.692), gastroenterólogo y especialista en el tratamiento de hepatitis en la ciudad.
Las Hepatitis Virales generan, según los datos más recientes publicados por la Organización Panamericana de Salud (OPS), cada año 10.000 nuevas infecciones por el virus de la hepatitis B, y 23.000 muertes. Mientras, las estimaciones más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacan que en todo el continente americano se producen cada año 67.000 nuevas infecciones por el virus de la hepatitis C y 84.000 muertes. Esta variante de la hepatitis, al igual que la B, puede convertirse en crónica y atentar contra la muerte del paciente. También existen la A, la D y la E, aunque son reducidas por el sistema inmunológico.
Si bien la B y la C tienen tratamientos y hasta vacunas que previenen la enfermedad, el mayor problema radica en la falta de controles por parte de la población debido a que es una enfermedad silenciosa. La OPS señaló que sólo el 18% de las personas con hepatitis B llega a diagnosticarse y de ellas, apenas 3% reciben tratamiento. En cuanto a la hepatitis C, el organismo apuntó que el 22% se diagnostica y sólo el 18% recibe tratamiento. En Argentina, el 55,6% de los contagiados con el virus C tardaron más de una década en ser diagnosticados, y el 17,2% entre 5 y 10 años, según un sondeo sobre una enfermedad que afecta a cerca de 200.000 personas en Argentina realizado por la Asociación Civil Buena Vida, organización de pacientes que acompaña a personas con enfermedades del hígado.
En charla con CLG, Tanno aclaró que la hepatitis “es un nombre genérico a un inflamación del hígado y no sólo reconoce a agentes virales sino también tóxicos”. La detección de esta enfermedad, indicó el médico, se realiza a través de un simple análisis de sangre.
Ingresando en la profundidad del tema remarcó que las hepatitis más peligrosas son la B y la C; la primera se da mediante el contagio de sangre con sangre y es una enfermedad de transmisión sexual; en la segunda predominan los contagios sangre con sangre.
El primer paso que se dio tras el hallazgo de Blumberg en 1964 fue analizar todos los bancos de sangre ya que muchos infectados, que no sabían que poseían el virus, donaron sangre. Esa movida tuvo como objetivo terminar con las hepatitis, contó Tanno haciendo historia. Sin embargo, años después descubrieron que la mitad de los contagiados no correspondían al virus B y fue entonces que apareció el A. “En realidad era el virus más antiguo y tonto, y produce la hepatitis más común”, explicó el doctor rosarino.
Con el A y el B en carpeta, los médicos del mundo marcaron la existencia de un tercer virus al que llamaron “No A, no B” y Tanno fue claro ante esto: “Pasaron muchos años hasta que se descubrió mediante medicina traslacional” (NdR: estudios que se hacen en conjunto con varias disciplinas).
Clínicos, biólogos moleculares y genetistas encontraron el virus C en 1989 y se vio que la totalidad de pacientes “No A, no B”, eran hepatitis C. “Allí nació otro problema y era que no había manera de tratarla y pasaron más de dos décadas hasta lograr un tratamiento efectivo”, analizó Tanno.
“Hasta 2015 el tratamiento que existía curaba a menos del 50% de los pacientes”, agregó el médico, quien además es Director de Postgrado en la Carrera de Especialista en Gastroenterología en la UNR.
El avance en la ciencia y en la tecnología, entendió Tanno, logró dar con una droga pangenotitica (actúan sobre todas las colecciones de genes -genotipos-) y conseguir una eficacia del 99% sobre los pacientes C. “La esterilización y el material descartable ayudaron a mitigar el avance y a su vez encontraron drogas que frenan al virus, es decir que impiden reproducirse. El paciente si toma estas drogas no hace enfermedad, pero lleva la cruz de tomar pastillas durante muchos años”, detalló el rosarino.
Previo a esto, el virus B, que se propagó por relaciones sexuales sin protección, ya tenía vacunas a finales del siglo XX y Argentina la tiene como obligatoria en su calendario de vacunación (prenatal y a los 11 años). La problemática de esta variante es que la vacuna existente no se hizo universal a pesar de estar en los calendarios y los contagios tienen sus focos en los grupos consumidores de drogas que comparten elementos descartables y quienes practican el sexo no seguro. “El 95% de los infectados se cura, es decir que el organismo elimina al virus sin dejar secuelas, pero el 5% quedan crónicos y tienen posibilidades de evolucionar a la cirrosis y de instalar un cáncer de hígado. Si la vacuna se aplicara como correspondiera el virus caería enormemente”, argumentó Tanno.
Para el otro virus viral, el A, que, según Tanno, “no tiene intención de matar, sino que busca perdurar en el órgano” el sistema inmunológico trabaja rápidamente sobre él y lo elimina. “Nuestro sistema de defensa al detectar la existencia de una proteína ajena al organismo envía células asesinas que matan a la célula infectada y a su vez forma anticuerpos que bloquean al virus para que no entre a otras células. La curabilidad de la hepatitis A es del 99%”, explicó con claridad y añadió que este tipo se contagia a través de la vía oral-fecal. “Un recién nacido se rasca la cola, acto seguido agarra comida y se la pasa a un familiar y lo contagia”, aclaró para luego agregar que al primer año de vida también es obligatorio vacunar a los niños contra esta enfermedad y que eso consiguió que caiga “enormemente” los contagiados A.
En otro orden, Hugo Tanno contó que las formas crónicas de hepatitis, que se producen por el virus B y C, no revelan síntomas hasta que la enfermedad está muy avanzada. Debido a esto, instó a que se controle y que se trate con anticipación ya que puede evolucionar a una enfermedad crónica. En este contexto nacen las cifras de fallecimientos de una dolencia que tiene cura y tratamiento efectivo.
Otro de los puntos que marcó Tanno es que los pacientes recuperados de hepatitis A y B no pueden volver a tener, en cambio, los que padecieron la C sí, debido a que esta variante tiene diferentes genotipos.
“La OMS -reveló Tanno- generó un plan global de erradicación para 2030, pero no se va a cumplir por la llegada del Covid, que demora los recursos que se iban a implementar para lograr esto”. En la pandemia no hubo más pacientes, no obstante esto se debe a la falta de testeos y eso puede llevar a que infectados propaguen el virus y se vea reflejado en los datos de los próximos años. “Eso se está discutiendo, se están haciendo replanteos para ver cómo se implementan nuevas medidas para detectar a estos enfermos. En los países con dinero es fácil, pero en los que no es una catástrofe, y Argentina está en ese sector”, planteó el referente en tratamientos hepáticos de Rosario.
Por último, marcó la importancia de la Educación Sexual Integral para la prevención de enfermedades, en este caso, como la de la hepatitis B. “Todo lo que sea educación influye en todo, la ESI para el virus B es fundamental”, concluyó.