Armado solo con sus brazos y con decenas de bolsas de basura, Mohamed Oussama Houij avanza por la playa de Nabeul, en el norte de Túnez, determinado a lograr su reto: recorrer 300 kilómetros a pie en plena canícula y limpiar 30 playas a su paso.
Este joven ingeniero sanitario de 27 años inició su periplo de dos meses a principios de julio con el objetivo de sensibilizar a las autoridades y a los veraneantes sobre la importancia de no convertir el mar en un basurero.
Mohamed Oussama inició el proyecto «300 Kilomètres» en Mahdia (este) y lo terminará en la playa de Soliman, a 40 km de la ciudad de Túnez, tras haber limpiado tanto playas concurridas como pequeñas calas más escondidas.
«Creo en el poder ciudadano y elegí actuar desde el exterior y sensibilizar a la gente sobre el problema de la contaminación de nuestras playas», explicó a la AFP.
– «Gota de agua» -.
Además de soñador Mohamed Oussama es realista.
«La acción de 300 Kilomètres no es realmente la de limpiar, porque sé que no soy más que una gota de agua en el océano. Pero quiero sensibilizar a la gente sobre este problema. Quiero que empiecen a decirse: Espera, no es normal todas estas botellas, estos tapones, todas estas bolsas de plástico», dice.
En un informe publicado en junio, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) consideraba que «el mar Mediterráneo se transforma en una peligrosa trampa de plástico, con niveles récord de contaminación que ponen en peligro a las especies marinas y la salud humana».
Tras la revolución de 2011 en Túnez se agravó el problema de la proliferación de desperdicios, tanto en las grandes ciudades, como en el interior del país, como en las playas. Una de las causas fue la ausencia de representantes locales durante siete años, pues hasta mayo de 2018 las alcaldías estaban gestionadas por «delegaciones especiales» nombradas tras la caída del régimen de Zine El Abidine Ben Ali, y su gestión era a menudo deficitaria.
Pero también hay un problema de falta de civismo y de ausencia de conciencia medioambiental entre los ciudadanos, explicó el ministro de Medio Ambiente, Riadh Moukher, al lanzar en 2017 una política medioambiental.
En la primera playa que limpió, Houij calcula que recogió unos 100 kilos de desperdicios. Al cabo de unos días dejó de pesar la basura a la vista de las «enormes cantidades» que recopilaba.
Tras 150 km de marcha y una quincena de playas a sus espaldas, «podemos hablar de toneladas de basuras», asegura.
– Basurero -.
Chocado por los cadáveres de tortugas –encontró más de 30– y las playas llenas de botellas de plástico y de pañales para bebés, Mohamed Oussama hace una lista de «todas las formas de contaminación que estamos haciendo sufrir al mar».
«He visto una amplia variedad de contaminación, desde la contaminación doméstica de la gente que viene a la playa hasta la contaminación industrial» de empresas privadas y públicas, lamenta.
«Las autoridades de Túnez no abordan el problema de la contaminación como deberían, ¡no hay buena voluntad!», insiste.
De hecho, algunos de los guardias privados que vigilan las playas le impiden pasar y lo cachean, pues el recuerdo de un asaltante que portaba una mochila y que dejó 38 personas muertas en una playa de Susa en 2015 aún está presente.
A este defensor de la naturaleza también le indigna la reacción de algunos veraneantes, que le piden que recoja sus desperdicios y lo tratan de «zaber» (basurero).
No obstante, algunas noches, Mohamed Oussama recibe cobijo y la comodidad de una cama. El resto del tiempo duerme a la intemperie, tras relajarse un rato tocando la guitarra.
Las reacciones van «de un extremo al otro», explica. «Hay personas muy activas, que te animan y te ayudan a limpiar. Otras personas, por desgracia, matan cualquier gana de trabajar por esta causa», reconoce.
«Cada día tiene cosas malas, pero hay voluntad», asegura. «No hay motivos para que me detenga».